Arqueólogos peruanos localizaron 76 tumbas de niños en la zona arqueológica Pampa La Cruz, ubicado en el distrito de Huanchaco, en la provincia peruana de Trujillo.
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De acuerdo con los investigadores del Programa Arqueológico Huanchaco, esta zona fue usada como centro ceremonial por la cultura Chimú, la cual habría realizado diversos sacrificios humanos entre el año 1050 y 1500.
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El director del programa, Gabriel Prieto, explicó que los sacrificios están asociados a periodos importantes de inicio y desarrollo del reino Chimú, uno de los más prósperos de la América precolombina que se asentó en las costas de lo que hoy es Perú.
«Gracias a Pampa La Cruz sabemos que los sacrificios humanos, sobre todo de niños, fueron una parte estructural dentro de la religión de los chimús para celebrar y glorificar a su Estado. Los seis eventos que tenemos documentados son prueba de ello», declaró el también investigador de la Universidad de Florida en entrevista para El Peruano.
Las 76 tumbas fueron halladas entre julio y agosto de este año en dos montículos distintos, uno con 25 tumbas y otro con 51. En total, desde que inició el programa, se han localizado los restos de 302 menores.
Entre las particularidades destacadas por los investigadores están cinco cuerpos de mujeres sentadas, cuyas cabezas se juntan para hacer una especie de círculo sin que hasta el momento se tenga certeza del significado.
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El 90% los menores hallados en estas nuevas tumbas estaban colocados de tal forma que sus pies estaban hacia el Este y sus cabezas hacia el Oeste, es decir, de espaldas al mar, un patrón que se ha visto en otros descubrimientos.
Los investigadores tienen varias hipótesis respecto a por qué se eligió este lugar para los sacrificios. La primera es que es una zona frente al mar con una vista privilegiada al cerro Campana, importante dentro de la mitología chimú. La otra hipótesis es que dicho lugar ya era usado para el mismo propósito por la sociedad moche, antecesores de los chimús.
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«Aunque los entierros moches obedecen a personas de entre 40 y 45 años de edad, posiblemente guerreros que murieron con el rostro destrozado de un mazazo, ya había una tradición en ese sentido en la zona», explicó Prieto.