La economía europea enfrenta una combinación tóxica de inflación elevada y crecimiento decreciente rumbo a una recesión. Esta composición que perturba la estabilidad socioeconómica está motivada por el conflicto bélico en Ucrania y las sanciones económicas a Rusia, además de los problemas en la cadena de suministros en la salida de la pandemia.
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El Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que las economías avanzadas de Europa crecerán sólo un 0,6% el próximo año, mientras que las economías emergentes —excluyendo Turquía y los países en conflicto Bielorrusia, Rusia y Ucrania— crecerán un 1,7%. Esto es 0,7 puntos porcentuales y 1,1 puntos porcentuales, respectivamente, menos que las proyecciones de julio.
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El desenlace económico de acelerado deterioro no era inevitable, sino que fue consecuencia de la subordinación político-militar de la Unión Europea a los intereses geopolíticos de EEUU. A esta situación ya de por sí frágil se le agregó que la estrategia económica para atender el problema de la inflación ha sido la aplicación de medidas ortodoxas de ajuste fiscal y, en especial, el alza de la tasa de interés.
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Rumbo a la recesión con inflación
El economista del FMI Alfred Kammer adelanta que en este invierno (hemisferio norte), más de la mitad de los países de la zona del euro experimentarán recesiones técnicas, con al menos dos trimestres consecutivos de contracción de la producción. Esta caerá, en promedio, alrededor de un 1,5% desde su punto máximo.
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El reporte detalla que Croacia, Polonia y Rumania también experimentarán recesiones técnicas, con una disminución promedio de la producción de más del 3%. «El próximo año, la producción y los ingresos de Europa serán casi medio billón de euros más bajos en comparación con las previsiones anteriores a la guerra del FMI, una clara ilustración de las graves pérdidas económicas del continente a causa de la guerra», explica Kammer.
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A medida que el conflicto bélico se extiende afecta cada vez más a las economías de Europa y, por lo tanto, el crecimiento decae en todo el continente, mientras que la inflación muestra pocas señales de disminuir.
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El FMI prevé que la inflación disminuya el próximo año, pero igualmente se mantendrá significativamente por encima de los objetivos del Banco Central Europeo, en alrededor del 6% y el 12%, respectivamente, en las economías avanzadas y emergentes de Europa.
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Estos son pronósticos optimistas porque tanto los indicadores de evolución del Producto Interno Bruto (PIB) de la mayoría de los países europeos y de la inflación pueden ser peores.
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Energía: el talón de Aquiles
Los países más dependientes del gas y el petróleo ruso están diseñando mecanismos defensivos para lo que será una segura crisis energética en invierno. Impulsaron la construcción de espacios de almacenamiento de gas para cubrir la demanda de calefacción en los hogares. Pero también tienen previsto interrupciones en el suministro de energía, lo que probablemente generará más problemas económicos.
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La decisión de imponer políticas de austeridad frente a la crisis y de seguir bajo la estrategia de la OTAN está produciendo fisuras en el bloque europeo. La aparente unidad se va resquebrajando a medida que se desacelera el crecimiento de la economía y el conflicto social va en aumento.
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Rusia proporcionaba a la Unión Europea el 40% de sus importaciones de gas, el 46% de carbón y el 27% de petróleo. Estas cifras ya no son las actuales pero la dependencia energética con Rusia, sobre todo en materia de gas, amenaza la estabilidad de la zona del euro.
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Europa va en contra de sus propios intereses
Kammer presentó un escenario preocupante para Europa. Estima que un cierre total de los flujos de gas ruso, combinado con un invierno frío, «podría resultar en escasez, racionamiento y pérdidas del producto interno bruto de hasta el 3% en algunas economías centrales y orientales».
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Además, otro efecto negativo se reflejaría en otro episodio de inflación en todo el continente. El panorama que ofrece es inquietante porque incluso sin nuevas interrupciones en el suministro de energía, «la inflación podría permanecer alta por más tiempo», advierte el economista.
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El filósofo italiano residente en Francia Maurizio Lazzarato fue ilustrativo de esta situación crítica: «Al seguir a Estados Unidos como lo están haciendo, Europa va en contra de sus propios intereses, empezando por el hecho de que pagan la energía mucho más cara que Estados Unidos. De cierta manera, Europa está viviendo en una economía de guerra».
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Riesgo de una alta inflación persistente
La pandemia y el conflicto bélico en Ucrania podrían haber alterado fundamentalmente el proceso de inflación, con el aumento de insumos y la escasez de mano de obra contribuyendo notablemente al reciente episodio de alta inflación. Esto sugiere que puede haber menos holgura económica y, en consecuencia, más presiones inflacionarias subyacentes de lo que comúnmente se piensa en toda Europa.
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En ese sentido una aceleración mucho más pronunciada de los salarios puede desencadenar un ciclo de retroalimentación entre precios y salarios. El proceso es conocido. Los consumidores empiezan a padecer la filtración de la suba del precio del petróleo en el costo de vida y los salarios. Esto implica que llenar el tanque de gasolina comienza a costar más, al igual que los pasajes aéreos y el resto de los bienes básicos del hogar. Los trabajadores reclaman entonces aumentos de salarios para compensar la pérdida de su poder adquisitivo.
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Es una dinámica que los economistas denominan «efectos de segunda ronda», que deriva en más alzas de precios. El peligro es que esta retroalimentación sea sostenida, lo que podría derivar en una espiral de precios y salarios, instalando entonces un cuadro de inflación durante un período prolongado.
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La receta ortodoxa que agudiza la crisis
El Banco Central Europeo está aplicando una terapia de choque con la intención de aumentar las tasas de interés para controlar la inflación, a pesar de la creciente evidencia de que esto conducirá a una recesión, además de que el aumento de las tasas de interés comienza a generar problemas en las instituciones financieras.
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El jefe del Bundesbank, Joachim Nagel, impulsa, a pesar de que la zona euro y Alemania en particular ya están entrando en recesión, que «las tasas de interés deben seguir aumentando, y de manera significativa».
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Nagel agregó que «hay un shock de precios de la energía, cuyos efectos el banco central no puede cambiar mucho en el corto plazo. Sin embargo, la política monetaria puede evitar que salte y se amplíe. De esta forma, estamos rompiendo la dinámica de la inflación y acercando la evolución de los precios a nuestro objetivo de mediano plazo.
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Tenemos los instrumentos para esto, especialmente las subidas de tipos de interés».
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Diagnóstico equivocado del origen de la inflación
Sin embargo, el aumento de las tasas de interés no funcionará para reducir las tasas de inflación a los niveles objetivo sin una gran caída de la economía. Esto se debe a que las tasas de inflación actuales, las más elevadas desde hace 40 años, han sido causadas principalmente no por una demanda excesiva, es decir, el gasto de los hogares y los Gobiernos, sino por una oferta insuficiente, particularmente en la producción de alimentos y energía, pero también en productos manufactureros y tecnológicos más amplios.
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El crecimiento de la oferta se ha visto limitado por el bajo crecimiento de la productividad en las principales economías, por los bloqueos de la cadena de suministro en la producción y el transporte que surgieron durante y después de la caída del COVID-19 y luego se aceleraron por el conflicto bélico en Ucrania y las sanciones económicas impuestas por países occidentales a Rusia.
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Un reciente informe sobre Comercio y Desarrollo de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) llega a una conclusión similar. Calculó que cada aumento de un punto porcentual en la tasa de interés de la Reserva Federal —banca central estadounidense— reduce la producción económica en los países ricos en 0,5% y en 0,8% en los países pobres durante los próximos tres años.
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Al presentar el informe, Richard Kozul-Wright, jefe del equipo de la UNCTAD que lo preparó, dijo: «¿Intentan resolver un problema del lado de la oferta con una solución del lado de la demanda? Creemos que es un enfoque muy peligroso». Además es uno que está equivocado.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Alfredo Zaiat – Periodista, escritor y economista argentino, jefe de la sección de Economía y del suplemento Cash de Página 12 desde 1997. Conduce desde hace 18 años el programa radial ‘Cheque en blanco’. Ganador del premio ETER en varias oportunidades. Integra el cuerpo docente del Programa Amartya Sen de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.
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