La radiación es la energía que viaja de un punto a otro, ya sea en forma de ondas o de partículas. Todos los días estamos expuestos a la radiación procedente de diversas fuentes naturales y artificiales.
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La radiación natural y artificial
Las fuentes artificiales de radiación incluyen los tratamientos médicos e instrumentos diagnósticos (como los rayos X), los teléfonos móviles y las líneas eléctricas.
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Las principales fuentes de partículas de alta energía naturales son la radiación del Sol y del espacio exterior, la radiación de las rocas y del suelo, así como la radiactividad del aire que respiramos, de los alimentos y el agua.
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Por ejemplo, los plátanos son una buena ilustración de una fuente de radiación natural. Contienen altos niveles de potasio, y una pequeña cantidad de este es radiactivo. Pero no hay necesidad de renunciar a tu batido de plátano: la cantidad de radiación es extremadamente pequeña, y mucho menor que la radiación de fondo natural a la que estamos expuestos cada día.
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La diferencia entre la radiación y la radiactividad
Las palabras radiación y radiactividad suelen utilizarse indistintamente. Aunque ambas están relacionadas, no son exactamente lo mismo.
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La radiactividad se refiere a un átomo inestable que sufre una desintegración radiactiva. La energía se libera en forma de radiación cuando el átomo intenta alcanzar la estabilidad, o convertirse en no radiactivo.
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Esencialmente, la radiactividad de un material describe la velocidad a la que decae y el proceso por el que lo hace.
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Por tanto, la radiactividad puede considerarse como el proceso por el que los elementos y materiales intentan estabilizarse, y la radiación, como la energía liberada como resultado de este proceso.
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Radiaciones ionizantes y no ionizantes
La radiación también puede ser ionizante y no ionizante, y se determina principalmente por la energía de las partículas irradiadas.
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La radiación ionizante tiene la energía suficiente para eliminar un electrón de un átomo y destruir lazos químicos, lo que puede cambiar la composición de un material. Algunos ejemplos de radiación ionizante son los rayos X y el radón (un gas radiactivo que se encuentra en las rocas y el suelo).
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Las radiaciones no ionizantes no tienen la energía necesaria para ionizar los átomos o moléculas, pero pueden excitarlas, lo que hace que vibren más rápido. Las fuentes más comunes de radiación no ionizante son los teléfonos móviles, las líneas eléctricas y los rayos ultravioleta del Sol.
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Como regla general, se considera que la radiación no ionizante no representa un riesgo significativo para salud, mientras que la situación es completamente contraria en el caso de la radiación ionizante si uno se expone a ella sin las medidas de seguridad correspondientes.
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Cómo protegerse del efecto dañino de la radiación
Existe la idea errónea de que las fuentes artificiales de radiación son más peligrosas que la radiación natural. Sin embargo, esto no es cierto.
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No hay propiedades físicas que hagan que la radiación artificial sea diferente o más dañina que la natural.
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Los efectos nocivos están relacionados con la dosis, y no con la procedencia de la exposición. También sabemos que las radiaciones no ionizantes, como los rayos UV del Sol, pueden ser perjudiciales si la persona se expone a niveles de intensidad suficientemente altos, causando efectos adversos para la salud como quemaduras, cáncer o ceguera.
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Lo importante es que, dado que estos peligros son bien conocidos y comprendidos, es posible protegerse contra ellos. Los organismos internacionales y nacionales de expertos proporcionan directrices para garantizar la seguridad y la protección radiológica de las personas y el medioambiente.
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En el caso de las radiaciones ionizantes, esto significa reducir al máximo —en medida razonable— las dosis de la radiación natural de fondo que están por encima de la norma; por ejemplo, realizar las imágenes médicas solo en la parte del cuerpo necesaria y conservar copias de las imágenes para evitar la repetición de los exámenes.
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En el caso de las radiaciones no ionizantes, significa mantener la exposición por debajo de los límites de seguridad.
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Por ejemplo, los equipos de telecomunicaciones utilizan radiaciones no ionizantes de radiofrecuencia y deben funcionar dentro de estos límites de seguridad.
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Además, en el caso de las radiaciones ultravioletas del sol, sabemos que hay que protegerse de la exposición utilizando protectores solares y ropa cuando los niveles alcanzan el tres o más en el índice UV.
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La radiación en medicina
Aunque la exposición a la radiación entraña riesgos evidentes, también es importante reconocer sus beneficios. El diagnóstico por imagen utiliza técnicas de radiación ionizante, como los rayos X y la tomografía computarizada, así como técnicas de radiación no ionizante, como los ultrasonidos y la resonancia magnética (RM).
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Estos tipos de técnicas de imagen médica permiten a los médicos ver lo que ocurre en el interior del cuerpo y a menudo conducen a diagnósticos más tempranos y menos invasivos. Las imágenes médicas también pueden ayudar a descartar enfermedades graves.
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Además, la radiación puede ayudar no solo a realizar diagnósticos, sino efectivamente a tratar ciertas afecciones: puede eliminar el tejido canceroso, reducir un tumor o incluso utilizarse para reducir el dolor.
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Entonces, ¿nuestro cuerpo también es radiactivo? La respuesta es sí, como todo lo que nos rodea, también somos un poco radiactivos. Pero no es algo que deba preocuparnos. Nuestro cuerpo está hecho para soportar pequeñas cantidades de radiación, por eso no hay peligro en las cantidades a las que nos exponemos en nuestra vida diaria.