Un 16 de noviembre de 1532, el orgulloso soberano Atahualpa, que reinaba desde Quito hasta lo que hoy es Chile y Argentina, tuvo un encuentro fatal con el español Francisco Pizarro (1478-1541) en Cajamarca, Perú. Ese día empezó la caída del vasto Imperio inca, que se extendió por la franja occidental de Sudamérica.
Los incas venían de una guerra civil. Al morir el soberano Huayna Cápac, sus hijos se enfrentaron por el trono. Huáscar (1491-1533) se proclamó inca y se asentó en la ciudad de Cusco. Su hermano Atahualpa (1500-1533) reunió un poderoso ejército en la ciudad de Quito, desde donde pretendió tomar el poder. Finalmente, Huáscar fue capturado y mandado a matar por Atahualpa.
Esta división y guerra intestina debilitó al vasto imperio. Los españoles que llegaron a la región al mando de Francisco Pizarro se valieron del enfrentamiento para seguir adelante con la conquista del Tahuantinsuyo y se apoyaron en los incas huascaristas contra los atahualpistas
Después de la cruenta guerra civil, Atahualpa, con su ejército de decenas de miles de hombres, esperaba en las afueras de Cajamarca para entrevistarse con los españoles.
Pizarro, con apenas 60 soldados, envió al campamento de Atahualpa una embajada que solicitó una audiencia. El inca, infravalorando la fuerza de los españoles, aceptó, y el encuentro tuvo lugar el 16 de noviembre.
Atahualpa fue al encuentro en Cajamarca al frente de un séquito de 6.000 personas, con sirvientes que barrían el camino, seguidos por los guerreros que marchaban a los lados de Atahualpa. Tras ellos, otros hombres con armaduras y coronas de oro y plata.
Atahualpa venía en una litera recubierta de plumas de aves y adornos de plata, cargada por varias decenas de asistentes. El inca iba ricamente vestido con su corona y un collar de esmeraldas.
Un sacerdote se acercó y le entregó a Atahualpa la Biblia, pero este la arrojó al suelo. El religioso, según los relatos históricos de los españoles que estuvieron allí, instó a las tropas españolas a que arremetieran contra los incas.
Los españoles empezaron a disparar, las trompetas sonaron y montados a caballo atacaron a los indígenas, aterrorizados y desarmados. Poco después, la mayoría había sido asesinada y Atahualpa fue apresado.
Meses después, Atahualpa ofreció a Pizarro llenar una estancia de oro y plata a cambio de obtener la libertad. Aunque pagó un gran rescate, el último soberano inca fue procesado y condenado a muerte, acusado de idolatría y rebeldía.
Aunque se bautizó para evitar la hoguera, el 26 de julio de 1533 murió por garrote con el nombre de Francisco de Atahualpa. Su muerte significó el hundimiento definitivo del Imperio inca.
Antes de esta derrota, la viruela, el sarampión, la influenza, el tifo y la peste bubónica, endémicas en Europa, jugaron un papel decisivo en las conquistas europeas, diezmando pueblos en otros continentes.