Hace casi 40 años, la peor catástrofe nuclear del mundo convirtió la ciudad ucraniana de Prípiat y su cercana central, Chernóbil, no solo en una zona radiactiva, sino en un refugio para la fauna salvaje. Un nuevo análisis genético sobre los clanes caninos de la región podría sentar las bases para saber cómo la contaminación afectó a su ADN.
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Actualmente, la radiación sigue emanando del área conocida como la zona de exclusión de Chernóbil, que se extiende unos 2.600 kilómetros cuadrados alrededor de la ruinosa central.
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Para el nuevo estudio genético, que tuvo como objetivo evaluar el efecto de la radiación en la fauna de las zonas contaminadas, los grandes mamíferos, como perros y caballos, fueron de especial interés. La razón para ello es que los efectos sobre su salud podrían ilustrar sobre lo que podría ocurrir cuando los humanos regresen allí.
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Se destaca que, a pesar de la radiactividad, el número de perros asilvestrados fue en aumento, lo que llevó a la creación de la Iniciativa para la Investigación de los Perros de Chernóbil —CDRI, por sus siglas en inglés—, que ha proporcionado atención veterinaria a estos perros desde 2017. Se calcula que más de 800 perros viven en Chernóbil y sus alrededores, a menudo alimentados por los trabajadores de la central que regresan para mantener las instalaciones.
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Existen en tres poblaciones distintas, aunque el nuevo análisis revela un sorprendente solapamiento genético y lazos de parentesco entre ellas. Una vive en la propia central; la segunda ocupa una zona residencial abandonada de Chernóbil; y la tercera vive a 45 kilómetros, en Slavútich, una ciudad relativamente menos contaminada donde aún residen algunos trabajadores de la central.
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Durante dos años, los veterinarios de la CDRI recogieron muestras de sangre de 302 perros callejeros de las tres poblaciones que luego analizó una estudiante de doctorado de la Universidad de Carolina del Sur, Gabriella Spatola.
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Luego, los científicos identificaron tres grupos familiares principales entre los perros de Chernóbil, el mayor de los cuales abarcaba las tres zonas geográficas donde se recogieron las muestras. Según su parentesco genético, parece que estos animales se desplazan de un lugar a otro, viven cerca unos de otros y se reproducen libremente.
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El historial de mezclas entre las tres poblaciones de Chernóbil, evidente en sus genomas, indica «que los perros han existido en la región de Chernóbil durante un largo periodo de tiempo, posiblemente desde la catástrofe, o incluso antes», escribieron los investigadores.
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Luego, los científicos identificaron tres grupos familiares principales entre los perros de Chernóbil, el mayor de los cuales abarcaba las tres zonas geográficas donde se recogieron las muestras. Según su parentesco genético, parece que estos animales se desplazan de un lugar a otro, viven cerca unos de otros y se reproducen libremente.
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El historial de mezclas entre las tres poblaciones de Chernóbil, evidente en sus genomas, indica «que los perros han existido en la región de Chernóbil durante un largo periodo de tiempo, posiblemente desde la catástrofe, o incluso antes», escribieron los investigadores.
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Los análisis comparativos mostraron que los perros de Chernóbil también son genéticamente distintos de los perros criados en libertad en Europa del Este, Asia y Oriente Medio.
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Sin embargo, se produjeron algunas entradas de material genético de perros modernos, como los mastines, en algunas poblaciones de Chernóbil. Los investigadores sospechan que esto puede deberse a que los residentes y sus mascotas empezaron a mudarse de nuevo a Chernóbil.
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El siguiente paso, según los científicos, será diseñar estudios más amplios «destinados a encontrar variantes genéticas críticas que se hayan acumulado durante más de 30 años en este entorno hostil y contaminado».
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Sin embargo, se produjeron algunas entradas de material genético de perros modernos, como los mastines, en algunas poblaciones de Chernóbil. Los investigadores sospechan que esto puede deberse a que los residentes y sus mascotas empezaron a mudarse de nuevo a Chernóbil.
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El siguiente paso, según los científicos, será diseñar estudios más amplios «destinados a encontrar variantes genéticas críticas que se hayan acumulado durante más de 30 años en este entorno hostil y contaminado».
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La investigación fue publicada en Science Advances.