Los BRICS desafían el orden económico mundial y eso no puede tomarse a la ligera

No puede soslayarse la fuerza que ha cobrado el grupo BRICS —conformado por Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica— frente a un orden económico global que pierde credibilidad por sus constantes deficiencias e indiferencias hacia las economías en desarrollo, señala un artículo del portal ‘South China Morning Post’.
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Aunque 23 países han solicitado su adhesión a este bloque económico, no es la cantidad la que más sorprende, sino el trasfondo: las economías emergentes necesitan créditos justos y una voz que se escuche fuerte entre la comunidad financiera internacional, sobre todo ante instituciones como el Fondo Monetario Internacional 8FMI). Según este diario de Hong Kong, los BRICS pueden ser la opción adecuada para conseguir esos objetivos.

«Los BRICS ya han lanzado el Nuevo Banco de Desarrollo y sus miembros están promoviendo nuevos acuerdos sobre divisas y reservas», indica el especialista Anthony Rowley en su artículo publicado en dicho medio.

Y es que, en un inicio, el grupo comercial parecía muy disperso en términos geográficos como para consolidar una buena alianza. Sin embargo, con el tiempo —y con la integración de Sudáfrica en 2009— el bloque adquirió un camino focalizado en «una perspectiva más global» que contemplada a las naciones en desarrollo, no solo a Estados Unidos y a sus socios europeos.

«Una de las razones por las que tantas economías emergentes están considerando ahora su adhesión a los BRICS es que están cansadas de que se las engatuse o coaccione para que tomen partido en la división entre Estados Unidos y China o entre Rusia y Ucrania», indica South China Morning Post.

Además, numéricamente este colectivo también refleja una fuerza inusual: los BRICS representan más del 31,5% del Producto Interno Bruto (PIB) global y el 42% de la población mundial.
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La hegemonía del dólar ha derivado en que muchos países deseen dejar de depender de la divisa estadounidense para realizar sus transacciones o pagar sus deudas. Mandatarios como el brasileño Lula da Silva han manifestado su beneplácito por que los BRICS tengan una moneda propia para comerciar. Países como Venezuela, Arabia Saudita, Bolivia, Egipto o Irán quieren formar parte del bloque. E incluso Argentina, la nación más endeudada con el FMI, ya hizo uno de sus primeros pagos de deuda al organismo en yuanes.
«[El grupo BRICS] podría evolucionar hasta convertirse en un homólogo del Grupo de los Siete [G7] en los asuntos mundiales, lo que tendría un profundo impacto en las relaciones internacionales», explicó Hung Tran, investigador no residente del Atlantic Council, según el diario chino.
El experto también recuerda que dentro de los BRICS hay debates de trascendencia global. Uno de ellos: las intenciones de Pekín por utilizar al bloque como un trampolín para impulsar su propia agenda geopolítica, enmarcada en la guerra comercial con Washington y en promover la Iniciativa de la Franja y la Ruta, el gran proyecto económico y comercial del presidente Xi Jinping.
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«[La India pugna por] iniciativas para reducir la dependencia mundial del sistema financiero y de pagos internacional basado en el dólar estadounidense, así como reformas de las instituciones financieras internacionales para dar más voz y representación a los países en desarrollo», señala Tran.
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El medio también destaca que el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) de los BRICS intentará proporcionar el 30% de su financiación en las monedas locales de los países miembros, «lo que es coherente con el objetivo de reducir la dependencia del dólar, una meta compartida tanto por China como por la India».
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En 2015, el bloque puso en marcha un Acuerdo de Reservas Contingentes de 100.000 millones de dólares para prestar apoyo a los miembros en caso de problemas de balanza de pagos, ofreciendo potencialmente a los miembros BRICS una fuente de financiación alternativa al FMI, institución que ha sido criticada por los préstamos que otorga, pero que derivan en deudas multimillonarias para los países.
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El autor también explica que, en 2001, cuando se creó el bloque, varios actores mundiales no se lo tomaron tan en serio, pero ahora «nadie puede despreciar ahora a la ligera su desafío al orden económico establecido».