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La ex presidenta de Chile cerró el Seminario Internacional «Chile a 50 años del golpe de Estado: Derechos Humanos, Memoria y Democracia», realizado este miércoles en la Casa de Bello. «Es preocupante, que medio siglo después de la mayor tragedia de nuestra historia democrática, estos principios básicos del diálogo nos llamen la atención. Que el debate racional y razonado sean una novedad que reconforta», dijo la ex presidenta sobre el actual clima en el mundo social y político, al mismo tiempo que fue enfática en preguntarse qué hemos hecho mal como sociedad para que sectores como los jóvenes -según algunas encuestas- relativizan el sistema democrático.
Los derechos humanos, la memoria y la democracia. Estos fueron los tres ejes de la conferencia que la ex presidenta, Michelle Bachelet, dictó como parte de la clausura del Seminario Internacional «Chile a 50 años del golpe de Estado: Derechos Humanos, Memoria y Democracia», realizado este miércoles 6 de septiembre en la Casa Central de la Universidad de Chile.
En esta instancia, Bachelet analizó el actual escenario político y social en torno a las perspectivas respecto al golpe de Estado y sus consecuencias. «Veo –al igual que ustedes– lo mucho que nos está costando como país tener estos intercambios cordiales, con apreciaciones basadas en datos, con respeto por la verdad y con una disposición genuina a escuchar al que piensa distinto como un interlocutor válido», dijo, manifestando que «es preocupante, que medio siglo después de la mayor tragedia de nuestra historia democrática, estos principios básicos del diálogo nos llamen la atención. Que el debate racional y razonado sean una novedad que reconforta».
Este clima, aseveró, «nos dice mucho del tipo de confrontación verbal al que estamos expuestos y de la liviandad con que se habla del sufrimiento ajeno». Ante esto, ejemplificó los «comentarios que hemos debido escuchar sobre crímenes sexuales abominables que padecieron cientos de mujeres en Chile».
Un camino hacia el Nunca Más y las perspectivas de la juventud
Los elementos referidos por la ex mandataria, explicó «nos dicen mucho sobre el largo camino por recorrer para coincidir en dos principios esenciales del Nunca Más: la democracia como único régimen para garantizar libertades; y los derechos humanos como piso ético que no hace distinciones».
«¿En qué hemos fallado para que los jóvenes pongan al mismo nivel la democracia y el autoritarismo? Es decir un régimen basado en la anulación de las libertades con las que más disfrutan esos mismos jóvenes: libertades civiles y políticas que les permiten estudiar lo que quieran, pensar distinto, expresarse, comunicarse, reunirse, definir su identidad o elegir a quién amar», se preguntó Bachelet, agregando otra pregunta: «¿En qué hemos fallado para que los derechos humanos no sean el consenso más esencial desde el cual se igualan nuestras opciones e identidades plurales, el límite protector para cada vida en Chile, sin importar ni color político, ni credo ni identidad sexual ni situación socioeconómica?».
El problema, puntualizó la ex mandataria «está en que hemos dejado que la democracia caiga en la ineficacia y a veces incluso en la irrelevancia. Si la política democrática no cumple con lo que necesitan los habitantes de Chile, quedará abierta la puerta para que las personas busquen soluciones en otros modelos. Pensemos en las pensiones, en la seguridad, en la justicia o una salud digna para todos. Pensemos en los fenómenos globales, ambientales y comerciales que afectan al empleo e incluso al planeta como equilibrio vital».
La respuesta a este conflicto la entregó en tres conceptos. Primero, los Derechos Humanos. «Lo concreto es que como sociedad –con los tres poderes estatales, con civiles y con militares– no supimos dar total respuesta a las necesidades de verdad, justicia, reparación, y garantías de no repetición (…) Es lo que nos duele hasta hoy y es lo que tiene todavía abiertas muchas heridas», reconoció Bachelet. A eso agrega que es necesario transversalizar los derechos fundamentales pues «sigue pareciendo el tema de un grupo que interpela a otro grupo. Es un error profundo, definitorio».
Otro aspecto es la memoria, «pero no creo que la memoria sea una ventana al pasado. Más bien es un espejo de lo que somos capaces de hacer, para mal y para bien. Es la posibilidad de tropezar una y mil veces si no confirmamos día a día las lecciones que nos imponen los dolores».
Finalmente, la democracia propiamente tal, como «una construcción incesante, a la cual vamos sumando exigencias y niveles de profundidad. Enhorabuena, porque la democracia permite acompañar y consolidar los avances civilizatorios y la incorporación de quienes estaban excluidos por género, raza o condición social».
En cuanto a convocar a las nuevas generaciones y sacudir una aparente apatía, la ex mandataria señaló que «en la medida que se hagan parte de esta construcción, podrán entender sus dificultades y valorar lo que se puede alcanzar con los instrumentos de la deliberación, el estado de derecho, el voto soberano y la rendición de cuentas. Por el contrario, si no se sienten convocados a sumarse, si no hay un trabajo de memoria, si no experimentan una cultura de derechos humanos, creerán que hay equivalencia en autoritarismos o populismos retrógrados», dijo.
«Tenemos un acuerdo y se llama derechos humanos. Tenemos un antídoto para no olvidarlo y se llama memoria. Y tenemos un escudo y se llama democracia», cerró, junto a un mensaje esperanzador: «No perdamos jamás la porfiada expectativa de que como país seremos capaces aprender de lo que hemos hecho y proyectar un porvenir común, de reivindicar la democracia y los derechos humanos como las únicas posibilidades de bienestar y dignidad para todos y todas».
Desde la U. de Chile, la Rectora Rosa Devés relevó «la necesidad de establecer un compromiso político transversal para que nunca más las legítimas diferencias, propias de una sociedad democrática plural, puedan ser acalladas a través de la violencia y la brutalidad». Asimismo, agregó, «nunca más el Estado puede desarrollar una política de violaciones graves, masivas y sistemáticas dirigidas contra la población civil. Debemos realizar todo lo posible para que nunca más en Chile seamos testigos de ejecuciones extrajudiciales, de desaparición forzada de personas, práctica institucionalizada de la tortura y la violencia sexual. Nunca más podemos dejar solas a las víctimas y a sus familiares en la búsqueda de verdad, justicia y reparación, desconociendo nuestra responsabilidad moral y los efectos de estas violaciones sobre la sociedad en su conjunto».