El asedio militar de Israel a la Franja de Gaza en respuesta al ataque sorpresa de Hamás lanzado el 7 de octubre contra Tel Aviv ha provocado el repudio de la comunidad internacional, dando lugar a una posible derrota política del país hebreo en el escenario mundial, afirma el exoficial de inteligencia del Cuerpo de Marines de EEUU, Scott Ritter.
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A casi dos meses del inicio de la nueva espiral de violencia en el conflicto palestino-israelí, Ritter, que también fungió como inspector de armas de las Naciones Unidas, analizó las repercusiones políticas de las operaciones terrestres que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) realizan en el enclave palestino.
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De acuerdo con el experto, dos aspectos destacan de la «relación causa-efecto» entre el ataque sorpresa del movimiento palestino Hamás y la respuesta de Israel. Lo primero, según él, es que la meta y objetivo de Hamás era que Tel Aviv respondiera masivamente.
«Hamás no tuvo que pensar fuera de lo común, por así decirlo, para imaginar tal reacción: desde 2006 se ha establecido y es bien conocida la política israelí de llevar a cabo una campaña militar basada en la premisa del castigo colectivo de una población civil», observa Ritter.
Incluso aseguró que la «incursión militar masiva en Gaza para hacer rendir cuentas a los responsables» era tan predecible «como la nieve que cae en invierno en Siberia», ya que, dijo, la predilección israelí por la venganza se remonta a la masacre de atletas de ese país durante los Juegos Olímpicos de 1972 en Múnich.
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En segundo lugar, y menos predecible que lo primero, están las carencias del sistema de seguridad israelí, incluidas las FDI y los servicios de inteligencia. En palabras de Ritter, las fuerzas de seguridad no solo ignoraron lo que parecía una amplia evidencia que apuntaba a un ataque de Hamás, sino que, una vez que comenzó la operación del movimiento palestino, las FDI fueron incapaces de defenderse.
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Además, la naturaleza laboriosa e indiscriminada del contraataque de Israel, que al parecer causó importantes bajas entre civiles israelíes que las autoridades atribuyeron a Hamás, «erosionó gravemente la noción de invencibilidad e infalibilidad del sistema militar y seguridad israelí».
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Sin embargo, lo anterior fue solo el comienzo de lo que, a decir del columnista, equivale a la derrota estratégica de Tel Aviv ante Hamás. Cuando los israelíes procedieron a movilizar 300.000 reservistas en el enclave, al tiempo que la Fuerza Aérea arrancó una campaña de bombardeos contra la infraestructura civil de Gaza —incluidos hospitales, mezquitas, escuelas y campos de refugiados—, conmocionando al mundo por su letalidad e ignorando los preceptos fundamentales del derecho internacional humanitario, «Israel se dejó caracterizar como un practicante de genocidio».
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«Este es el núcleo de la victoria de Hamás: la derrota política de Israel en el escenario mundial, donde las simpatías rápidamente se alinearon con los pueblos de Gaza y Palestina y se alejaron de Israel», sentencia Ritter.
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Citando al estratega prusiano Carl von Clausewitz, que aseguró que la guerra es política, Ritter señaló que el movimiento palestino Hamás ha demostrado la máxima en toda su extensión, «logrando políticamente lo que sólo podría iniciarse con el uso crmiminal de la fuerza por parte de Israel contra el pueblo palestino».
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A todo lo anterior se suma un tercer factor: la pausa humanitaria que comenzó el 24 de noviembre gracias a la mediación de Catar y que se prolongó por tres días más, permitiendo la entrega de ayuda humanitaria a la población gazatí, así como el canje de 70 rehenes israelíes, en su mayoría mujeres y niños, por 210 presos palestinos sin delitos de sangre.
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Al respecto, el analista señaló que, después de asegurar que nunca aceptaría un alto el fuego o un intercambio de prisioneros con Hamás, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, repentinamente cedió ante la presión internacional. Sin embargo, señaló que una de las principales razones no es, como se piensa, la presión de Estados Unidos y sus aliados, sino el hecho de que las FDI estaban sufriendo pérdidas profundas en el campo de batalla de Gaza.
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Lo mismo a lo largo de la frontera de Israel con el Líbano, en donde Hizbulá realizaba operaciones militares en apoyo a Hamás, causando bajas materiales insostenibles, mientras que la moral de los soldados decayó a tal grado, que Israel tuvo que someter a consejo de guerra a dos oficiales que retiraron a sus batallones del frente por la presión de Hamás.
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De esa forma, para Netanyahu y su Gobierno sionista de extrema derecha, el alto el fuego fue una maldición, dijo Ritter.
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«Israel se vio obligado a firmar tal acuerdo con Hamás por una combinación de realidades geopolíticas y del campo de batalla», señaló.
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«Pero para un político asediado como Netanyahu, que ya se enfrentaba a una crisis política (…) por haber socavado el carácter independiente del Poder Judicial en un descarado esfuerzo por hacerse inmune al procesamiento por graves cargos de corrupción», agregó.
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Así, el armisticio permitió un instante de normalidad política dentro de Israel que, a su vez, dio pie a que la población comenzara a preguntarse quién es el culpable de la que es considerada como la mayor derrota de Tel Aviv en su historia.
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«Todos los dedos apuntaban a Netanyahu, lo que significaba que para sobrevivir políticamente, Netanyahu necesitaba volver a poner a su país en pie de guerra», asegura.