Columna de Valdir da Silva Bezerra | «En busca de matar una idea»: la peligrosa apuesta de Israel sobre el futuro de Gaza

Mientras 2023 roza su fin, Israel se adentra cada vez más en la Franja de Gaza, preparándose para la próxima etapa de su conflicto armado contra Hamás.
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Por el momento, las fuerzas israelíes han aislado a la ciudad de Gaza prácticamente en su totalidad. Sin embargo, conseguir los objetivos declarados por Israel no será fácil, mientras que los ataques militares de su Ejército en la región han provocado reacciones muy negativas en gran parte del mundo.
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Con todo, Tel Aviv opera un paraguas político para sus acciones en el terreno, como lo demuestra el apoyo incondicional de Occidente (en especial de los países del G7). Por otro lado, en el ámbito del conflicto, Hamás ha utilizado uno de sus principales activos locales, precisamente su vasta red de túneles subterráneos distribuidos por todo el territorio de Gaza, que han dado oportunidad de alojamiento para sus combatientes y suministros.
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Gran parte de esta infraestructura subterránea es desconocida. Lo que se sabe, sin embargo, es que los túneles fueron meticulosamente construidos para neutralizar la superioridad tecnológica de los militares israelíes. Por lo tanto, entrar a esa red subterránea se trata de una verdadera hazaña en todos los sentidos.
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En ese contexto, en la medida en que el país hebrero trata de implementar su estrategia de neutralización de Hamás, se enfrenta a un impasse reputacional, en vista del número de bajas entre la población civil palestina, resultado de sus operaciones militares.
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En medio de un conflicto marcado por diversas atrocidades en el terreno y a la vista de todos, el Ejército israelí parece estar listo para una guerra prolongada y de desgaste, poniendo en riesgo sobre todo al pueblo palestino en Gaza.
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Mientras tanto, algunos intentan justificar el alto número de víctimas en la región desde el inicio de las operaciones distinguiendo entre civiles y soldados en algunas áreas afectadas por los ataques.
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No obstante, esa es una justificación muy problemática, tomando en cuenta que incluso los mismos mercados, hospitales y escuelas han sido víctimas de la destrucción desde el inicio del conflicto. Además, hay un número desproporcional de personas fallecidas compuesto por mujeres y niños, que están lejos de cumplir el perfil de un combatiente típico de Hamás, por decir lo menos.
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En este aspecto, Tel Aviv parece imitar el comportamiento de su principal aliado político: Estados Unidos, que durante la guerra de Vietnam también asesinó a un número interminable de civiles bajo la justificación de neutralizar a los combatientes del Viet Cong (Frente Nacional de Liberación del país del sudeste asiático).
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En cualquier caso, además del golpe reputacional, Israel también se enfrenta a las dificultades militares que supone intentar neutralizar a Hamás, precisamente por los túneles ya mencionados –que el Gobierno de Tel Aviv dice estar dispuesto a destruir–. De hecho, en 2021, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) afirmaron haber destruido más de 100 de estos canales subterráneos mediante ataques aéreos.
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Aún así, curiosamente en 2023 estos mismos túneles siguen siendo el principal objetivo alegado por el Gobierno de Tel Aviv dentro del ámbito de sus operaciones.
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Independientemente de cuál sea el caso, todos los aspectos de esta nueva guerra clandestina favorecen al bando en resistencia. Esto se debe a que Hamás conoce muy bien sus túneles y entonces tendrá oportunidades de atacar por sorpresa, controlando tanto el momento como la naturaleza de los combates.
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Además, Hamás seguirá recibiendo apoyo financiero e incluso armamentístico de Irán, lo que sitúa el conflicto en una perspectiva más amplia. Aquí estamos hablando precisamente de la rivalidad regional entre Teherán y Tel Aviv. Después de todo, desde la Revolución islámica de 1979 ha surgido un clima de tensión política entre los dos países.
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El gobierno iraní, con su retórica abiertamente antiisraelí y su participación en la promoción de grupos como Hamás en la Franja de Gaza y Hizbulá en el Líbano, siempre ha suscitado preocupación en Tel Aviv, que, a su vez, ha recurrido a la ayuda de Estados Unidos, país con el que Irán tampoco mantiene buenas relaciones.
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Al mismo tiempo, más allá del contexto geopolítico, en Gaza no se debe pasar por alto el grado de apoyo de una parte de la población palestina al grupo Hamás.
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Por lo tanto, el futuro de los combatientes y de los propios civiles acaba quedando en cierto modo interconectado.
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Incluso, muchos han señalado que el contexto mismo detrás de los ataques de Hamás del 7 de octubre fue el resultado de años de opresión y diversas restricciones impuestas por el Gobierno israelí a la población residente en Gaza.
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Si retrocedemos algunas décadas en el tiempo, a su vez, veremos también que la fundación del Estado de Israel, tres años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, se produjo en paralelo a un proceso de desplazamiento forzado de miles de palestinos de la región, muchos de los cuales se marcharon sólo con la promesa de que regresarían a sus antiguos hogares en un futuro incierto, o que recibirían alguna compensación por el traslado, lo que finalmente no se produjo.
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Por si fuera poco, también tuvimos la Resolución 242 de 1967, apoyada unánimemente por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, exigiendo que Israel se retirara de los territorios palestinos que había ocupado tras la guerra árabe-israelí de ese mismo año.
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En los próximos meses, mientras la comunidad internacional observa cada vez más de cerca lo que está sucediendo en Gaza, el compromiso de Israel con los derechos humanos y la paz en la región será objeto de un intenso escrutinio.
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Después de todo, los resultados de las decisiones tomadas hasta ahora por el Gobierno de Tel Aviv parecen contradecir este compromiso, convirtiéndose en un factor de acalorada discusión no sólo en los países árabes, sino en el resto del mundo.
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En resumen, Israel tendrá dificultades para racionalizar y justificar sus ataques, dado el creciente número de víctimas civiles en Gaza, en constante y vertiginoso aumento.
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En consecuencia, el conflicto se convierte simultáneamente en una batalla militar y psicológica. A medida que aumenta el número de muertes entre palestinos sin ningún vínculo con Hamás, se crea en la mente de muchos de quienes presenciaron las tragedias en Gaza un ambiente propicio para la idea de venganza contra Israel.
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Por tanto, incluso si el Gobierno del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, acaba controlando toda la región y es capaz de neutralizar definitivamente a Hamás, lo que queda por abordar es quizás el principal problema. Es decir, la imposibilidad de matar una idea.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Valdir da Silva Bezerra – Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Estatal de San Petersburgo. Miembro del Grupo de Investigación sobre Relaciones Internacionales en Asia de la Universidad de Sao Paulo (NUPRI-GEASIA). Investigador del Grupo de Estudios sobre los BRICS de la Universidad de Sao Paulo (GEBRICS-USP)

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