Columna de Marcela Abedrapo Iglesias | Jesús nace en Palestina

Algunos analistas internacionales calculan 10 mil niños muertos, entre los 23 mil palestinos asesinados por Israel. Los más cautos señalan que serían más de 8 mil. ¿Cuántos le bastan al mundo para conmoverse? Niños tiritando por el horror, el dolor, el estruendo, la sangre y el polvo, mutilados de piernas o brazos, buscando a sus padres bajo los escombros. Nada, ninguna forma de relatarlo puede siquiera acercarse un poco a la realidad que a esta hora, en este minuto se vive en la tierra en que nació Jesús.

Una madre desesperada grita que sus hijos se murieron sin comer, “somos pobres, qué más quieren, ¿por qué nos hacen esto? Los niños se han muerto sin comer”. Mi abuela Sara cuando nos recibía nos llenaba de comida, se esmeraba en hacer los mejores rellenos árabes, el más rico arroz con berenjenas o lo que hubiera, y no podían faltar esos dulces llenos de almíbar, porque su cariño siempre lo manifestaba a través de la cocina. Quería que todos estuviéramos felices alrededor de la mesa, compartiendo un rico plato de lo que fuera. LOS NIÑOS SE MURIERON SIN COMER. Me la imagino a ella y el dolor es inconmensurable.

Niños vivos mutilados y huérfanos, que pasan hambre, sed, enfermedades y mucho frío, que se preguntan si es mejor vivir o morir. Permanecen en carpas, porque sus casas fueron convertidas en polvo tras los bombardeos que caen a diario. Eran las viviendas que sus padres, desplazados de sus tierras desde 1948, habían logrado construir en Gaza, ese espacio de la Tierra que les fue asignado luego del establecimiento del Estado de Israel.

Niños aterrorizados, de 8 o 10 años, algunos con más edad, otros con menos, llevados por soldados armados hasta los dientes, acusándolos de terroristas y encerrándolos en cárceles donde la tortura es permanente. Allí se quedarán 5, 7, 9 años, y serán liberados ya jóvenes adultos, sin saber lo que es infancia.

Lloro, lloro al pensarlo y tengo tanta rabia por llorar, porque tengo las manos atadas y no puedo hacer mucho más, mucho más que ir a una marcha, mucho más que leer una carta, mucho más que enarbolar la bandera de cuatro colores del lugar al que nos han negado a cuatro generaciones regresar.

No basta con llorar y hago lo más que esté a mi alcance. No sé qué más hacer. Todo es insuficiente, porque los niños mueren. Hoy, en navidad, hay nuevos niños muertos, secuestrados, torturados, arrebatados de la felicidad de la vida. ¡Qué puedo hacer Dios, explícame! Si tu hijo nació en Belén, ¿por qué mueren sus hermanos?

Cada niño recuperado de los escombros es una esperanza y nos aferra al amor. La crueldad del nazi-sionismo es sólo de alguna gente. La Humanidad completa debe vencer al horror. La lucha por la paz es por la vida, porque Jesús nace todos los días en Palestina.

LA OPINIÓN DE LA AUTORA NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Marcela Abedrapo Iglesias – Concejala de La Florida. Licenciada en Historia y Doctorante en Estudios Transdisciplinares Latinoamericanos. Fue dirigente secundaria en el Liceo 1, y universitaria en la Universidad de Chile y UAHC. Militó en las JJCC desde los 15 años y hoy es miembro del Partido Comunista.

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