Estados Unidos habría pedido a China que inste a Irán a frenar a los ataques contra buques comerciales en el mar Rojo llevados a cabo por los hutíes, grupo rebelde de Yemen presuntamente respaldado por el país persa; sin embargo, ha habido pocas señales de respaldo de Pekín, informó este 24 de enero el diario británico ‘Financial Times’.
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Según el reporte, las autoridades norteamericanas plantearon la cuestión a altos funcionarios chinos durante los últimos tres meses. Pero a pesar de esfuerzos como los del asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, hay escasos indicios de que China haya presionado a Irán para contener a los hutíes más allá de la diplomacia común.
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La presión diplomática sobre Pekín se produce en un momento en que Washington y sus aliados, especialmente el Reino Unido, siguen bombardeando posiciones de los hutíes en territorio continental de Yemen, en respuesta a al menos 33 ataques hutíes contra buques comerciales que transitan por el mar Rojo desde mediados de noviembre.
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Un funcionario estadounidense no identificado declaró al Financial Times que ha habido «algunos indicios» de implicación china en el asunto, pero no de forma significativa.
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El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, declaró el 23 de enero que su país «acogería con satisfacción un papel constructivo por parte de China, utilizando la influencia y el acceso que sabemos que tienen […] ayudaría a frenar el flujo de armas y municiones a los hutíes».
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Liu Jianchao, jefe del departamento internacional del Partido Comunista de China, que ha estado en contacto con funcionarios estadounidenses sobre este asunto, viajó a Irán en diciembre, días después de la cumbre bilateral entre el presidente Joe Biden y su homólogo chino, Xi Jinping, en San Francisco. Pero muy poco ocurrió por parte de Pekín, según Washington.
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El exanalista y experto en relaciones con China de la CIA, Dennis Wilder, de la Universidad de Georgetown, declaró al medio que Pekín «trabajó asiduamente» para cortejar a las naciones de Oriente Medio, incluido Irán, para obtener beneficios económicos y geopolíticos. Sin embargo, se mostró «muy reticente a utilizar su limitada influencia sobre la República Islámica de forma que favorezca los intereses de Estados Unidos sin beneficiar a China».
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Suzanne Maloney, jefa de estudios de política exterior de la Institución Brookings, comentó que había tratado el tema con expertos chinos y no detectó ningún interés serio en ayudar.
«Creo que lo que han deducido […] es que se trata de una crisis que está empantanando a EEUU y a sus socios y que no ha tenido un impacto significativo en el transporte marítimo chino», señaló.
La embajada china en Estados Unidos dijo no tener detalles de los intercambios con Liu, pero aseguró que su nación está preocupada por la «escalada de tensión» en el mar Rojo.
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El portavoz Liu Pengyu declaró que esto afecta los intereses comunes de la comunidad internacional y que China instaba «a las partes relevantes a desempeñar un papel constructivo y responsable en el mantenimiento de un mar Rojo seguro y estable».
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El movimiento Ansarolá (hutíes), que controla una parte de Yemen, proclamó el 19 de noviembre que atacará cualquier barco relacionado con Israel, como respuesta a los ataques israelíes a la Franja de Gaza, e instó a otros países a retirar sus tripulaciones de esas embarcaciones y a no acercarse a ellas en el mar.
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Numerosos ataques hutíes con drones, misiles antibuque y misiles de crucero contra navegantes en el mar Rojo empujaron a grandes compañías navieras a desviar sus barcos a rutas alternativas, lo que encarece inevitablemente el transporte.
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El 18 de diciembre, Estados Unidos puso en marcha la operación multinacional Guardián de la Prosperidad, con la participación de más de 20 países, para proteger la seguridad en esta zona clave para el comercio internacional, pero esta medida no disuadió a los hutíes.
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Desde mediados de enero, Washington lanzó en coordinación con el Reino Unido y otros aliados varias rondas de ataques contra objetivos de Ansarolá en Yemen. Los hutíes califican esos bombardeos como una barbarie terrorista y una agresión premeditada que no tiene justificación.