Hace 192 años, un 25 de abril, nació la profesora Antonia Tarragó González, pionera de la educación femenina en nuestro país. Fundadora del Liceo Santa Teresa en 1864, su labor se consagró con la firma del Decreto Amunátegui de 1877, que permitió a las mujeres acceder a la educación universitaria. Para Ariadna Biotti, historiadora de la Universidad de Chile e investigadora del Archivo Central Andrés Bello, Tarragó no solo educó, sino que también preparó a las mujeres para ser ciudadanas activas, dejando un legado duradero en la lucha por la igualdad educativa.
El aniversario del natalicio de la profesora Antonia Tarragó González (1832-1916) brinda una valiosa oportunidad para reflexionar sobre su significativo aporte al avance de la educación femenina en Chile. Como fundadora del Liceo Santa Teresa en 1864, su visión fue esencial para configurar un cambio paradigmático en la sociedad chilena, fomentando un modelo educativo que equiparaba la educación de las mujeres con la de los hombres, mucho antes de que se considerara algo común.
Su lucha por el reconocimiento académico y profesional de las mujeres culminó con la promulgación del Decreto Amunátegui en 1877, que abrió las puertas de la educación universitaria a las mujeres en Chile. Según Ariadna Biotti, historiadora del Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile, «Tarragó no solo fue una educadora, sino una visionaria que comprendió que la educación de las mujeres transformaría no solo sus vidas, sino la de toda la sociedad«.
Esta visión fue evidente cuando una de sus discípulas se convirtió en la primera en rendir los exámenes que validaban los estudios secundarios de las mujeres en nuestro país, lo que las habilitaba para entrar a estudiar a la Universidad. La alumna de Tarragó, Beatriz Villalón Boza, se presentó el primero de marzo de 1877, apenas aprobado el Decreto Amunátegui, en el Instituto Nacional, entidad encargada de tomar y evaluar estas pruebas, y culminó el 8 de marzo, obteniendo la máxima distinción. «La coincidencia de estas fechas con el Día Internacional de la Mujer no hace sino enfatizar la importancia de su lucha en el contexto del feminismo», añade Biotti.
La discípula de Tarragó aprobó los exámenes, pero no entró a la Universidad, y, a la fecha, es un misterio qué sucedió con ella. Cuatro años después, en 1881, los rindió Eloisa Díaz, quien se conviertió en la primera mujer en cursar estudios superiores en el país, luego de entrar a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile.
Una cruzada por el acceso de la mujer a la educación
La cruzada de Tarragó por una educación igualitaria y de calidad para las mujeres fue una también contra los prejuicios de su tiempo. En sus propias palabras, «la mujer y el hombre compartían un mismo nivel de inteligencia, lo que diferenciaba sus capacidades era la educación recibida«.
Este pensamiento fue la base de sus argumentos presentados en numerosas ocasiones ante el Consejo de Instrucción Pública, donde abogó por años por el derecho de sus alumnas a rendir exámenes que les permitieran acceder a la educación universitaria.
Su lucha no fue fácil. «A pesar de enfrentarse a una oposición considerable, Tarragó nunca desistió de su misión, demostrando que su compromiso con la educación femenina iba más allá de las aulas; era un verdadero acto de transformación social», explica Biotti.
Su relación con la Universidad de Chile
La relación de Tarragó con la Universidad de Chile fue fundamental, ya que desde su posición desafió las normas establecidas y colaboró activamente en la configuración de políticas que integraron a las mujeres en el ámbito académico superior. El rol de la Casa de Bello en este proceso fue crucial. Según Biotti, «la Universidad fue un campo de batalla donde se libraron muchas de las luchas intelectuales y administrativas que permitieron a las mujeres acceder a la educación superior. Fue también un lugar donde Tarragó encontró aliados y, a veces, opositores que desafiaron su visión».
La historia de Antonia Tarragó es también la historia de una perseverancia extraordinaria frente a la adversidad. Hasta el final de sus días, vivió modestamente, pues el Estado le quitó financiamiento a su liceo de niñas y tuvo que cerrar. Solo fue apoyada por sus exalumnas que reconocían su invaluable contribución. «La historia de Antonia es un claro ejemplo de cómo la educación puede ser una herramienta de emancipación y progreso. Su historia sigue inspirando no solo a nuestra comunidad universitaria, sino a todo el país«, concluye Biotti, quien continúa sumergiéndose en centenarios archivos para encontrar información de estas pioneras olvidadas.
El Decreto Tarragó
El Decreto Amunátegui, promulgado el 6 de febrero de 1877, fue un hito crucial en la historia educativa de Chile, ya que permitió -por primera vez- que las mujeres accedieran a la educación universitaria. Nombrado así por Miguel Luis Amunátegui, ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, el decreto fue resultado de intensos debates y luchas lideradas por educadoras como Antonia Tarragó, quienes abogaron por los derechos educativos de las mujeres. Esta norma, además de permitir el ingreso de las mujeres a la universidad, estableció la construcción de liceos fiscales. En 1891, en Valparaíso, se fundó el primer liceo estatal de niñas, el Instituto Carlos Waddington.
Gracias a este tipo de avances, el porcentaje de estudiantes mujeres en la Universidad de Chile alcanzó por primera vez el 50% en 2007, siendo mayoría el contigente estudiantil femenino desde el 2017 a la fecha. Para la profesora Leonor Armanet, directora del Departamento de Pregrado del plantel, «las mujeres nos hemos ido incorporando crecientemente a la educación superior a través de los años, lo que no sería posible sin ese primer impulso de Antonia Tarragó que se concretó en el Decreto Amunátegui”.
Armanet, quien además es académica de la Facultad de Medicina, agrega que, «en el caso de la U. de Chile, el aporte de las mujeres a la comunidad universitaria y luego al país ha sido notable, y con los años ha implicado desafíos que se van renovando, tanto en el ingreso como en el trabajo en torno a la igualdad de género y no discriminación en los distintos ámbitos de la vida universitaria. En cifras, si el año 2002 ingresó un 45% de mujeres a la Universidad, lo que estaba por debajo de las proporciones por sexo del país, desde el año 2017 a la fecha, la matrícula femenina en primer año ha estado en torno al 53%, lo que está más cerca e incluso sobrepasa la representación de las mujeres en la población nacional”.
Por todo lo anterior, Ariadna Biotti sostiene que hay una deuda cultural e histórica pendiente: que el Decreto sea reconocido por el nombre de su precursora significaría un avance importante hacia la visibilización y reconocimiento de las luchas, el trabajo y presencia histórica de las mujeres.