Oceanógrafos noruegos y del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) observaron una impactante matanza a gran escala de peces capelán por parte del bacalao del Atlántico, al punto de afectar el proceso migratorio natural.
El cardumen o banco de bacalaos superó al de capelanes y en un tiempo récord devoró a más de 10 millones de ellos en alta mar, lo que representó más de la mitad de las presas que se vieron atrapadas. La aniquilación registrada, que duró apenas unas horas, es considerada como una de las más grandes que se hayan captado, según la investigación publicada este martes en Nature Communications Biology.
«En nuestro trabajo estamos viendo que los eventos catastróficos de depredación natural pueden cambiar el equilibrio local depredador-presa en cuestión de horas», dijo Nicholas Makris, profesor de ingeniería mecánica y oceánica en el MIT, a la revista universitaria.
El suceso fue captado y cuantificado instantáneamente a través de técnicas de detección acústica subacuática multiespectral de área amplia.
¿La unión hace la fuerza?
En el océano, el dicho popular de que la unión hace la fuerza no siempre es válido. Los grandes grupos de peces no necesariamente sobreviven mejor al estar juntos; en ciertos casos, por el contrario, se convierten en un objetivo más atrayente para los depredadores.
Cada año, durante la temporada de desove, miles de millones de peces capelanes migran desde el borde de la capa de hielo del Ártico hacia la costa de Noruega, en el sur, lugar que también es una de las principales paradas migratorias de su gran depredador, el bacalao del Atlántico, que durante su viaje se alimenta de capelanes.
En esta oportunidad, se pudo registrar que los capelanes se agruparon hasta formar un cardumen enorme, que se extendía por decenas de kilómetros. Y a medida que creaban así un ‘punto caliente’ ecológico, los bacalaos se unieron en respuesta y formaron otro banco aún más grande, que devoró a los primeros.
Los expertos consideraron que es poco probable que el capelán, como especie, se vea debilitado por el ataque, ya que el cardumen representaba apenas el 0,1 % de toda su población. Sin embargo, a medida que el cambio climático avance y la capa de hielo en el Ártico retroceda, los capelanes tendrán que nadar más lejos para poner sus huevos, haciéndose más vulnerables a la depredación.
Makris afirmó que la depredación ‘catastrófica’ natural de una especie clave podría conducir a consecuencias dramáticas para ella y, en consecuencia, de muchas otras que a su vez dependen de ella.