Esta columna quiere resumir una vorágine que se ha convertido en erupciones sociopolíticas globales, de difícil asimilación y seguimiento. En la segunda parte, busca avizorar el camino de unidad indoamericana para afrontar la incertidumbre en términos de colaboración regional.
Intentando desentrañar el caos
Cuando el mundo se convulsiona por la guerra monetaria y comercial que ha emprendido el Presidente Trump en contra de China; cuando Estados Unidos, auto erigido a partir de los 90, como superpotencia policial en un orden mundial unipolar, un sistema donde han primado los intereses de las corporaciones multinacionales, lo que se reflejó en la Organización Mundial del Comercio, un orden de supuesto libre mercado, pero conducente a la concentración del comercio en más de un 60%, a nivel de gigantescas organizaciones supranacionales; concebido para mantener la dominación sobre los demás países y eternizar las economías extractivas en una suerte de neocolonialismo; ese sistema unipolar con un hegemón pretoriano implantando la fuerza, deja hoy en evidencia toda su fragilidad frente al gigante asiático y a Rusia, tanto en el terreno comercial, tecnológico y geopolítico.
En el escenario del último mes, se observa cómo EEUU se debate entre la recesión inminente y el intento voluntarioso de Trump de caminar hacia una autarquía, pero dándose cuenta – ahí vienen sus contramarchas- que la interdependencia es una espada de Damocles que como un boomerang castigará la situación de su pueblo, desamparado socialmente y empobrecido. Cuando la guerra arancelaria muestra sus retrocesos, está demostrando impericia e improvisación de los asesores de Trump. Esto hace ver que el hegemón ya no puede seguir siéndolo, que no tiene capacidad productiva ni tecnológica para seguir los trancos seguros de una China dual, donde un Estado fuerte y coherente planifica el desarrollo con toda la energía corporativa del sector privado, en una praxis sorprendente que crece en megaproyectos gigantescos, gracias a la inversión pública, las joint ventures, y la concurrencia de la industria de los países anfitriones, con un crecimiento de la economía china que- en términos pesimistas- se proyecta en un 3,8% anual.
Del lado norteamericano, se viene la crisis de su deuda externa, la necesidad próxima de reprogramar con los acreedores, con los tenedores de bonos soberanos. los más de 36 billones de dólares de deuda estadounidense, de los cuales 8,6 billones (un billón son mil millones) están en manos de gobiernos extranjeros, mientras que el resto lo tienen acreedores estadounidenses, empezando por la propia Reserva Federal.Y, paradójicamente, es China el principal sostenedor de esa hiper deuda fiscal. El fracaso de la ofensiva de Trump en su guerra comercial, demuestra que el poderes una percepción. Y China y Rusia no han comprado el bluf de este negociador empresario y su debilidad va quedando de manifiesto.
China ha jugado con las reglas del juego de occidente, pero ha sabido internalizar en progreso interno su crecimiento, proyectándose hacia el mundo como un socio amable, ofreciendo inversiones en infraestructura y sin intervenir en las decisiones política internas de cada país socio. Del lado americano, los errores de una potencia que practicó la política del gran garrote, pero dejó que su industria migrara para lograr más utilidades a China y el Asia Pacífico, todo ello es el pesado lastre que las élites globalistas del Partido Demócrata le han dejado a Trump. Se podría intuir que está rodeado de quinta columnas que atornillan al revés y apuestan a inmovilizarlo. Pero las incoherencias en materia de Estado, está significando hoy que a Trump le resulta inviable esa aspiración de sustituir importaciones y de nivelar su balanza comercial. Sus aranceles encarecen los precios al consumidor y esto significará inflación. Si el dólar se deprecia puede ganar una ventaja para exportar, pero en el frente interno se viene la convulsión social. Sus acciones supremacistas en contra de la migración han sido otro disparo en el pie. Porque la mano de obra latina es crucial para mover sobre todo la agroindustria. Porque, finalmente, los procesos industriales, tal como se concibieron en la globalización, dependen de esa logística just in time que significa un despiece de componentes que provienen de diferentes países, en un rompecabezas colosal que se definió como modelo de negocios-país.
En lo geopolítico, el laboratorio de la guerra de Ucrania, OTAN contra Rusia, ha demostrado la superioridad tecnológica de Rusia y la OTAN ha ido perdiendo credibilidad en la medida que su maquinaria de guerra resulta obsoleta frente a la innovación de Rusia. Y no es de armamento nuclear de lo que se habla, es de misiles hipersónicos que occidente no tiene, lo que deja a Europa vulnerable, lamentando haber seguido esa guerra impulsada por Gran Bretaña y que Joe Biden impulsó en un afán de desmembrar a Rusia, ambicionando sus enormes recursos naturales. Hoy es Europa la que debe pagar la derrota de Ucrania, mientras EEUU intenta un acuerdo de tierras raras, pero es Rusia la que está ganando la guerra y lo llamados telefónicos no han alterado los objetivos estratégicos rusos. La sensación de que se caminaba al fin de la guerra era más bien una expresión de deseo, porque los poderes fácticos de eso que dan en llamar “el Estado Profundo” sigue moviendo engranajes para que siga la guerra y su dantesco negocio.Esto es a gruesas pinceladas el torbellino que se vive y que, a la distancia, tratamos de visualizar como indoamericanos.
México y la propuesta de Unidad Indoamericana
En un escenario complejo, con multiplicidad de variables que fluyen en diversos sentidos, los países del Sur Global, reflotan la doctrina de los no alineados que surgiera en la guerra fría, donde la UNCTAD 1972 en Santiago de Chile fue un hito histórico.
La presidenta de México,Claudia Sheinbaum Pardo, en su discurso en la IX Cumbre de la CELAC – Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe- en Honduras, impactó con una propuesta que apunto a la unidad de nuestros pueblos para hacerle frente común a la incertidumbre presente. Ella afirmó ante líderes de Latinoamérica y el Caribe que en «momentos de cambios profundos en el comercio mundial» hay que recordar que la región es «una comunidad de destino, unida por la historia, por la diversidad, la resistencia y, sobre todo, por los sueños de justicia».»Una región más unida es una región más fuerte, que puede articular soluciones y propuestas concretas de integración regional y acciones de cooperación en comercio, educación, ciencia, desarrollo tecnológico, energías limpias, conservación de la biodiversidad con la visión de construir siempre sociedades más igualitarias.
Gabriela presente
Cuánto sentido tiene el mensaje de la Presidenta de México en estos momentos de tensión. Me hizo recordar la voz americanista de Gabriela Mistral, la gran poeta y educadora que trabajó en la Reforma Educacional de México entre 1922 y 1924. Con una vivencia concreta del nuevo continente, pudo escribir: “la capacidad productiva y exportadora de América Latina enriqueció a sus oligarquías y al capital inglés y después norteamericano asociado con ellos, y consolidó y reafirmó el dominio del latifundio sobre el espacio agrícola latinoamericano. Todo ello significó un crecimiento económico empobrecedor para las mayorías rurales”. Todo cobra sentido cuando se descubre la coherencia del pensamiento humanista mexicano, al cual tanto aportó nuestra poeta y premio Nobel de Literatura1945.
Porque en este clima de cambios, el intervencionismo imperialista está buscando dominarnos a como dé lugar y ha sido México quien ha frenado en seco a Donald Trump y rayado la cancha de unas relaciones internacionales de colaboración, en respeto a la soberanía y teniendo como faro siempre, el bienestar del pueblo. Claudia Sheinbaum ha ganado un sitial en el tablero geopolítico. Ya la Vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, ha señalado que ella “es la Presidenta de todas las mujeres latinoamericanas”.
Percibo que están brotando lazos ancestrales que nos hermanan, para construir un ariete de resistencia regional ante cualquier injerencia imperial que quiera someternos.
Para generar puentes de cooperación con unidad en la acción. La transición de un sistema unipolar, con la decadencia imperial norteamericana, hacia un sistema donde el poder se distribuya y alcance equilibrios razonables y en derecho para una paz justa.
En esta Semana Santa 2025, las mujeres y hombres de nuestro continente de la Esperanza, debemos elevar mentes y corazones, para desmantelar la odiosidad de los poderes fácticos y sus esbirros, para reivindicar las fortalezas disgregadas por nuestra América latina, recuperando las raíces y nuestro tejido social indoamericano. La cooperación, en respeto a la soberanía es el nuevo humanismo que nos plantea la historia.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Hernán Narbona – Corresponsal diario La Razón / Valparaíso, Chile