Con el constante aumento del consumo interno en China, el país importa ahora más de nueve millones de barriles de petróleo diarios y cada vez más gas natural. Así que con EEUU cerrándole el grifo a Irán e iniciando una guerra comercial, las soluciones de un país tan grande como China podrían redibujar los mercados, según publica el Financial Times.
Nick Butler, miembro del Instituto de Políticas del King’s College de Londres, explica al periódico que en estos momentos son dos las herramientas que utiliza Estados Unidos para reivindicar su poderío.
Por un lado, los aranceles con China «que afectan a todo desde lavadoras a arroz, pasando por pelotas de béisbol».
Por el otro, las sanciones contra Irán mediante las que se prohíben a terceros países comerciar con la nación persa si no quieren sufrir las consecuencias. Al principio esas sanciones excluyen temporalmente a toda una serie de países, incluidos la India y China. Pero desde mayo ese periodo de gracia ha concluido. Es precisamente el hecho de que ahora para Irán sea más complicado sacar rédito de su petróleo lo que perjudicará a China.
«Las importaciones chinas de petróleo han aumentado rápidamente durante la última década. En el país están registrados más de 300 millones de vehículos a diésel o gasolina, a lo que se añade el creciente consumo aéreo. El petróleo se ha vuelto algo inherente a la actividad económica y es esencial para satisfacer las necesidades de consumo de la creciente clase media china», advierte el profesor del King’s College de Londres.
¿Y qué tienen que ver las sanciones a Irán? El 44% de las importaciones petroleras de China proviene de Oriente Medio. Y como con el tiempo Estados Unidos se vuelve más y más autosuficiente energéticamente gracias al ‘boom’ de su crudo y su gas de esquisto, el petróleo de Oriente Medio acaba sobre todo en Asia, y no en Estados Unidos. «Si a Irán le cortan el comercio con su petróleo mediante sanciones o mediante un conflicto que cierre el estrecho de Ormuz, China será de los primeros en sufrir las consecuencias», advierte Butler.
La situación se agrava porque no existe indicio alguno que apunte a que se solucione el conflicto entre Irán y EEUU. Donald Trump rechazó el acuerdo que alcanzaron su país y Teherán en 2015. Ambos países cargan a sus espaldas con un largo historial de décadas de malas relaciones. Difícil será que algo que no sea un cambio profundo de gobierno satisfaga a Washington, advierte Butler.
«A corto plazo, lo más probable es que China compre todo el crudo que necesite, lo cual sin duda hará que suba el precio del petróleo en todo el mundo. Las importaciones del país superaron los 10 millones de barriles por día en abril de repente, probablemente para que aumentasen las reservas por si se viene una crisis», razona.
¿Y a largo plazo? La dependencia energética de China se traduce en exportar. Las exportaciones de fuentes de energía han sido claves para el éxito económico del gigante asiático. Si quiere seguir la misma estela de éxitos, China «probablemente adoptará una política más mercantilista», señala el profesor. Lo que a su vez se traduce en más acuerdos bilaterales entre Estado y Estado, regateando precios y ofreciendo todo lo que China puede ofrecer: desde préstamos baratos hasta apoyo político y suministro de equipo militar.
«Un plan de comercio bilateral de petróleo serio incluiría invertir y ser propietario directo de las fuentes [de energía] y el desarrollo acelerado de las empresas chinas en multinacionales capaces de encontrar y producir recursos energéticos por todo el mundo».
«Para el resto del mundo ese movimiento será peligroso», añade. Porque si comienza a hacerse con unos nueve o 10 millones de barriles de crudo al día mediante la firma de acuerdos bilaterales, el mercado que quede será más pequeño y, probablemente, más volátil, concluye.