Los científicos de la NASA crearon un modelo de 50 millones de combinaciones de asteroides que podrían tocar a la Tierra y lo compararon con el meteorito de Tunguska que impactó en Siberia para mitigar las posibles amenazas futuras.
Cada día centenares de rocas golpean la atmósfera terrestre. La mayoría de ellas se desintegra convirtiéndose en estrellas fugaces sin dañar la superficie de la Tierra. Sin embargo, existe la posibilidad de impacto de una roca de un tamaño lo suficientemente grande para atravesar la atmósfera y causar graves daños a una cierta área.
Exactamente eso mismo sucedió hace 111 años, cuando un meteorito tocó la tierra cerca del río Podkámennaia en Siberia, Rusia. La mañana del 30 de junio de 1908, una enorme bola de fuego cruzó el apacible cielo de la taiga rusa. Poco después se produjo una fuerte explosión que fue registrada por numerosas estaciones sismográficas de Rusia y de todo el mundo.
La explosión arrasó un área de 2.150 kilómetros cuadrados de bosque. En los días siguientes, los habitantes de Europa fueron testigos de una serie de fenómenos extraños, tales como nubes luminosas, coloridas puestas de sol e inusuales luces durante las noches. Sin embargo, la primera expedición científica llegó al lugar de los hechos solo 19 años después.
«El bólido de Tunguska es el mayor impacto cósmico del que han sido testigos los humanos modernos», dijo David Morrison, investigador de la NASA.
Agregó que probablemente sea de impactos de este tipo de los que los humanos tendrán que protegerse en el futuro.
Cómo estudiar los meteoritos que impactan en la Tierra
El bólido de Tunguska se convirtió en un asunto misterioso porque no fueron encontrados los fragmentos ni el cráter. Tampoco existen fotos del supuesto asteroide. La investigación de este meteorito ha sido posible gracias a otro que cayó el 15 de febrero de 2013. Aquel día, el meteorito —más pequeño, pero también impresionante— estalló en la atmósfera cerca de la ciudad de Cheliábinsk, Rusia.
Este impacto fue altamente documentado, lo que crea la oportunidad de aplicar tecnologías de modelo por computadora contemporáneas.
Los investigadores reconstruyeron el tamaño original, el movimiento y la velocidad del objeto de Cheliábinsk. Los resultados revelaron que la fuerza de la explosión no fue suficiente para destrozar árboles o edificios. Según los estudios, un objeto de este tamaño puede impactar la Tierra de 10 a 100 años en promedio.
Luego los investigadores utilizaron estas técnicas de análisis para revisar el bólido de Tunguska. Usaron datos sobre la caída de los árboles y la quema del suelo combinados con los de las ondas de presión atmosférica y señales sísmicas registradas en ese momento. Al final fue creado un análisis estadístico de más de 50 millones de combinaciones de asteroides que podrían producir daños a escala del Tunguska cuando se rompen a altitudes similares.
¿Qué ocurrió realmente?
La investigación reveló que el meteorito que cayó en 1908 era un cuerpo de piedra, no de hielo, que tuvo un diámetro de entre 50 y 80 metros. Entró en la atmósfera a una velocidad de 55.000 km/h, con una potencia de explosión de 10 a 30 megatones. Esto es unas 1.000 veces más fuerte que las bombas atómicas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki en 1945.
Asimismo, los científicos concluyeron que la frecuencia de los impactos de este tamaño y escala debe medirse en milenios, no en siglos, como se pensaba anteriormente.
Además, la nueva investigación ha hecho avanzar el conocimiento sobre los procesos que determinan cómo se rompen las grandes rocas del espacio al entrar en la atmósfera terrestre, según expresó Lorien Wheeler, miembro de la NASA.
«Los recientes avances en los modelos creados por computadoras, junto con los análisis de los eventos tales como el de Cheliábinsk, ayudan a mejorar nuestra comprensión de estos factores para que podamos evaluar mejor las amenazas potenciales de asteroides en el futuro», dijo.
De este modo, el bólido de Tunguska sigue inspirando a los investigadores modernos a mitigar las amenazas futuras.