Si aumenta la temperatura del agua, microorganismos que hoy forman pequeñas o insignificantes colonias podrían dominar estas latitudes, cuenta el oceanógrafo José Luis Iriarte.
Una vuelta a la tierra sin reabastecerse puede dar el Araon, el super rompehielos del Instituto Coreano de Investigación Polar, Kopri, por su sigla en inglés. Tiene 111 de largo y 19 de ancho, resiste 30 grados bajo cero de temperatura ambiente y tiene capacidad para 25 tripulantes y 60 científicos. Una flamante maravilla surcoreana de los mares, que fue construida entre el 2004 y 2010.
El oceanógrafo José Luis Iriarte, del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la U. Austral y Claudia Maturana, estudiante de doctorado en Ciencias de esa misma universidad, tuvieron el privilegio de participar en una expedición de 40 días, a bordo del Araon, desde Nueva Zelanda al Estrecho de Bransfield, en la Península Antártica, junto con colegas estadounidenses, españoles, surcoreanos y brasileños.
“Bajamos hacia el polo y estuvimos muestreando la Corriente Circunpolar Antártica en el Océano Austral”, cuenta Iriarte. “Muestreando” significó sacar agua cada cierto de tiempo. Para eso, el rompehielos tiene una bomba que succiona algunos cuantos litros de mar y los envía, a través del casco, a los laboratorios. “Cada 6 o 12 horas íbamos tomando una muestra de agua sin que el barco parara”, explica.
Fuente: Centro Ideal