LA PAZ – El expresidente de Bolivia, Carlos Mesa (2003-2005), el principal rival de Evo Morales de cara a las elecciones nacionales, es un intelectual de 66 años que parece creer ante todo en sí mismo. Su propuesta electoral es, en esencia, él mismo.
por Socio Informativo
Agencia de Noticias Sputnik
«Solo dos pueden ganar las elecciones, el candidato ilegal [Morales] y yo», ha dicho repetidamente Mesa en su campaña electoral, en la que hizo solo vagas propuestas de plan de Gobierno y se concentró en mostrarse como el único capaz de derrotar a Morales, planteando más un cambio de persona que de programa, cuyo contenido en su mayoría se desconoce.
El expresidente se promueve como la figura del cambio que necesitaría Bolivia.
«Ya es suficiente» ha sido su lema proselitista, dirigido contra lo que denunció como señales de que Morales estaría en camino de convertirse en dictador si vuelve a ser elegido jefe de Estado.
Comienzos
Carlos Diego de Mesa Gisbert nació en La Paz el 12 de agosto de 1953.
Hijo de padre y madre reconocidos en el país como prestigiosos historiadores y académicos, es la figura intelectual y de fácil palabra en la que parecen mirarse principalmente los sectores de clase media urbana que concentran la mayor oposición a Morales.
Antes de incursionar en la política, tuvo una carrera como periodista, historiador, cineasta y empresario de medios, en la que forjó una imagen de intelectual prestigioso, con algunos estudios superiores y hasta docencia universitaria, a pesar de que no tiene un título académico.
Aunque no fue militante, durante su juventud Mesa se acercó al socialdemócrata Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), histórico partido político boliviano, y recién en 2002, con 48 años, ingresó a la política activa, de la mano del millonario y dos veces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, del ala neoliberal de ese mismo partido, de quien fue vicepresidente.
«Hace años habría dicho que soy socialdemócrata, (…) pero las palabras ya no dicen lo que decían, izquierda, centro, derecha, estamos en una crisis del concepto y no me considero en absoluto de derecha ni de izquierda marxista», dijo en un reciente encuentro con prensa internacional.
Tras suceder en 2003 al renunciante Sánchez de Lozada, Mesa terminó renunciando también a la presidencia en junio de 2005, acosado por una ola de protestas y descontento porque no había cumplido promesas de nacionalizar los hidrocarburos y convocar a una asamblea constituyente.
Política sin ideología
Apartado de la política activa en los primeros años del ciclo de Morales, Mesa volvió a la escena en 2014 como vocero internacional de la «demanda marítima» que por entonces impulsaba Bolivia contra Chile en la Corte Internacional de Justicia, puesto en el que destacó por su gran capacidad oratoria y desde el cual nunca negó los rumores de que quería lanzar su candidatura.
Derrotada esa demanda en 2018, el expresidente entró a la carrera electoral sin partido, proclamando incluso que Bolivia necesitaba cambiar de generación y dejar atrás a los partidos tradicionales.
Así, formó su equipo político fundamentalmente con amigos y funcionarios de su pasado gobierno, pero terminó inscribiéndose como candidato del Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), un pequeño partido surgido de una antigua división del Partido Comunista de Bolivia, que había transitado desde unos orígenes de guerrillas hasta alianzas justamente con el MNR y con el exdictador militar, Hugo Banzer.
«Es una nueva forma de hacer política, ya no con partidos ni con ideologías sino con los ciudadanos», insistió Mesa al explicar a la prensa el nombre de Comunidad Ciudadana que puso a su alianza con el FRI.
La campaña terminaba dejando claro que Mesa es el candidato, el dueño de un programa de gobierno que pocos conocen, de las listas de candidatos parlamentarios y de otras decisiones; el FRI es solo una sigla prestada.
De hecho, poco se conoce de su programa de Gobierno, y su estrategia se ha basado en promoverse como la figura del cambio que precisa Bolivia.
La alternativa es democracia o dictadura, afirma.
Sin embargo, Mesa asegura que mantendrá casi intactos los avances de inclusión social y las bases de la política económica del actual Gobierno.
El expresidente no hizo presentaciones sistemáticas de un plan de Gobierno; al contrario, a lo largo de la campaña fue fijando posiciones contra los principales sucesos de actualidad, como los incendios forestales que aprovechó para criticar al Ejecutivo, o la propuesta federalista surgida desde un cabildo popular en Santa Cruz, que dijo estar dispuesto a considerar pese a haberse manifestado en contra durante su pasada presidencia.
Mesa habló de casi todo en la campaña, menos de denuncias de que habría cobrado más de un millón de dólares a Sánchez de Lozada para ser su vicepresidente, o las demandas de explicación de su orden de quemar todos los documentos referidos a gastos reservados durante su administración.
«No respondo a la guerra sucia», ha dicho insistentemente cuando se le consulta sobre estos temas.
Un total de 7.315.364 personas están habilitadas para votar en las elecciones nacionales de este 20 de octubre, según datos del Órgano Electoral Plurinacional.
De estas, 6.974.363 están habilitadas para votar en Bolivia, y 341.001 en el exterior del país.