La muerte del neoliberalismo en Chile obligó a su disfuncional presidente, Sebastián Piñera, a cancelar dos cumbres: la del Foro de la Cuenca del Pacífico (APEC) a mitad de noviembre, y la del Cambio Climático (COP25) a inicios de diciembre. La de la APEC era importante por las reuniones bilaterales de Trump con Xi Jinping y Vladimir Putin.
por *Alfredo Jalife-Rahme
Columnista – Agencia de Noticias Sputnik
Justamente, hace una semana señalé que «en forma coincidente, la revuelta chilena se gesta a unas pocas semanas de la cumbre de la APEC, que no sirve para nada en términos de concreciones, pero que se ha vuelto un relevante punto de contacto para los grandes actores del planeta que la aprovechan para reunirse en forma casual, como tiene o tenía contemplado Trump de juntarse en forma bilateral con el presidente ruso Vladímir Putin y con el chino Xi Jinping».
La APEC, una formulación anglosajona encabezada por Australia, sin las tres superpotencias EEUU/Rusia/China no sirve para nada, como tampoco ha servido la hilarante e inoperante Alianza del Pacífico, de Chile, Colombia, México y Perú. Especialmente, cuando el bloque económico de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés) de 16 países ha eclipsado a la Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) de la que se salió Trump.
El RCEP está encabezado por Pekín, donde brillan intensamente 10 miembros del ASEAN y participan China, India, Japón y la misma Australia.
Cabe apuntar que el bloque económico del RCEP, al que quizá algún día se acople la Unión Económica Euroasiática encabezada por Rusia, cuenta con cuatro países dentro de los 10 primeros del PIB global cuando se mide por su poder de paridad de compra (PPC): China, India, Japón e Indonesia. Constituye el mayor bloque económico del planeta y cuenta con la mitad del PIB global.
Según la consultora PwC, en los próximos 30 años el PIB combinado de China e India, los dos países más poblados del mundo, con más del 40% del PIB global, representará el 75% del PIB global.
Justamente, en su reciente ponencia en Sochi del Club Valdai, el presidente Vladímir Putin señaló la cada vez mayor relevancia de los 10 países miembros del ASEAN: Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Birmania, Tailandia, Brunéi, Vietnam, Laos y Camboya.
Para los mendaces medios anglosajones, todavía bajo el control de sus magnates neoliberales, importó más la suspensión de la reunión de Trump y de Xi para firmar la «primera fase» de un acuerdo comercial, que las dos cumbres canceladas de la APEC y del cambio climático por el atribulado presidente chileno Piñera.
En Rusia no parecen derramar muchas lágrimas por la cancelación de la cumbre de la APEC en Santiago de Chile, cuando pareciera que el presidente ruso Putin, el nuevo zar de Oriente Medio, y su homólogo estadounidense Trump —hoy bajo la espada de Damocles de la formalización de su impeachment en la Cámara de Representantes de mayoría demócrata— operan un condominio en Siria, en sustitución de los vetustos acuerdos Sykes-Picot de hace 103 años.
La cancelación de la cumbre de la APEC no inmutó tampoco a Trump ni a Xi. Actualmente, ambos buscan un nuevo lugar de encuentro para firmar la «fase uno», mientras las negociaciones prosiguen al ritmo acordado.
Ahora, Trump y Xi buscan afanosamente un lugar para reunirse lejos de los disturbios que tienen a Chile prácticamente en cuarentena militar.
A los líderes de China y EEUU no les afecta la cancelación de la APEC, que hace mucho no brinda resultados tangibles y que exhibe la fractura multipolar del planeta después de su malhadado inicio.
Hoy, los 21 miembros de la APEC, muchos de ellos antagónicos, han de estar aliviados de la cancelación chilena, que quizá marque el fin de un caduco foro que agoniza después de 30 años de inoperatividad y donde sus decisiones, cuando las hubiere, son adoptadas por consenso y son de carácter no vinculante.
Pareciera que a Trump, después del anuncio triunfal de haber liquidado al califa yihadista Baghdadi, le urge más el acuerdo comercial que a China, cuyos negociadores mostraron manejar mejor sus tiempos que el autor del simplista libro El arte de la negociación, Donald Trump.
Tampoco Trump asistirá a la Cumbre Asia Oriental, a celebrarse en Tailandia del 3 al 4 de noviembre y adonde enviará una representación de segunda categoría.
Lamentablemente, la agónica Alianza del Pacífico de cuatro despistados países latinoamericanos cautivó a un sinfín de cándidos mediante su tóxica propaganda. La moribunda alianza fue iniciativa por el entonces presidente del Perú, Alan García, quien se suicidó en fechas recientes.
En el mundo se operan profundos cambios tectónicos de la vieja geopolítica unipolar y su pernicioso modelo neoliberal y se gesta un nuevo reacomodo de los países de acuerdo con la tripolaridad en ciernes de EEUU/Rusia/China. Este nuevo modelo se detecta con sus giros tangibles en Latinoamérica, donde el cataclísmico modelo pinochetista neoliberal ha fenecido e, incluso, se pudiera afirmar que tardó demasiado en explotar.
Se pudiera argumentar que el inicio del nuevo latinoamericanismo de carácter antineoliberal inició en forma pacífica el 1 de julio de 2018, con el advenimiento del presidente antineoliberal confesó López Obrador.
Las miserias de toda índole, en particular las económicas y financieras en Latinoamérica, son muy similares: desde México pasando por Chile hasta Argentina. Solamente bastaba medir el índice Gini, que versa sobre la disparidad de pudientes y miserables, para percatarse de ello.
A final de cuentas, el modelo globalista neoliberal fue impuesto por la dupla anglosajona de EEUU/Reino Unido y sus modelos monetaristas friedmanitas del reaganomics/thatcherismo que perduraron en el crepúsculo de la guerra fría y posteriormente al colapso de la URSS.
Hoy, en una nueva era geopolítica global, acoplada al «fin de la hegemonía de Occidente» (presidente francés Emmanuel Macron dixit), el thatcherismo/reaganomics cedió su lugar al «nacionalismo económico» simbiótico del Brexit/trumpismo. Esto se refleja con mayor ahínco en Latinoamérica, cuya mayoría de países fue su apéndice colonializado mediante la imposición del decálogo del Consenso de Washington: prolongación de la Doctrina Monroe de 1823.
El modelo neoliberal argentino no cae por consideraciones políticas, sino por su nefaria MACRI-economía, donde su adicto presidente, que pretendía perdurar una generación con su «nueva derecha», a duras penas pudo concluir cuatro crueles años en el tercer país más importante de Latinoamérica con el retorno del peronismo: un conglomerado heteróclito de conceptos no pocas veces disímbolo, bajo la batuta de Alberto Fernández y de la hoy vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
En cuatro años de la «nueva derecha», un vulgar disfraz del neoliberalismo a ultranza que benefició a los fondos buitre de Wall Street, la MACRI-economía empeoró la situación argentina, lo que obligó a su octava crisis de impago con un «rescate» del FMI por 57.000 millones de dólares que ha abultado aún más su deuda agudizada por una brutal devaluación: hoy la cotización del peso argentino es de 60 por un dólar, prácticamente cuatro veces más que al inicio de la catastrófica MACRI-economía.
Los cataclismos financieros y económicos conllevan a profundos castigos socio-políticos en las urnas, el caso argentino, o a incontrolables disturbios pirotécnicos, el caso chileno: dependiendo de los agravios acumulados por las poblaciones derrelictas.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK Y LA RAZÓN
*Analista de geopolítica y globalización. Columnista y comentarista en varios periódicos, radios y televisiones internacionales. Profesor de posgrado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Geopolítica y Globalización. Autor de varios libros. Nombrado por la Red Voltaire de Francia como ‘El principal geopolitólogo de Latinoamérica’.