La decisión del Papa Francisco de abolir la política de secreto de la Iglesia Católica respecto a casos de abuso sexual infantil es solo un primer paso para acabar con este flagelo, aseguró una relatora especial. El Vaticano ahora debería tomar todas las medidas necesarias para garantizar investigaciones rápidas, exhaustivas y públicas que estén sujetas al escrutinio público.
Una experta de la ONU en derechos humanos aplaudió la decisión del Papa Francisco de abolir la política de secreto que mantenía la Iglesia Católica en casos de abuso sexual infantil, pero agregó que ahora el Vaticano debe garantizar que se haga justicia.
“Este movimiento positivo del Papa, que reconoce la magnitud de la crisis, significa que las víctimas ya no tendrán que vivir en la desesperación de que estos crímenes pasen desapercibidos e impunes”, dijo Maud de Boer-Buquicchio, relatora especial sobre la venta y la explotación sexual de niños.
La relatora considera que, con este movimiento, “se ha abierto el camino hacia la responsabilidad civil y penal por estos abusos”.
“Sin embargo”, añade, “es solo un primer paso”. El Vaticano ahora “debería tomar todas las medidas necesarias para garantizar investigaciones rápidas, exhaustivas y públicas que estén sujetas al escrutinio público y el enjuiciamiento de los presuntos autores, además de pedir informes obligatorios a todos los clérigos y hacer que el personal denuncie estos actos atroces».
Tolerancia cero contra los abusos
«La Iglesia también debe hacer cumplir las políticas de tolerancia cero sobre el abuso sexual infantil en todas las instituciones bajo su supervisión, asegurándose de despedir de inmediato a aquellos que hayan abusado de niños», apuntó la experta.
La relatora especial señaló que, a pesar de varios casos históricos, las denuncias de abuso sexual de niños por parte de miembros del clero continúan siendo denunciadas y son «profundamente preocupantes».
Añadió que todas las víctimas merecen reparación y rehabilitación, dado el alcance del daño sufrido y el impacto en sus vidas y en sus comunidades.
«Durante décadas, el flagelo del abuso contra los niños ha sido completamente ignorado, negado o renombrado como un pecado que podría ser absuelto si se busca el perdón», dijo, y agregó que la Iglesia debe proporcionar a las víctimas los medios para acceder a asesoramiento y apoyo social con carácter de urgencia.
“El mundo está esperando que los Estados y la Iglesia cumplan con su deber de poner fin a este flagelo. Las acciones deben seguir a las palabras”, dijo.