Los gastos del ejército americano son exorbitantes. Y como muestra el gráfico siguiente, para el corriente año, y si nada se sale de control, el ejército gastará unos 276.712 barriles de petróleo por día. Y es que los carros de asaltos (tanques) gastan entre 7 a 15 litros por kilómetro; los gastos por los cazas bombardero oscilan entre U$S 5.000 la hora hasta U$S 55.000 la hora para el indetectable F-35C, aunque los expertos consideran que lo único invisible es su costo.
Por *Alejandro Marcó del Pont
Algunos cándidos analistas todavía disfrutan de la controversia acerca de los fundamentos que sostienen la intromisión americana de Venezuela. El voraz consumo de combustibles fósiles del aparato bélico americano despeja cualquier presunción en contrario. Y aunque resulte descabellado imaginar un cazabombardero ecológico, la realidad es que todavía no existe.
En el año 2019 las fuerzas militares norteamericanas emitieron a la atmósfera más de 25.700 kilotoneladas de dióxido de carbono con su quema de combustibles. Una investigación realizada por científicos sociales de la Universidad de Durham y la Universidad de Lancaster, publicado en Transactions of the Institute of British Geographers, calcula que el ejército estadounidense consume más combustibles líquidos y emite más CO2e (equivalente de dióxido de carbono) que la mayoría de los países. Informa que si el ejército de los Estados Unidos fuera un país, sería el 47º mayor emisor de gases de efecto invernadero (GEI) del mundo, si solo se tuviera en cuenta la emisión por el uso de combustible.
Con estos datos, y con los aportados en nuestro artículo anterior, “La geopolítica no tiene vacantes”, podremos entender la discusión acerca de por qué Estados Unidos gasta (invierte) U$S 81.000 millones anuales para proteger los suministros de petróleo en todo el mundo, según una estimación de Securing America’s Future Energy.
Muchos creen que los U$S 81.000 millones son realmente un costo conservador porque no incluyen los 15 años de la guerra de Irak que Estados Unidos piensa cobrarse con el 50% de la venta de petróleo de ese país. Lo cierto es que la idea se encamina a mostrar que el consumo de energía del ejército rondaría un 16/17% del gasto del Departamento de Defensa, un costo demasiado elevado y con pocas posibilidades de reducción.
El gobierno americano se encuentra en una encrucijada, el petróleo debe tener un valor superior a los U$S 50 para que tenga sentido invertir en fracking (fracturación hidráulica), pero sin ser tan elevado para no profundizar el ya de por sí persistente déficit. Estados Unidos es el mayor productor de petróleo del mundo, 12 millones de barriles diarios; el problema es que importa 8 millones de barriles diarios. Por eso cuando el precio sobrepasa ciertos límites, por ejemplo U$S 73, el gobierno americano comienza a sugerirle a algunos miembros de la OPEP, como Arabia Saudita, Irak y Kuwait, que reduzcan el precio, como lo hizo en septiembre del 2018, a cambio de la protección de los Estados Unidos, sin la cual no estarían seguros por mucho tiempo.
Las agencias gubernamentales americanas, por su parte, no tienen en cuenta el costo de proteger los suministros de petróleo cuando establecen la política de combustible. Ellas dicen que el costo es, en realidad, cero porque el Pentágono no ahorraría dinero si dejara de defender los flujos de crudo extranjero. Simplemente reasignaría esos fondos a otra parte.
Y en cierto sentido es verdad, si Estados Unidos atenuara la dependencia del petróleo, reduciría su presencia en el Golfo y podría usar los fondos para otras prioridades militares críticas, como la seguridad cibernética, el 5G o las armas hipersónicas, pero lo cierto es que no puede cerrar filas en la propia OPEP, ya que Irak e Irán son un problema. Por eso es necesario mantener bajo control a dos miembros de América, Ecuador y Venezuela, sobre todo a este último.
La Casa Blanca tiene dos objetivos que rayan en la obsesión y con la lógica geopolítica y geoeconómica: uno, descarrilar las relaciones económicas, políticas, de seguridad y defensa que China y Rusia están forjando en el continente, y la destrucción de la Revolución Bolivariana con el propósito (no confeso) de apropiarse de las riquezas petroleras venezolanas. El otro gran eje de discusión desde hace tiempo gira en torno a la “restauración de la democracia” ¿Será la que llevaron a Irak, Afganistán, Siria o las asambleas (caucus) de Iowa?
Dejemos el planteamiento final claro. Estados Unidos consume unos 20 millones de barriles de petróleo diarios para poner en funcionamiento su país, dentro de lo que se encuentra su ejército. “El 46% proceden de Oriente Medio y Norte de África pero la nueva geoestratégia energética pasaría por tener a Canadá como principal proveedor (con la construcción del oleoducto Keystone XL), lo que tendrá efectos colaterales como la progresiva disminución de importaciones de crudo procedentes de la OPEP, México, Colombia y Brasil”.
Asimismo, hay una drástica cantidad de sanciones y reducción de compras a Venezuela con el objetivo de lograr la asfixia económica del gobierno bolivariano y fagocitar sus reservas de petróleo (hoy son solo de 800.000 bpd diarios frente a los 1,7 millones de bpd vendidos en 1998), mientras China y Rusia invierten en el país, intentando tener injerencia política y tratando de recuperar las inversiones realizadas. Hoy el hambre y las falencias venezolanas se deben a EE.UU. y no al gobierno de Maduro.
La lógica es la siguiente. China ha tratado de seducir a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) para que se incorpore al gigantesco proyecto de infraestructura conocido como la Nueva Ruta de la Seda. Por otra parte, como lo muestra el cuadro siguiente, China generó una estrategia geoeconómica en Venezuela con préstamos por más de U$S 67.000 millones desde el 2007-2018.
Después del colapso de los precios del petróleo en 2014, Venezuela entró en un incumplimiento de facto con China al no enviar suficientes barriles de petróleo para pagar la deuda. Finalmente, en 2016, China le dio una mano a Caracas ofreciendo un período de gracia de dos años, en el cual Venezuela solo necesitaba pagar intereses sobre la deuda pendiente. Este período expiró hace ahora dos años y China no lo renovó. Desde entonces, Venezuela ha estado enviando a China más de 300.000 barriles por día (más de un cuarto del total de las exportaciones) para pagar sus deudas.
Para producir 3 millones de barriles por día, como lo hizo a principios de esta década, la industria petrolera venezolana requerirá más de U$S15.000 mil millones en inversiones anuales durante los próximos 10 años. PDVSA, la petrolera estatal venezolana, solo podría invertir una pequeña fracción de esta cantidad. La mayor parte del dinero deberá provenir de empresas extranjeras. Por eso EE.UU. sanciona a Venezuela, para que carezca de fondos, con los cuales no puede producir ni pagar a los chinos.
La colaboración o el condicionamiento Chino a Venezuela no es sólo en desarrollo petrolero. En el área de Telecomunicaciones la unión entre Industria Electrónica Orinoco y Huawei Technologies, en telefonía celular (Vtelca y ZTE). La creación de un Fondo Conjunto para establecer empresas de ensamblaje en Venezuela, Yutong (fabrica autobuses) y Chery (automoviles). Venezuela tiene satélites en órbita gracias a su cooperación con China. El satélite Simón Bolívar para comunicaciones se lanzó el 29 de octubre de 2008, en 2013 tomó el control del satélite Miranda (VRSS-1), y en 2017 lanzó con éxito su tercer satélite, el Antonio José de Sucre (conocido como VRSS-2)
En 2015, China Railway Group Ltd, el mayor fabricante de trenes del mundo, abandonó silenciosamente un proyecto de tren bala que formaba parte de un acuerdo de $ 7.5 mil millones. Y así esta mutando Venezuela, frente al racionamiento y a la falta de alimentos, ahora con la economía dolarizada, los ricos pueden consumir y obtener lo que quieran y los pobres tiene las góndolas llenas pero con valores inalcanzables, una extraña prosperidad, según el NYT no difundida por los periódicos, como en la escasez.
La geopolítica y la geoeconomía son encantadoras, sobre todo para demostrar esta disputa petrolera y por deuda. Ahora si hay algo que caracteriza la contraparte americana de las que nos informamos todos los días, es que el emperador (Trump) y su séquito aplauden al nuevo prefecto de Venezuela (Juan Guaidó) sin sonrojarse. Pero, por sobre todo, demócratas y republicanos por igual, se unen para elogiar a una marioneta necesaria para la estrategia geopolítica, en contra del dictador socialista de Venezuela. Eso sí es para tener en cuenta. No hay fisuras en el interés nacional.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
*Lic. en Economía y Magíster en Relaciones Internacionales (Universidad Nacional de La Plata). Analista de economía. Columnista y comentarista en varios periódicos, radios y televisiones internacionales. Director del medio de comunicación digital El Tábano Economista.