Ayer, a través de una llamada telefónica, alguien que simpatiza con la oposición venezolana me preguntaba con consternación sobre el supuesto atentado que vivió Juan Guaidó en una región del interior de Venezuela.
Por *José Negrón Valera
¿A quién le sirve que Juan Guaidó resulte muerto o herido?, contesté con automatismo. El silencio de mi interlocutor, hizo necesario que me extendiera en la argumentación.
La oposición radical se encuentra fragmentada, con una estrategia que el escritor chileno Bolaño definiría «sin timón y en el delirio». Su capacidad de movilización se ha reducido a la mínima expresión y las tácticas mediáticas para impulsar apoyo siguen apelando al formato ya desgastado e ineficiente (fuera de Twitter y Whatsapp) de las noticias falsas.
En este escenario, contesté a quién me escuchaba del otro lado de la línea telefónica, el Gobierno bolivariano es el menos beneficiado de que algo le ocurra a Guaidó.
La audiencia de esta ala de la oposición venezolana sigue estando fuera de las fronteras venezolanas. Alimentando la política interior de países que convirtieron a Nicolás Maduro en el comodín ideal para no darle la cara a sus propios electores.
Para este sector radicalizado, puertas adentro, su única esperanza sigue estando en los efectos económicos y psicosociales causados por las medidas coercitivas unilaterales y la desestabilización vía bandas criminales y paramilitares. Es así, aunque no lo confiesen.
Incluso comenté que el ministro del Interior y Justicia, debía con urgencia diseñar un plan de «contención y aseguramiento» para que la vida de Guaidó fuese protegida hasta del coronavirus. Para el incompetente, pero muy malévolo, establishment estadounidense, la muerte de este dirigente opositor se ha convertido en el único casus bellis medianamente mercadeable para rescatar de sus más oscuros deseos una añorada coalición militar contra el país suramericano.
Las matemáticas de la política seria
Es un asunto grave el foso psicológico y anímico al que la dirigencia política de oposición ha arrojado a sus simpatizantes.
Quien me hablaba por teléfono, y de quien no tengo razones para dudar quiera el país, interrogaba con tono de angustia: «¿cuál es entonces la salida a todo esto?». Solo se me ocurrió contestar que Dios habla a través de las matemáticas y tal parece que la política también lo hace.
Usemos como metáfora de la política venezolana la reflexión que plantea John Nash, premio Nobel de Economía, en la película Una mente brillante.
Allí, en la famosa escena del bar, Nash descubre cuál es la falla de la economía clásica.
Hagámoslo simple: un grupo de muchachos universitarios se ven ante el dilema de cooperar o no para conquistar a una bella mujer que llega al bar. El diálogo de la película es revelador.
Un amigo de Nash comenta con la vista puesta en la rubia: «Recuerda las lecciones de Adam Smith, el padre de la economía moderna. En la competencia, la ambición individual beneficia el bien común». «Es un sálvese quien pueda», agrega otro.
Nash, quien en un primer instante no está interesado en participar de la charla, entiende que aquella situación es perfecta para ser explicada por vías matemáticas. Con particular sorpresa comenta:
«Adam Smith se equivocaba. Si la atacamos todos, nos obstaculizamos y ninguno de nosotros se la lleva. Así que, luego del primer fracaso vamos por las amigas y nos ignoran porque nadie le gusta ser el segundo plato. Pero, ¿y si nadie va por la rubia? No nos obstaculizamos y no ofendemos a las otras chicas. Victoria asegurada».
Nash, arropado por la iluminación, prosigue:
«Adam Smith dijo que para el mejor resultado cada miembro del grupo debía hacer lo mejor para él… incompleto, porque para conseguir el mejor resultado cada miembro del grupo debe hacer lo mejor para él mismo y para el grupo. La dinámica rectora, caballeros, la dinámica rectora. Adam Smith…se equivocó», concluye.
Nash había asentado las bases de lo que se conocería como El equilibrio de Nash en teoría de juegos. ¿Que plantea dicho equilibrio? Durante una competencia (o juego) entre dos jugadores, donde cada uno de ellos conoce y ha adoptado su mejor estrategia y además conoce las estrategias de los otros, confrontarse es la peor de las ideas.
El mejor resultado posible para ambos jugadores es coordinar su acción, pues no existe ningún incentivo en modificar individualmente su comportamiento, si el otro mantiene una estrategia de máximo beneficio. Puede resultar complicado, pero no lo es.
Un parte de la oposición venezolana ha entendido que si quiere lograr el máximo beneficio individual debe jugar a la política. Para ello, ha solicitado garantías para ir a elecciones parlamentarias y el Gobierno ha aceptado el planteamiento. Están en el tablero de la constitución. Ambos actores conocen la estrategia del otro, y además han acordado avanzar conjuntamente en garantías que blinden de legitimidad el proceso: coordinación para lograr un nuevo Consejo Electoral y máxima supervisión para cada etapa de los comicios.
A ninguno le conviene tomar atajos porque, recordando a Nash, el mejor resultado individual proviene de que ambos actúen en respeto de las condiciones democráticas iniciales. Eso no quiere decir que las dos partes quedaran contentas luego de las elecciones. El que coordinen sus acciones no significa que ambos quedaran con la misma cantidad de diputados en la Asamblea Nacional. Lo que sí explica la teoría es que ambos lograran un mejor resultado actuando juntos a que si lo hicieran por separado.
Un breve ejemplo histórico. En el 2005, la oposición venezolana decide sobre la base de la visceralidad política y de posiblemente una llamada de la Casa Blanca, no participar en elecciones parlamentarias. ¿El resultado? Ninguna representación en ese órgano del poder nacional y su casi desaparición del escenario político venezolano.
En este caso, volviendo a la escena del bar diríamos lo siguiente: La rubia es la mayoría de la Asamblea Nacional (en el 2025, la Presidencia de la República), existen dos bandos que quieren lo mismo. Sin embargo, si se empeñan en seguir con la confrontación, es posible que el resultado sea lo ya conocido, un país sumido en dificultades de todo tipo producto de la negación a cooperar entre los sectores políticos.
Al pueblo venezolano, no le gusta que sus dirigentes los traten como «platos de segunda mesa». En este sentido, siguiendo a Nash, lo mejor aquí es olvidarse de perseguir objetivos individuales y cooperar para lograr el máximo beneficio para ambos y eso incluye, lo repito, ACTUAR COORDINADAMENTE o, traducido en castellano, respetar la Constitución, las leyes y los principios de la democracia.
Ahora bien, le concluyo a mi interlocutor, que quién se niega a los argumentos de la ética, pero también a los de la matemática, es porque hace rato tiene una carta inconfesable reposando bajo la manga.
La teoría de juegos y la propia economía tiene explicaciones y modelos para ilustrar la conducta irracional de los personajes «que son capaces de quemar el país entero si pudiesen proclamarse rey de las cenizas». Sin embargo, espero que el ala radical de la oposición no obligue a tener, en unos meses, que usar dichos conceptos para hablar de su inmaduro, persistente y fracasado comportamiento político, y que por respeto a su propia base electoral, de una vez por todas, permita que quienes sí desean la paz y el bienestar económico, logren una victoria duradera.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
*Antropólogo y escritor venezolano, columnista de Sputnik, investigador en guerra no convencional, contraterrorismo y operaciones de información. Autor de los libros ‘Un loft para Cleopatra’, ‘Reyes y dinosaurios’ y ‘Saber y poder: el proceso de renovación académica en la UCV (1967-1970)’. Premio Nacional de Literatura “Stefanía Mosca” 2018.