En Chile, desde el primer caso de COVID-19 el 03 de marzo de 2020 en la ciudad de Talca, se han realizado una serie de estrategias sanitarias que han impactado en la salud física y mental de todas y todos.
Estas han ido abordando lo desconocido que significa esta pandemia en tanto a contagio, tratamiento y cura de ella, siendo hasta el momento la forma más efectiva de implementar el llamado aislamiento social.
Ante ello a nivel mundial la jefa de epidemiología de la OMS, María Van Kerkhove, refiere que “es importante permanecer físicamente separados, pero socialmente conectados”. A esta declaración debemos resignificar las relaciones sociales, tal vez desde un nuevo estilo. Necesitamos alejarnos y a la vez acercarnos, una paradoja que va más allá de la lingüística. Por un lado pone acento a lo físico-sanitario, y por otro, a la conexión socioemocional, aquella que emulsiona los vacíos temporales que va generando el día a día en esta pandemia de carácter mundial.
El impacto que ha tenido la crisis sanitaria ha modificado nuestras rutinas, nuestra vida diaria, haciéndose presente fuertemente en aspectos como el aumento de sensaciones de inseguridad, miedos, constante ausencia de expectativas, sumado a la añoranza del hecho de salir y volver a nuestras casas.
Nuestra salud mental se ha visto fuertemente impactada. Si bien aumentar el aislamiento físico ha demostrado disminución y control en los contagios, el mantener el contacto social, posibilita la sensación de bienestar y la pertenecía, emociones que permiten hacer más llevadera la cuarentena.
La disposición de las tecnologías de información y comunicaciones (Tics), los recursos informáticos disponibles, el uso de las redes sociales como Facebook, Whatsapp, Twitter y otras, que hasta antes de la pandemia eran fuertemente criticadas en tanto contribuían al aislamiento, hoy por hoy, han presentado un vuelco en su valoración y significación.
Como soporte han sido un verdadero apoyo social, han regenerado nuevas cercanías y relaciones, volviéndose una vía de escape, una herramienta que nos mantiene conectados, dando paso a la articulación de lo personal y lo social, lo público y lo privado, lo espiritual con lo físico, retomando el acto primitivo del ser humano, como lo es la comunicación.
Todo acto comunicativo posee un emisor, un canal y un receptor. En ello no está presente la distancia física, ya que las formas de comunicarnos son variadas y en la actualidad, de ello sabemos en demasía. Por ello, conjuguemos presente, pasado y futuro en un acto que nos convoque a usar de forma creativa estas herramientas, a fin de recuperar nuestro ser social conectado.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Samuel Erices – Académico de Trabajo Social de la U.Central.