La actual pandemia sanitaria ha llevado consigo otras enfermedades que son igual o más nocivas en lo social, económico y cultural. Aceleradamente, se han ido destapando una tras otra las inequidades, injusticias e indiferencias que explican que esta enfermedad se haga carne, en especial, en los sectores mas desposeídos, en los excluidos o en los que son sordos a las necesidades de cuidado colectivo de la sociedad.
Entre todos estos problemas, otro tema encubierto se levanta fuertemente desde EE. UU., con el asesinato del afroamericano George Floyd en Minneapolis por parte de un policía. El racismo entendido como el rechazo por diferencias biológicas hacia una persona a quien se le considera de raza inferior, es decir, una ideología de superioridad absolutamente infundada desde la ciencia, vuelve a mostrarnos su cara de desprecio por el otro y la ausencia de valores y derechos humanos en pleno siglo XXI.
Pareciera que haber tenido afrodescendientes líderes nacionales, grandes pensadores, científicos, religiosos, artistas, deportistas, todo tipo de profesionales y trabajadores en todas las áreas del saber, no ha sido suficiente para convencer a grupos importantes de las sociedades del valor de la diversidad humana en los avances de la humanidad. Ello indica que no se ha educado lo suficiente en estos aspectos sociales y culturales, y que hay mucho que trabajar en esta área con las nuevas generaciones.
A partir de lo expuesto, surge la pregunta, y ¿existe racismo en Chile? La respuesta es fácil si analizamos sólo las evidencias que todos los días surgen en contra de los pueblos originarios, y últimamente en especial, con los migrantes afrodescendientes. Antecedentes históricos hay muchos de todos los aportes que los afrodescendientes han hecho al país desde que llegaron con Diego de Almagro, hasta los tiempos actuales. Pero parece que nada es suficiente para cambiar esta actitud en general y en los que tienen dosis importantes de poder. Si sólo conocieran los estudios de ADN de los chilenos, descubrirían lo que no queremos ver, que somos un crisol de aportes biológicos y por tanto, culturales que nos deberían enorgullecer.
Por tanto, tenemos una gran tarea social y educativa. Sólo el año pasado los afrodescendientes chilenos fueron reconocidos legalmente y con ello, el estudio en los diversos niveles educativos del sistema educativo de su cultura que en realidad es “nuestra cultura”.
Hemos tenido casos de muertes de afrodescendientes en Chile por negligencia de diversos servicios, y eso no solo no debe seguir, sino que debe cambiar. En esa apertura, los niños y niñas son más generosos que nosotros los adultos con sus compañeros de estudio en las escuelas y jardines infantiles, pero dependen del modelamiento de sus mayores.
Tengamos cuidado y ocupémonos de estos aspectos; saquemos una lección más de esta horrible pandemia.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Dra. María Victoria Peralta – Académica de la UCEN. Primera educadora de párvulos en obtener el Premio Nacional de Ciencias de la Educación 2019. Educadora de Párvulos y Profesora de Estado en Educación Musical de la U. de Chile. Es también magíster en Ciencias de la Educación, en Ciencias Sociales mención Antropología Social y Doctora en Educación.