MADRID (Sputnik) — Tras casi 100 días bajo un estado de alarma que obligó al confinamiento general de la población, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, bautizó la recuperación parcial de la vida cotidiana como «la nueva normalidad».
«La nueva normalidad» es un oxímoron bastante forzado que busca trasladar una sensación de quietud en medio de lo desconocido, que es donde se encuentra el país —y el mundo entero— por la pandemia de COVID-19.
De hecho, el Gobierno tituló como «decreto de nueva normalidad» al paquete normativo aprobado para regular la prevención contra el virus una vez terminado el periodo de excepcionalidad, obligando al uso de mascarillas en la calle siempre que no se pueda mantener la distancia interpersonal y estableciendo protocolos de detección precoz de contagios.
Al calor de esa «nueva normalidad» —entrada en vigor el 22 de junio— y de la cada vez más eficaz contención del virus, el país dio en las últimas semanas pasos para recuperar el pulso económico e incluso reabrió sus fronteras a turistas extranjeros de ciertos países.
Todo bien si no fuese porque la realidad es tozuda. El virus sigue presente, y la proliferación de rebrotes en prácticamente todo el territorio demuestra la fragilidad del estado actual de las cosas, que dista mucho de ser normal, aunque no hay duda de que al menos es nuevo.
Más de 150 brotes
Actualmente España cuenta con más de 150 brotes activos de coronavirus que dejan casi 2.000 casos asociados. Todas las comunidades autónomas del país cuentan con focos de contagio. Solo se libran los pequeños enclaves norafricanos de Ceuta y Melilla.
Este 16 de julio el Ministerio de Sanidad sumó más de 1.300 contagios al balance de 258.855 diagnósticos positivos que deja la enfermedad hasta la fecha. De ellos, 580 son contagios detectados en las últimas 24 horas, el peor dato desde el pasado 10 de mayo.
Aunque las muertes no crecen a ese mismo ritmo, las más de 28.000 vidas perdidas desde el inicio de la crisis sanitaria llaman a extremar las precauciones ante estos contagios.
Los focos de transmisión más importantes se sitúan en Cataluña y Aragón, territorios que en las últimas fechas adoptaron medidas de restricción de la movilidad, lo que evidencia lo lejos que España está de cualquier tipo de normalidad.
«Hay transmisión comunitaria. Hay que ser precavidos, es preocupante», constató este 16 de julio el director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias (CAES), Fernando Simón, refiriéndose a estos territorios.
Tras batallar con los tribunales sobre las fórmulas legales para hacerlo, Cataluña mantiene en confinamiento domiciliario —aunque bastante laxo, eso sí— a más de 160.000 personas en la provincia de Lleida, donde también hay limitaciones de movimiento para entrar y salir de la zona confinada.
Mientras tanto, Aragón recuperó restricciones propias de la fase de desescalada —es decir, la previa a la normalidad— para la mayor parte de su territorio, limitando el comercio, la hostelería, el ocio e incluso las reuniones sociales, en las que no podrán participar más de diez personas.
Este mismo 16 de julio las autoridades locales ampliaron estas restricciones a nuevas zonas e incluso invitaron a la población a limitar sus movimientos en la comarca central de la región, donde se encuentra la ciudad de Zaragoza, de casi 700.000 habitantes.
«Esto no es una orden de confinamiento, pero sí que es una llamada a la responsabilidad individual de cada uno de nosotros para limitar los movimientos en aras a que podamos frenar los contagios», dijo en rueda de prensa la consejera de sanidad de Aragón, Sira Ripollés.
En esa misma comparecencia, el director general de Salud Pública de Aragón, Francisco Javier Falo, director general de Salud Pública de Aragón, calificó de preocupante la situación porque, a su parecer, «estamos ya en una nueva onda epidémica a la que tenemos que responder».
No obstante, cabe destacar que la situación es muy diferente a la primera arremetida del virus en España, ya que los positivos están siendo detectados de forma temprana y, además, se concentran en población joven, que en un gran porcentaje de los casos no manifiesta síntomas.
Sanidad contabiliza 5.128 casos confirmados con fecha de diagnóstico en los últimos 7 días, la mitad en Cataluña, pero con casi un 70% de asintomáticos.
«Dentro de la situación preocupante, es un punto al que agarrarnos porque al quedar aisladas reduce el riesgo de transmisión», dijo Fernando Simón.
Bares cerrados y Cibeles vallada
No solo los brotes dan cuenta de la fragilidad de esta etapa de supuesta «normalidad» en España. El sector turístico recibió como agua de mayo la ansiada apertura de fronteras que se efectuó a principio de mes, permitiendo en un primer término el acceso de visitantes Schengen y, posteriormente, de otros 12 países considerados seguros.
La cuestión es que venir de un país considerado seguro no implica comportarse de acuerdo con las normas sanitarias, tal y como aprendió recientemente la isla de Mallorca, muy dependiente del llamado «turismo de borrachera» de jóvenes británicos.
El pasado fin de semana, decenas de turistas sin mascarilla ni distancia interpersonal provocaron algunos incidentes de madrugada en los puntos más concurridos de Mallorca. Según se puede ver en vídeos difundidos en redes sociales, jóvenes claramente ebrios saltaron sobre coches aparcados en la calle mientras a su alrededor se producían aglomeraciones contrarias a las medidas de higiene obligatorias.
La respuesta del Gobierno de las Islas Baleares fue decretar el cierre de los bares de ocio nocturno en las calles turísticas más concurridas, lo que infringe un castigo sobre los comercios de la zona: la normalidad es que Mallorca vuelve a tener turistas, pero lo nuevo es que ahora no se podrán dejar el dinero en sus bares.
Otra muestra de la inexistencia de esa pretendida normalidad se da en la capital. El Real Madrid podría resultar campeón de Liga este mismo 16 de julio, pero el Ayuntamiento de la ciudad no trabaja para que los aficionados puedan festejar, sino para que no lo hagan.
La fuente de Cibeles, lugar de reunión de las celebraciones madridistas, se encuentra vallada y vigilada por más de un centenar de agentes para que no se produzcan aglomeraciones. Incluso el Real Madrid emitió un comunicado pidiendo a sus aficionados no acudir a Cibeles si los de Zidane consiguen sellar el título liguero.
La situación es tan atípica que hasta el epidemiólogo de cabecera del Gobierno se vio obligado a fijar una postura oficial sobre las reuniones para celebrar triunfos deportivos.
«Las celebraciones multitudinarias no tocan. Si el Real Zaragoza [el equipo de su ciudad natal] sube a primera división lo celebraré de otra manera (…) No hace falta que se junten 5.000 personas para celebrar un ascenso. Se puede celebrar de 10 en 10», dijo Fernando Simón.