Una enorme tarea tenemos por delante, la espera ya no tiene cabida y debemos encontrar soluciones sustentables en lo social y ambiental.
Como mejorar el trato, las confianzas sin perder los talentos para buscar propuestas a muchas preguntas y demandas que aun, un poco solapadas por la pandemia, volverán a ocupar nuestro quehacer. Ello nos entrega la enorme responsabilidad de revisar como enseñamos arquitectura, como reenfocar su rol social y toda su fuerza creadora o innovadora para proponer diseños participativos que puedan visualizar mejores formas de habitar en el futuro.
Seguramente creer en la naturaleza y agregar que la industria sin arte es brutal, que los hechos arquitectónicos nos acompañan todos los días, en nuestro ser cotidiano fortalece la necesidad de revisar y cambiar el puro diseño hacia un rol más político y participativo.
La crisis ecológica, la pérdida de biodiversidad y la desesperanza deben acuñar un camino diferente que permita regenerar y visualizar una imagen de espacios existenciales más acogedores, humanizar el paisaje de nuestras ciudades y equilibrar con espacios comunes de encuentro, de juegos para los niños y viviendas que respondan a cuidar la salud y desarrollar los sentidos y valores que acordemos, nos permitan ese vivir digno. Acuerdos transversales que partan por refundar el valor del suelo y una arquitectura de calidad, como un derecho constitucional.
Cada proyecto, cada casa debiera ser un acto de amor de manera que la emoción de recibir una nueva vivienda permanezca en el tiempo, nos permita descansar y despertar llenos de esperanza.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Uwe Rohwedder – Arquitecto; Académico Escuela de Arquitectura y Paisaje; Universidad Central de Chile.