Europa prefiere no recordar el 25 aniversario de uno de los capítulos más negros de su historia: La limpieza étnica que emprendió el gobierno de Croacia para eliminar de su territorio a la minoría serbia.
La Operación Tempestad, Oluja en su lengua, es para los croatas más nacionalistas uno de los hitos de su historia y, por supuesto, de su proceso de independencia. Pero la acción armada que tuvo lugar del 4 al 7 de agosto de 1995 contra la población serbia de la provincia de Krajina será recordada fuera de ese territorio como uno de los episodios de limpieza étnica más salvajes de la historia europea.
Tras la declaración de independencia croata en 1991, la minoría serbia intentó organizarse y defenderse de lo que inevitablemente se veía venir. Krajina era una provincia de la antigua república croata de Yugoslavia habitada por una mayoría de serbios. Desde hacía siglos, los serbios de Krajina (Confines, o frontera) defendieron al Imperio Austrohúngaro de las invasiones otomanas.
La nueva configuración de Europa Central y Oriental, tras la desmembración de Yugoslavia, les convertía en minoría residual y enemiga para un nacionalismo croata envalentonado tras el apoyo recibido de Alemania, Estados Unidos o el Vaticano.
La operación militar fue acompañada por acciones de pillaje, destrucción de hogares, torturas y asesinatos masivos hasta limpiar definitivamente la huella histórica de los serbios de Krajina.
Occidente cierra los ojos
Las imágenes del éxodo forzado de cientos de miles mujeres, hombres ancianos y niños sorprendieron a periodistas y espectadores europeos formateados para considerar a los serbios como los malos de la película en las nuevas guerras de los Balcanes. Por eso, ni entonces ni ahora, la prensa occidental ha concedido mucha atención al drama; se les hacía complicado aceptar que los católicos y prooccidentales croatas fueran capaces de llevar a cabo crímenes de guerra que recordaban a los periodos más oscuros de la historia del continente.
La Oluja contó con la inestimable colaboración de la OTAN, organización ya ducha en el bombardeo a Serbia con motivo del conflicto en Kosovo. En cuatro días, más de 220.000 personas se convirtieron en desplazados buscando refugio en la República Serbia, país que por las dificultades que sufría en plena guerra no se mostraba tampoco muy generosa con sus hermanos de Krajina.
Cuando se habla de muertos, la cifra se detiene en 1867 personas, pero los miles de desaparecidos y mal enterrados en fosas comunes dejan en ridículo ese número.
El extraño perdón del Tribunal de la Haya
La guerra por la recuperación del territorio de Krajina pretendía justificar la barbarie; el entonces presidente croata, Franjo Tudjman, exmiembro de la nomenclatura yugoslava y travestido en independentista, se convirtió en un héroe nacional a quien los dirigentes occidentales perdonaban los excesos.
Las exacciones del Ejército croata quedaron impunes años más tarde. Los principales responsables militares de la Operación Tempestad, Ante Gotovina y Mladen Markac, acusados por los fiscales del Tribunal de La Haya de «acciones criminales», salieron libres de culpa ante el estupor de las víctimas serbias e incuso de la jueza Carla del Ponte, exmiembro del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY).
La mala conciencia y la hipocresía de los países europeos que cerraron los ojos ante las atrocidades croatas del verano del 95 se ha traducido en la ausencia de sus representantes en las celebraciones oficiales año tras año.
¿Reconciliación?
En el 25 aniversario, sin embargo, por primera vez un miembro de la minoría serbia de Croacia ha tomado parte en la ceremonia de recuerdo oficial. Boris Milosevic, que ostenta el cargo de viceministro de Asuntos Sociales y Derechos Humanos en el gobierno croata, ha declarado que su participación en los actos «no ha sido fácil, teniendo en cuenta su tragedia personal [su abuela fue asesinada por los croatas] y la de todos las víctimas y refugiados». Milosevic, muy criticado en Belgrado, considera que 25 años después, se debe dejar atrás el odio y la guerra.
Por su parte, el presidente serbio, Alexander Vucic, ha manifestado que no puede apoyar la presencia de serbios en las ceremonias de la Oluja, pero «no les acusaré de traición e intentaré comprender su decisión». Vucic sabe que el comportamiento de Belgrado con los refugiados de Krajina hace 25 años no fue tampoco ejemplar.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Luis Rivas. – Excorresponsal de TVE en Moscú y Budapest. Dirigió los servicios informativos del canal de TV europeo EuroNews. Vive en Francia desde hace más de 20 años.