Entrevista a Edmundo Acevedo, premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2020

SANTIAGO – Reconocido por su trayectoria y reconocimiento internacional, el ingeniero agrónomo y académico de la Universidad de Chile hizo un llamado a que las nuevas generaciones deben aprovechar el espacio y el avance tecnológico que existe hoy.

«Me halagaron demasiado», sostiene el profesor Acevedo desde su casa en Olmué, lugar desde el cual destaca y agradece el cariño expresado por alumnos, académicos y amigos durante los últimos días. En esta entrevista, recordando su trayectoria profesional, valora el espacio de libertad que le dio el plantel estatal para desarrollar cada una de sus investigaciones y descubrimientos, los cuales le hicieron acreedor de este reconocimiento. El jurado destacó su trayectoria y reconocimiento internacional, así como sus descubrimientos en torno a la adaptación de las plantas a la sequía, las que abrieron caminos a otros trabajos, junto a la fisiología de los cultivos con vistas al mejoramiento genético.

El profesor Edmundo Acevedo nació en Valparaíso en 1941. Se tituló como ingeniero agrónomo en la Universidad de Chile, cursando posteriormente estudios de magíster y doctorado en la Universidad de California Davis a fines de los ’60 y principios de los ’70, y desde 2019 es profesor emérito de la Facultad de Ciencias Agronómicas, actualmente retirado. El académico cuenta con decenas de asesorías internacionales, 120 publicaciones científicas, y diversos cargos y direcciones académicas desde fines de los años ’60 hasta hoy.

El académico fue reconocido por sus descubrimientos en torno a la adaptación de las plantas a la sequía

“Estoy tremendamente agradecido y también sorprendido porque yo nunca creí merecer este premio. Yo no sentía que merecía esto pero, en todo caso estoy feliz de haber recibido este importante reconocimiento”, relata sobre esta experiencia.

Usted estudió en la Universidad de Chile, y también pudo desarrollar una destacada carrera profesional y académica en ella. ¿Cómo recuerda esos años? 

Ésta es una universidad de excelencia, que es lo único que prevalece. El año pasado, cuando me dieron otra distinción, tuve la oportunidad de decirle al rector Ennio Vivaldi que la universidad había hecho algo inmensamente grande por mí, me había dado libertad. Lo lindo que la universidad hizo es que me dio una libertad para hacer, para crear.

Tuve la suerte de tener dos excelentes profesores guías durante el desarrollo de mi tesis. Uno lamentablemente ya falleció. Se trata del profesor Harold Berendt que trabajaba en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, y el otro académico fue Alberto Valdés. En el segundo año, pasé a ser ayudante y así fui contratado por la universidad, cuando estaba en la Escuela de Agronomía, en 1970, y ahí continúe hasta que decidí irme a estudiar al extranjero. Me ayudó el decano Ruiz, para participar de un programa en la Universidad de California. Así obtuve primero una Maestría en Ciencias del Suelo, y después un Doctorado en Ciencias del Suelo, pero también en Fisiología del Cultivo.

Con su experiencia, ¿cómo ha visto evolucionar la Universidad de Chile en los últimos años?

Hubo un cambio extraordinariamente grande a fines de los ’70, y nos costó acostumbrarnos. Pasamos de ser dependientes a independientes desde el punto de vista económico, y de las materias que nosotros queríamos estudiar en la universidad. Fue un salto grande y lo vivió todo el país.

Con posterioridad y en la medida que la Universidad de Chile se ha ido ajustando a los cambios, ha ido reconociendo lo que tiene que hacer dentro de este nuevo escenario, donde se ha desarrollado muy bien. La Universidad de Chile ha tenido un desarrollo muy bueno, ha sabido adaptarse a las circunstancias y es al mismo tiempo la universidad pública por excelencia. 

Desde una mirada sustentable y enfrentados al cambio climático, ¿cómo se debe repensar Chile del futuro?

Hay que dejar que los investigadores se dediquen a sus trabajos y desarrollen sus ideas. Hay que darle mayor prioridad a la agricultura, porque es una de las áreas que más agua gasta, por sobre la minería. Esto se da en un país que se viene desertificando en los últimos años, de norte a sur.

¿Cómo hacer esto?    

La economía está asociada en primer lugar a la minería y en segundo lugar a la agricultura, incluyendo la parte forestal. De repente, queremos parecernos con las investigaciones a los países desarrollados, lo que está bien, pero no debemos olvidar que las investigaciones sean prioritarias.

Y, sobre la sequía, ¿cuáles son los desafíos pendientes?

Lamentablemente, en una situación extrema no se puede lidiar con ella, pero sí se puede ayudar a que las especies se mantengan un poco mejor cuando tienen escasez de recurso hídrico. Participé en el descubrimiento de cuál era el mecanismo que hacía que las plantas tuvieran esta resistencia. Descubrí el ajuste osmótico (mecanismo bioquímico que utilizan las plantas para adaptarse al estrés hídrico inducido por la sequía), que es hereditario, que se transmite genéticamente entre las plantas. Lo que permite que resistan a ciertas condiciones adversas.

¿Considera que se debería invertir un poco más en esta área? 

Hay que invertir más en investigaciones. Yo no manejo presupuesto, pero sí sé que nosotros hemos gastado meses escribiendo proyectos para tratar este tema, y cuando los presentamos a los concursos correspondientes no son financiados. Es decir, hay una pérdida de tiempo de un grupo grande de académicos e investigadores. Los proyectos quedan sin financiamiento y la argumentación es que no hay recursos.

¿Cómo motivar a las nuevas generaciones para abordar este desafío?, ¿qué mensaje le gustaría entregar?

A todos los jóvenes de la Universidad de Chile les diría que tienen algo que es invaluable para un investigador o para un profesor: tienen libertad. Pueden desarrollarse dentro del plantel en las áreas que son de su interés, tienen todo a su disposición. Además, decirles que si sienten que les faltan conocimientos, los instó a que salgan al extranjero a perfeccionarse, para seguir desarrollándose. Cuando habló de la libertad es porque para un investigador es maravilloso poder expresar sus pensamientos, sus ideas y recibir todo el apoyo.


Por Martiza Tapia – Universidad de Chile.