SANTIAGO – La renuncia o destitución del general director de Carabineros, Mario Rozas, no cuaja. Se manejan datos especulativos y también razones que caerían en objetivos que busca el gobierno de Sebastián Piñera. Que esto se vaya a producir, al menos al corto plazo, está descartado después del apoyo explícito y desenfadado del Presidente, el Ministro del Interior y el subsecretario del Interior a la policía uniformada. Todo esto, claro, frente a una ola creciente desde el mundo social, político de derechos humanos de exigencia de que Rozas salga del cargo.
En el plano especulativo, se indica el factor de que Rozas sería el que, hasta la fecha, le está garantizando al gobierno “la mantención del orden público” a cualquier costo y que su disposición institucional y política lo haría ser incólume y despreciativo ante las críticas o denuncias por violaciones a los derechos humanos, actuaciones criminales y delitos como encubrimiento o falsedades cometidos por sus funcionarios. Pagar parte del costo, quitándole carga al gobierno.
Eso estaría demostrado en todas las apariciones públicas del general director, incluidas sus comparecencias ante comisiones parlamentarias. Su frase de que Carabineros no había cometido errores durante el accionar ante la revuelta social, es una síntesis de su actitud. Editoriales de medios de prensa, columnas de opinión y declaraciones de parlamentarios insisten en que de parte del jefe policial no hay autocrítica, reconocimiento del más mínimo error y desecha asumir responsabilidades.
En la interna, se sabe que Mario Rozas le dio todo el respaldo a generales, coroneles y otros oficiales de Fuerzas Especiales y el Grupo de Operaciones Especiales (Gope), que son, para ellos, “la primera línea” en la mantención del orden y actividades represivas, estableciendo un compromiso de apoyarlos sin más ante denuncias, investigaciones y procesamientos, en una línea comunicacional, por ejemplo, de no responder lo que se pregunta, desviar la atención, insistir en que el problema es la violencia y el vandalismo, relativizar los abusos y violaciones a DDHH, insistir en “el contexto” de actos criminales y hacer caso omiso a las evidencias, pruebas, relatos y acciones de fiscalías y abogados. El último buen ejemplo de eso fue su comparecencia por el caso del carabinero que arrojó al río a un adolescente durante una acción represiva y dar el paso de declarar en calidad de detenido a la víctima.
También en el ámbito especulativo, se indica que si el gobierno destituye a Rozas se mete en un lío con parte del cuerpo de generales y con gran parte de la institución policial, porque sería considerada una enorme deslealtad hacia Carabineros de Chile y darles un palo en la cabeza cuando consideran que han sido los más coherentes, leales y servidores con el gobierno, asumiendo un rol complicado ante el estallido social, la situación en La Araucanía y en estos meses de pandemia y resurgimiento de la protesta popular.
Si bien se comprueba cierto descontento entre suboficiales y tropas de la policía uniformada, difícil de establecer objetivamente pero sí en el cuadro de percepciones, también es cierto que desde altos oficiales y hasta tropas se considera que le están cumpliendo al gobierno, están respondiendo a la estrategia autoritaria y represiva, son leales y discretos en el relacionamiento e información que manejan sobre La Moneda, y sobre todo mantienen la tesis de que son protectores del poder político, fieles aliados de la derecha, inalterables en enfrentar a los vándalos y violentistas, decididos en salirle al paso a las movilizaciones y protestas y “garantizar la tranquilidad de los chilenos”. Botones de muestra son los acompañamientos a las marchas a favor del Rechazo una nueva Constitución, el papel activo de gremios de ex carabineros y lo que se puede ver en redes sociales incluso de funcionarios activos.
En ese cuadro, que remuevan a Mario Rozas, sería un remezón tremendo dentro de Carabineros. Se tomaría como darle un premio a todos quienes critican y atacan a la institución, cuando ha sido ésta la que le ha cuidado las espaldas a los altos funcionarios de La Moneda.
Por lo demás, se sabe que hay un problema adicional. ¿Quién reemplazará a Rozas? Se podría repetir el plato del propio nombramiento del actual general director: hubo que echar a más de diez generales para que asumiera él. También motivado por causas judiciales, represivas, de irregularidades y corrupción. ¿Y ese nuevo jefe de Carabineros cambiaría la doctrina y prácticas represivas? ¿Respondería adecuadamente, con autocrítica y responsabilidad ante episodios como los de Gustavo Gatica, Camilo Catrillanca, Fabiola Campillai, el joven arrojado al río, las más de dos mil querellas por violaciones a los derechos humanos? Eso es analizado en el gobierno.
Un factor presente es que para el Presidente Sebastián Piñera, en su momento para el ex ministro del Interior Gonzalo Blumel, y el actual, Víctor Pérez, y para el gobierno en general, el tema es contar con Carabineros para su diseño autoritario y de preservación del orden, para contener o reprimir la expresión social y popular, y la lealtad ante episodios conflictivos y complejos, como los relacionados con derechos humanos. No es llegar y sacar al general director que les sirvió y les sirve.
En ese contexto es que, por ejemplo, se explican las frecuentes y recurrentes frases de apoyo, respaldo y compromiso de Piñera, Pérez y del subsecretario de Interior, Juan Francisco Galli, hacia Carabineros. En medio de otro episodio de abuso, violación de DDHH, investigación por dolo y encubrimiento, constatación de mentiras por parte de oficiales, el tono enfatizado desde La Moneda es apoyar al alto mando y a la tropa de la policía uniformada.
Hay que considerar el elemento de lo que podría significar destituir al jefe de Carabineros a semana y media de conmemorar el primer aniversario de la revuelta social, que traerá amplias y masivas movilizaciones en todo el país, y a un par de semanas del plebiscito del 25 de octubre considerando el rol que tiene Carabineros. Hay opiniones incluso dentro del gobierno de que este no sería un buen momento.
Puede ser secundario, pero también personeros de gobierno y de derecha vinculan la destitución de Mario Rozas a otorgarle un triunfo a la oposición, sobre todo a los sectores de izquierda, y a diversas organizaciones del movimiento social e instancias de la sociedad civil que exigen reiteradamente la salida del jefe de la policía uniformada.
En el plano menos especulativo, analistas, legisladores y periodistas sostienen que Piñera puso a Mario Rozas en el cargo, saltándose a una decena de generales, porque le podía garantizar dos cosas: ayuda en las investigaciones de irregularidades, corrupción y montajes, garantizando no una defensa a ultranza de oficiales involucrados; y encabezar y colaborar en el proceso de reforma de Carabineros, algo que el mandatario quiere sacar durante su administración.
Es así que no resultó menor que el general director, en la comparecencia ante la comisión legislativa por el caso del uniformado que impulsó a un menor de edad al río Mapocho, dedicó palabras respecto a que él tiene una responsabilidad con el Presidente Piñera y ésta tiene que ver fundamentalmente con los cambios profundos en la institución policial. Dijo que estaba comprometido en sacar adelante la reforma de Carabineros y que estaba plenamente comprometido con eso.
También, junto a otros generales, Rozas está trabajando en parar y ordenar irregularidades y expansión de prácticas corruptas, sobre todo en una línea evidente y burda como fueron las prácticas detectadas y comprobadas en torno del caso Pacogate. En eso inclusive se dieron pasos, con la sonrisa complaciente de La Moneda, en cuanto a cambios internos de mecanismos, metodologías y funcionamientos en el área financiera, de gestión y administración. Es claro que uno de los cambios en la institución es terminar con niveles de corrupción y delitos financieros asentados durante muchos años.
Todo ese proceso, pedido por Sebastián Piñera, lo está desarrollando Mario Rozas y habría una buena evaluación de parte del gobierno y de parlamentarios de derecha respecto a los pasos avanzados.
El general director estaría comprometido con la reforma de su institución, estaría colaborando en ello y con la comisión creada por el gobierno para tal efecto, todo lo cual es ponderado y reconocido en La Moneda. Para algunos es un tema comunicacional que se debería potenciar más para defender, respaldar y ayudar a la imagen de Carabineros de Chile.
En definitiva, en líneas especulativas y más visibles, es claro que existe una amalgama de intereses políticos y de objetivos entre el gobierno de Sebastián Piñera y Carabineros de Chile que encabeza Mario Rozas, que hace inviable la salida del general director. Está bien protegido por las circunstancias y por los intereses del mandatario.