SANTIAGO – La iniciativa, encabezada por la académica Alejandra González de la Facultad de Ciencias de la U. de Chile, busca crear cepas de macro algas pardas para restaurar las poblaciones sobreexplotadas en la costa de nuestro país a través del mecanismo de quimeras, fortaleciéndolas de manera de que puedan resistir mejor las condiciones extremas producidas por el cambio climático. Promoción de la biodiversidad, retención de CO2 y reducción de riesgos en el borde costero serían algunos de los beneficios.
Los bosques de algas pardas conocidas como huiros son parte del paisaje de casi toda la costa de nuestro país, en particular en el área intermareal, el cinturón de las playas donde habitan organismos como las jaibas, los choritos y los locos, permitiendo el desarrollo de amplios ecosistemas.
Sin embargo, nuestro país es uno de los principales exportadores de estas algas, que son utilizadas para la extracción de alginato, un producto ampliamente utilizado en áreas tan diversas como la alimentación, la metalurgia o los biomateriales, entre otras.
La sobreexplotación de este recurso ha terminado generando amplios «desiertos» en la costa, disminuyendo de manera importante la biodiversidad y aumentando los riesgos en el borde costero debido a marejadas u otros fenómenos, que aumentan su intensidad al desaparecer esta barrera natural, explicó la académica de la Facultad de Ciencias, Alejandra González.
Ante la situación el gobierno ha optado por generar vedas para intentar recuperar los recursos marinos amenazados, y por establecer incentivos para el cultivo del alga. Es ahí cuando la académica de la Facultad de Ciencias. «Ahí es cuando uno se pregunta: ¿qué queremos recuperar, lo que teníamos antes, o recuperar para el mañana, con organismos capaces de resistir las nuevas condiciones que creará el cambio climático?», expresó la especialista.
Es con ese objetivo que diseñaron el proyecto «Quimeras: una Solución-basada en la naturaleza + (I+D) para restaurar ecosistemas intermareales con Lessonia spp, y reducir el impacto ecológico y socieconómico del cambio climático», que recientemente se adjudicó fondos del concurso FONDEF IDeA I+D 2020, línea temática: Adaptación al Cambio Climático y Desastres de Origen Natural.
Consultada respecto a qué es una quimera, la académica explicó que se puede entender como un organismo que albergue dos o más poblaciones celulares de una misma especie, siendo un proceso muy frecuente en la naturaleza y en particular entre las algas, donde «dentro de esta especie entre más de un 60 por ciento de la población que analizamos eran quimeras, siendo un recurso que permite que los organismos cooperen y puedan sobrevivir en distintos ambientes».
A lo largo de dos años, el proyecto buscará caracterizar las poblaciones de estas algas en el país a partir de su capacidad de resistir a un rango de temperaturas que vayan entre los 6 y los 30 grados, generando un banco de germoplasma. «Luego haremos las quimeras que puedan resistir más y las llevaremos a terreno, donde las compararemos para ver si les va mejor o no que a las que no son quimeras. Manejaremos tres escenarios: uno que se recupere solo, otro donde restauraremos con la misma cepa, y un tercero con quimeras», afirmó la profesora González.
Restauración con quimeras: una alternativa para combatir el cambio climático
La recuperación de las poblaciones de macro algas pardas en el país no sólo permitiría reducir los riesgos en el borde costero, sino que la presencia de mayor cantidad de oxígeno en los bosques que forman estimulará la presencia de otros organismos, fomentando la biodiversidad de toda la zona.
Además, las quimeras permitirían que estas nuevas poblaciones estén más preparadas para soportar eventuales cambios de las temperaturas del mar que puedan producirse debido al cambio climático, aunque ese no es el único beneficio del proyecto en esta área.
«Estos organismos son capaces de retener entre 7 y 21 veces más CO2 que los bosques terrestres, por lo que se abre una oportunidad para que los pescadores aprovechen el mercado de bonos de carbonos con ventajas importantes. Las plantas terrestres demoran alrededor de 10 años en crecer y capturar carbono, mientras que las algas lo hacen en uno, aprovechando espacios que no son utilizados por otras actividades, y además sin gasto de agua dulce», destacó la profesora González.
De esta manera, se abren nuevas oportunidades de negocios para quienes en vez de cultivar y exportar las algas, decidan cuidarlas para ingresar al mercado de bonos de carbono.
El equipo multidisciplinario encabezado por la profesora Alejandra González, está compuesto además por los investigadores Fadia Tala, Bernabé Santelices, Julio Vásquez, Marcelo Olivares y Milén Duarte.
Por Felipe Ramírez – Universidad de Chile.
Fotografías: Unidad de Comunicaciones de la Facultad de Ciencias