En la crisis financiera global de 2008 hubo un excitado debate en el mundo intelectual internacional, e incluso entre economistas y políticos, acerca de que esa debacle era un punto de inflexión para modificar el funcionamiento del capitalismo.
La fase del capitalismo dominado por las finanzas globales había mostrado lo profundamente perturbador que podía ser hasta poner en riesgo al propio sistema.
Las potencias occidentales habían visto el abismo muy cerca y, por ese motivo, se proponían cambiar las reglas de funcionamiento de la economía global para evitar una nueva crisis que terminaría de desmoronar el sistema.
El debate entonces se concentraba en que ya no podía seguir evolucionando esa forma de capitalismo financiero, concentrador de la riqueza y generador de millones de excluidos.
El derrumbe del capitalismo estaba a la vuelta de la esquina, pero el sistema no sólo no se cayó sino que salió mucho más fortalecido.
El sistema capitalista dominando por las finanzas globales avanzó con más concentración, más poder a los más poderosos y más predominio del mundo de los financistas.
Delitos
Con la crisis global del COVID-19 todavía más devastadora que la de 2008 apareció el mismo debate, pero ahora el cuadro general de concentración rápidamente se profundizó al mismo tiempo de la devastación económica mundial.
También se agudizó el abuso fiscal, el blanqueo de capitales y la corrupción de las grandes corporaciones (financieras, industriales y digitales). Son delitos que plagan a la economía mundial y que son dominantes en la actual fase del capitalismo global.
El último informe del Panel de Alto Nivel sobre Responsabilidad, Transparencia e Integridad Financieras Internacionales para Lograr la Agenda 2030 (Panel FACTI), establecido por el 74º Presidente de la Asamblea General de la ONU y el 75º Presidente del Consejo Económico y Social de la ONU, estimó el monto de esos delitos:
- Pérdidas de 500 mil millones de dólares anuales para los gobiernos debido a maniobras ilegales de transferencia de ganancias por parte de las multinacionales.
- Calcula que existen 7 billones de dólares en fortunas privadas escondidas en guaridas fiscales.
- El 10% del PIB mundial se encuentran en activos financieros offshore.
- El blanqueo de capitales suma de alrededor de 1,6 billones por año.
Bancos
«Los gobiernos deben hacer más para combatir el abuso fiscal y la corrupción en el sistema financiero mundial», recomienda ese panel integrado por de ex jefes de gobierno y bancos centrales, líderes empresariales y de la sociedad civil y académicos destacados.
El informe afirma que los gobiernos no logran ponerse de acuerdo sobre el problema, mientras que enormes sumas de recursos que podrían ayudar a los pobres del mundo se están drenando debido a los abusos fiscales, la corrupción y los delitos financieros.
Los controles financieros globales no han seguido el ritmo de expansión de un mundo globalizado y digital. Los Archivos FinCEN que involucran 2 billones de dólares en transacciones oscuras revelaron cómo algunos de los bancos más grandes han facilitado el movimiento de dinero sucio por todo el mundo.
El Panel FACTI informa que la pandemia ha dificultado el proceso para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, planteados en la ONU. Para proponer que «es más importante que nunca intensificar nuestros esfuerzos colectivos contra los delitos financieros y los abusos fiscales».
Corrupción
En la presentación del documento Dalia Grybauskaite, copresidente del Panel FACTI y expresidente de Lituania, indicó que «la corrupción y la evasión fiscal son desenfrenados. Muchos bancos están confabulados y muchos gobiernos están estancados en el pasado. A todos nos están robando, especialmente a los pobres del mundo».
Para agregar: «La confianza en el sistema financiero es fundamental si queremos afrontar problemas importantes como pobreza, cambios climáticos y COVID-19. En cambio, tenemos vacilaciones y retrasos que rozan la complicidad».
El movimiento de fondos ilegal por el sistema financiero internacional avanzó en estos meses de pandemia, asegura el informe, mientras que los gobiernos relajaron los controles para acelerar la atención médica y la protección social.
Debilidad
Al explicar detalles del informe Ibrahim Mayaki, copresidente del Panel FACTI y ex primer ministro de Níger, aseguró que «nuestra debilidad en la lucha contra la corrupción y los delitos financieros ha sido aún más expuesta por el COVID-19».
«En lugar de usarse para detener la propagación, mantener viva a la gente y poner comida en sus mesas, los recursos se pierden debido a la corrupción y el abuso», apuntó Mayaki.
El Panel FACTI pide un enfoque más coherente y equitativo para la cooperación fiscal internacional, incluso la tributación de la economía digital y una cooperación más equilibrada en la resolución de disputas.
El informe invita a los gobiernos a adaptarse a un mundo cambiante. Indica que los sistemas financieros abiertos y las nuevas tecnologías dificultan el seguimiento de transacciones ocultas y secretas.
La digitalización de la economía reduce, además, la recaudación de ingresos cuando las normas fiscales internacionales conservan estructuras y prácticas arcaicas.
Sin embargo señala que, el mismo tiempo, las nuevas tecnologías pueden ayudar a combatir los delitos financieros y los abusos fiscales. Con nuevos marcos normativos, la digitalización abriría el espacio para una cooperación más estrecha de los sectores público y privado para recopilar, compartir y utilizar información.
Advierte que la probabilidad de que se produzcan más eventos catastróficos como la pandemia COVID-19 exige mejores marcos legales e institucionales con políticas más resilientes, una mejor implementación y una cooperación internacional más sólida.
Para aconsejar que los métodos de detección y aplicación de la ley, las regulaciones y los sistemas tributarios necesitan suficiente flexibilidad para permitir respuestas ágiles por parte de los Estados.
Concentración
El abuso fiscal, el blanqueo de capitales y la corrupción que describe el Panel FACTI coinciden con un proceso constante de concentración del poder económico.
Se aceleró con la crisis de 2008 cuando las bancas centrales de los países centrales comenzaron a inyectar ríos de dinero en el sistema financiero.
Una investigación académica publicada en la revista Business and Politics de la Universidad de Cambride, de los economistas Jan Fichtner, Eelke M. Heemskerk y Javier García-Bernardo, ofrece un dato impactante:
Tres megaempresas financieras (BlackRock, Vanguard y State Street) en forma conjunta son el mayor accionista en el 88% de las empresas que cotizan sus acciones en el S&P500.
El conflicto de intereses, que es la forma diplomática de denominar la corrupción privada, es evidente. Existe una colusión tácita desenfrenada, porque los directores ejecutivos saben que es probable que la megaempresa matriz (esos fondos de inversión) se comunique con directores ejecutivos de empresas rivales que también son de su propiedad.
El saldo de esa corrupción es precios más altos, menos innovación, menor inversión y, naturalmente, salarios estancados, señalan esos tres investigadores.
Anticompetitivos
La conclusión de ese trabajo es que este nivel de concentración económica sin precedente, con el consiguiente abuso, genera efectos anticompetitivos e impactos negativos en términos de crecimiento e igualdad.
El ex ministro de Finanzas de Grecia Yanius Varoufakis intervino en ese debate con una reflexión oportuna acerca de la concentración de la riqueza, la evasión fiscal y la corrupción.
«La dificultad a la que se enfrenta la mayoría de la sociedad, especialmente los jóvenes, no es sólo por la expansión de los superricos, sino que el problema es que están rezagados por el estancamiento de la inversión y los salarios», afirmó.
Este comportamiento dispar, que se está intensificando en estos meses de pandemia, se da por el simple hecho de que «los ricos se enriquecen mientras duerme por razones que nada tienen que ver con el esfuerzo, el espíritu empresarial o la voluntad de no derrochar», sentenció Varufakis.
Megaempresas
Varoufakis explica que a medida que la riqueza se acumula en pocas manos, el resto de la economía se convierte en un desierto. Es una definición muy potente para describir cómo son hoy las reglas de juego: sin hacer nada, unas pocas personas siguen acumulando riquezas, mientras millones están marginadas y privadas de bienestar.
Para advertir que «las megaempresas se permitieron otro pasatiempo favorito: usurpar mercados, comprar políticos y capturar reguladores».
Ahora no sólo son los financistas quienes dominan la actual fase del capitalismo global, sino que se han sumado los gigantes de la economía digital.
Por ejemplo, Jeff Bezos, el fundador y consejero delegado de Amazon, no solo ha logrado mantenerse al frente de la lista de los más ricos del mundo durante la crisis del COVID-19, sino que se ha convertido en la primera persona en el mundo cuyo patrimonio supera los 200.000 millones de dólares.
Un poder de mercado exorbitante sustenta una riqueza exorbitante, obtenida en parte por el abuso fiscal y la corrupción en el sistema financiero mundial, como indica el Panel FACTI.
Ese poder de mercado de grupos concentrados se retroalimenta en cada una de las crisis globales, como en la de 2008 y en la actual del coronavirus.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Alfredo Zaiat – Periodista, escritor y economista, jefe de la sección de Economía y del suplemento Cash de Página 12 desde 1997. Conduce desde hace 18 años el programa radial ‘Cheque en blanco’. Ganador del premio ETER en varias oportunidades. Integra el cuerpo docente del Programa Amartya Sen de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Publicó los libros ‘¿Economistas o astrólogos?’, ‘Historia de la economía argentina del siglo XX’ junto a Mario Rapoport, ‘Economía a contramano’, ‘Amenazados. El miedo en la economía’ y ‘Macrisis. Otro fracaso del neoliberalismo en Argentina’.