LA PAZ (Sputnik) — Un año después de la expulsión del Movimiento Al Socialismo (MAS) y de una sañuda campaña de desacreditación y persecución a sus líderes, parece que casi nada ha cambiado en Bolivia: el partido de Evo Morales concurre de nuevo a las urnas como favorito.
Igual que en los comicios anulados de 2019, las fuerzas conservadoras lamentan su falta de unidad, o de un liderazgo fuerte, de cara a las elecciones de el 18 de octubre con las que Bolivia pretende reponer el orden constitucional interrumpido por la crisis poselectoral.
La votación cerraría un año perdido para el «proceso de cambio» que lideraba Morales, afirman los masistas, mientras los sectores que alentaron el autonombramiento de la presidenta transitoria Jeanine Áñez esperan que sea el inicio del fin del partido surgido de los sindicatos y movimientos sociales urbanos y rurales.
«Morales ya no es el candidato ni está en el territorio nacional, pero nunca se fue de la política boliviana, y lo que se definirá en las elecciones es si el MAS retorna o no al poder del que fue echado por una confabulación de sectores que nunca aceptaron el proceso de cambio», dijo a Sputnik el politólogo Gonzalo Balcázar.
El también docente universitario apuntó que las elecciones del 18 de octubre definirán entre el retorno pleno del neoliberalismo o la restitución del proceso de transformación política e inclusión social iniciado por Morales en 2006.
Proceso en cuestión
El candidato del MAS, Luis Arce, a quien las encuestas colocan muy cerca de ganar la presidencia, promete una segunda etapa del «modelo socio-comunitario» que en los 14 años de Morales dio a Bolivia el ciclo de estabilidad y crecimiento más prolongado de su historia, con reducción de la pobreza y las desigualdades.
Arce ofrece fortalecer a las empresas estatales, productivas y de servicios, que durante el Gobierno transitorio de Jeanine Áñez cayeron, según dijo, en «un estado de coma inducido con fines de privatización», en «una arremetida neoliberal que se aprovechó de la pandemia».
Los movimientos sociales, base política del MAS, volverán a ser protagonistas políticos, aseguró el candidato delfín de Morales.
Al frente están seis candidatos conservadores, incluido el expresidente Carlos Mesa (2003-2005), quien volvía a ocupar el puesto de rival principal del MAS desde el cual en 2019 se declaró víctima de un fraude masista, nunca comprobado pero convertido en motor de las protestas ciudadanas que derribaron a Morales.
El tercero en disputa es el novato ultraderechista Luis Fernando Camacho, exlíder cívico que condujo las movilizaciones iniciadas por Mesa contra el expresidente indígena.
Otros cuatro candidatos que apenas aparecían en las encuestas preelectorales completaban el cuadro de rivales del MAS con una variedad de propuestas de desmantelamiento de la economía regida por el Estado y proclamas contra la «dictadura» y la «tiranía», como califican al poder concentrado por el MAS en su ciclo pasado.
«Los conservadores no han presentado programas claros de Gobierno, aparte de proclamas de recuperación de la democracia, lo que tienen en común es estar en el bloque antimasista», dijo Balcázar.
Sostuvo que en el fondo los aspirantes conservadores se alinearon con el discurso de la presidenta Áñez que trató de justificar su gestión como una antítesis del proceso masista 2006-2019.
La gobernante, que era también candidata hasta que se bajó de la carrera electoral a mediados de septiembre abatida por el mal pronóstico que le daban las encuestas, intervenía en los últimos días de la campaña con furibundos ataques al MAS y llamamientos a votar contra el retorno del partido de Morales.
Crisis múltiple
Masista o no, el nuevo Gobierno boliviano recibirá un país sumido en una crisis múltiple, agravada y en parte provocada por la pandemia de COVID-19.
La economía, que ya perdía su brillo en 2019, tendrá crecimiento negativo este año por primera vez en dos décadas.
El Fondo Monetario Internacional ha pronosticado para 2020 una caída del 7,9% del Producto Interno Bruto, casi dos puntos porcentuales más que lo proyectado por el Gobierno, que ha paralizado inversiones y recortado otros gastos para compensar una fuerte caída de los ingresos internos y por exportaciones.
La crisis económica parece golpear más a los sectores informales y no asalariados, que constituyen la base social del MAS.
Arce ha prometido ampliar la política de bonos a la ciudadanía, para aliviar los efectos de la pandemia y reactivar la producción mediante el aumento de la demanda interna.
Los otros candidatos, sin propuestas concretas, han planteado en general incentivos a las empresas para la generación de empleos.