SANTIAGO – El abogado, politólogo y académico de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile cree que los independientes no tendrán espacio para entrar a la Convención Constituyente «por un problema clásico de competencia política», y apunta a la falta de liderazgos y programas que puedan convocar a nuevas figuras. La incompatibilidad entre el modelo económico impuesto por la dictadura y la democracia, la «discapacidad emocional» del Presidente Piñera y el futuro del escenario político frente al proceso constituyente son parte del análisis del también ex diplomático.
A días del estallido social del 18 de octubre de 2019, Carlos Huneeus planteó en una columna el “agotamiento de la democracia semisoberana”, concepto acuñado en el libro de su autoría “La Democracia Semisoberana: Chile después de Pinochet”. En esta obra, publicada el año 2014, el abogado, politólogo y académico de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, advertía sobre la crisis en curso por la incompatibilidad entre el modelo económico impuesto por la dictadura y la democracia, el conflicto social que se cultivaba frente a la concentración de la riqueza, los abusos y las desigualdades, y la pérdida de legitimidad de los partidos políticos entre la ciudadanía.
Por esta razón, por los antecedentes de movilización social del 2011, por la información que regularmente se entregaba desde la encuesta del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC), por la relación incestuosa entre política y economía, por el prontuario de abusos del sector privado, y por la grave corrupción en instituciones de las Fuerzas Armadas, entre muchos otros factores, el profesor Huneeus enfatiza en que quienes afirman que no vieron venir este fenómeno o no tenían consciencia de la realidad que viven millones de chilenos “faltan a la verdad”. En esta entrevista, Carlos Huneeus analiza los antecedentes de la crisis, el proceso constituyente y el futuro escenario político.
¿Cómo evalúa el nivel de participación en el plebiscito y el aplastante triunfo del Apruebo?
Me parece que el 50 por ciento de los votantes que participaron en esta ocasión no son las mismas personas que votaron el 2017. A simple vista, aparecieron votando más los jóvenes que los adultos mayores. Pero la participación fue muy relevante considerando el contexto de pandemia, que puede haber inhibido de participar a muchos adultos mayores y a gente no se siente identificada políticamente.
Por otra parte, creo que el plebiscito marca el triunfo de la centro derecha sobre la derecha. Esto es importante porque el resultado del plebiscito abre un espacio para configurar los dos tercios entre la centro derecha y la centro izquierda que no está por defender el modelo. En esta ocasión, Mario Desbordes triunfó como Frei en 1954, luego de un encargo que le hizo el Presidente Ibáñez de constituir un gabinete de emergencia para hacer frente a la crisis económica. Es momento de que la derecha democrática se ponga los pantalones largos.
¿El triunfo del Rechazo en tres comunas del sector oriente de la capital es representación gráfica de una lucha de clases?
Sabemos que estos lugares son los riñones de la oligarquía de la derecha, eso no es ningún misterio. Es cosa de ir a La Dehesa, es llegar a otro país. Esto demuestra la incongruencia del sistema económico, que tiene este pecado original de surgir en dictadura. Cuando la Concertación llegó a La Moneda tenía este complejo de culpa por el manejo económico de Allende, entonces fueron a darle confianza a los grandes empresarios en el CEP para asegurarles que se mantendrían los equilibrios, que sus intereses no se verían afectados. Pero la derecha no tiene ese complejo de culpa… No cuesta nada ganar plata sin sindicatos, prensa libre, con libre acceso a las autoridades y sin control de los monopolios. Alejandro Foxley rendía homenaje a los Chicago Boys y a Pinochet, pero eso es como decir que Hitler modernizó el país porque construyó autopistas. Hay cosas que son intransables. La modernización económica es un mito, y ahí hay un problema político serio que la ex Concertación y el Frente Amplio no han asumido a cabalidad. Es necesario construir otro relato de nuestra modernización económica, porque los rasgos del modelo actual ya no se pueden corregir.
¿Cree que la falta de ese relato es determinante en la falta de conexión con la ciudadanía?
Ignacio Walker acaba de sacar un libro, en el que repite lo que todos sabemos sobre crecimiento económico e indicadores. Pero de qué sirve todo eso si la gente se queda en la casa y tiene mala opinión de los partidos y de los parlamentarios. Lo que ha pasado es que la clase política y también los dirigentes de los grupos empresariales, dirigentes sindicales, y grupos de interés en general no percibieron los cambios que se habían producido. La política económica permitió crecer y la gente vivió mejor, sin duda, pero esto no cambió su valoración crítica del sistema económico, particularmente por el problema de la desigualdad. Respecto a la falta de confianza y legitimidad, un profesor alemán-norteamericano muy famoso dice que la falta de percepción de cambio se convierte en un obstáculo al cambio mismo.
¿Este proceso constituyente marca el fin de la transición?
Aunque la gente de derecha diga que es una reforma o un cambio a la constitución actual, será una página en blanco que podrá tener referencias. Aquí hemos tenido una transición por la vía de la reforma, pero se ha mantenido la Constitución. Fue reformada muchas veces, de acuerdo, pero con el veto de la derecha, es decir, se aprobaba lo que la derecha permitía, y se abusó de la buena fe de los presidentes democráticos. Cuando Lagos fue a decirle a los empresarios que no era una amenaza para ellos, lo leyeron como un llamado a seguir actuando como siempre. Creo que una nueva Constitución es muy importante y marcará una ruptura de contenido. La otra ruptura tiene que venir con señales claras en lo económico, donde el tema de las AFP es fundamental.
¿Qué opina de la ola de candidatos presidenciales y a la constituyente tras el plebiscito?
Confirma que hay un problema y una distancia gigantesca entre la clase política y la ciudadanía. Eso va en la dirección de mantener la crisis de representación. Lo grave es que no hay dirigentes jóvenes o un nuevo movimiento que esté presionando, como fue el papel de los “Verdes” en Alemania. Ellos tenían un relato alternativo al capitalismo tradicional. No veo que eso lo tenga el Frente Amplio, no lo veo en Revolución Democrática, tampoco están los grandes intelectuales, particularmente en la parte económica. No hay un discurso alternativo, como lo tuvo la Democracia Cristiana por ejemplo después de la guerra.
¿Cómo se podría generar una participación efectiva de independientes?
Los independientes en realidad no existen, son grupos de personas que no aceptan entrar a los partidos, pero tampoco los invitan ni reciben. Tienen que organizarse, y eso significa constituir un partido. Pienso que en esta vuelta no les van a dar espacio a los independientes para entrar a la Convención Constituyente, por un problema clásico de la competencia política. Eso ocurre en muchas partes, es consustancial al poder. Aquí la ley electoral define ciertas condiciones y es un dique de contención por su propia naturaleza. Pero en algún momento tiene que surgir un liderazgo y un programa que convoque a estos independientes.
El origen de la crisis
Ha señalado que la transformación económica resultó incompatible con la democracia, ¿hemos vivido una ilusión de democracia estos años?
Hemos vivido en una democracia semisoberana. Esta gente construyó un poder económico en estrecha complicidad con el poder político. Durante la dictadura les dieron todo tipo de facilidades, además, en dictadura no había diferencias entre el interés público y el interés privado. Después, en democracia, predominó una visión tecnocrática y economicista de la política, que ha sido fatal. A esto se sumó la política del consenso, sin visión política y sin financiamiento de partidos. Cuando no hay financiamiento de partidos, se abre la puerta a la corrupción. Hemos vivido en un sistema de economía pura, y una democracia moderna necesita una sociedad en la que existan mecanismos contra los monopolios, se promueva la libre competencia y se sancionen los delitos de cuello blanco, etc. Donde haya capacidad regulatoria y se provean los bienes públicos de vivienda, educación y salud, ya sea por el Estado o por los particulares. Sólo les faltó privatizar la Universidad de Chile. El Presidente Piñera es símbolo de esto. No es casualidad que las dos grandes manifestaciones de protesta hayan emergido en los gobiernos del Presidente Piñera, el 2011 y el 2019.
¿Cómo interpreta declaraciones como “no lo vimos venir” o sobre la falta de consciencia de la realidad en que viven millones de chilenos?
Es faltar a la verdad, es no querer reconocer una gravísima e irresponsable falta de visión de parte de los líderes políticos y de los grupos de presión empresarial. Hay una tesis de gente de derecha respecto a que los problemas que tiene el país son políticos y se arreglan arreglando la política. Yo creo que tenemos problemas políticos, pero la economía tiene mucha responsabilidad en encauzar estos problemas políticos. Ellos se lavan las manos y no quisieron ver este problema. Yo hacía las encuestas CERC que siempre entregaban información, pero ellos no tomaban en cuenta esta información. Solo miraban las encuestas del CEP.
¿Cuál es su evaluación sobre el manejo de esta crisis?
Ha sido un desastre, no hubo manejo de esta crisis. Piñera tiene esta doble militancia como hombre de negocios y Presidente. Entrar a Renovación Nacional para él fue una catapulta para acceder a la carrera presidencial. Logró ser millonario en 10 años y el ’93 ya quería ser candidato presidencial… El problema que tiene Piñera es que es un hombre de negocios, no es un político. En segundo lugar, tiene una discapacidad emocional. Su inteligencia emocional no le permite ver lo que está pasando, vive en una burbuja, y quiere que todo el mundo siga lo que él piensa. No ha tenido conducción, no ha estado a la altura de la grave crisis, que se suma a la crisis de representación por la falta de confianza en los partidos y a la crisis de legitimidad del sistema económico, porque la gente está cansada de este sistema económico en que unos pocos se benefician y los otros no. La gente ve que unos pocos son los privilegiados.