Perú protagoniza una inusitada crisis social y política en la que el nombre del presidente ha cambiado nada menos que tres veces en el espacio de ocho días y en la que las calles de Lima y otras ciudades del país se han llenado de ciudadanos indignados con sus representantes en el Parlamento.
¿Se parecen estos momentos de inestabilidad a los vividos hace un año por los chilenos? ¿Qué similitudes existen entre ambos escenarios? ¿Ha habido acaso efecto contagio? ¿Es la reforma de la Constitución la vía de solución como en la nación vecina?
Los hechos
Narremos, primeramente, el contexto de los sucesos. El 9 de noviembre, el presidente Martín Vizcarra se vio forzado a dejar el poder tras perder un juicio político en el Congreso (Parlamento) que aprobó una moción para declararle incapaz moral, basándose en acusaciones de que habría recibido sobornos cuando era gobernador del departamento de Moquegua. Él lo niega.
Ese mismo día 9 comenzaron las protestas frente al Palacio Legislativo. Las manifestaciones se prolongaron y ampliaron. Las de la tarde-noche del jueves 12, la I Gran Marcha Nacional, fueron de las más numerosas que se recuerdan en los últimos 20 años. Las movilizaciones se extendieron por todo Perú, más allá de Lima y su bella Plaza de San Martín, alcanzando ciudades como Cuzco, Trujillo, Arequipa, Iquitos y otras.
Vizcarra era el primer vicepresidente del mandatario Pedro Pablo Kuczynski, quien dimitió en 2018, también acusado de presuntos delitos de corrupción. La segunda vicepresidenta había renunciado en mayo de este año 2020. Al estar vacantes las dos vicepresidencias, la Jefatura del Estado pasó, según recoge la Constitución, al presidente del Congreso, Manuel Merino, quien juró su cargo el jueves 12 y pidió calma a sus compatriotas. Pero las quejas ciudadanas exigiendo el regreso de Vizcarra cuya popularidad era del 60%— no arreciaron en absoluto. En la madrugada del sábado 14 al domingo 15 se conoció la noticia de la muerte de dos manifestantes muy jóvenes: Jack Brian Pintado (22 años) y Jordan Inti Sotelo (24). Ambos fallecieron por heridas de arma de fuego en la cabeza y el tórax.
Merino presentó el domingo su dimisión. Tanto él como su primer ministro Ántero Flores-Aráoz, y el ministro del Interior Gastón Rodríguez han sido acusados de homicidio calificado, un delito con una pena que oscila entre los 15 y los 35 años de cárcel. Para cubrir el vacío de poder, los diputados votaron a favor de Francisco Sagasti, un candidato de consenso que no apoyó la destitución de Vizcarra. Su nombramiento ha sido bien recibido por casi todas las fuerzas políticas, incluido el partido de la familia Fujimori. Sagasti será presidente hasta julio de 2021 (si no hay más sorpresas), pues las elecciones parlamentarias y presidenciales han sido fijadas para el 11 de abril de 2021.
De Chile a Perú
Analistas mencionados por el grupo mediático chileno Emol (El Mercurio) ven muchas semejanzas en el proceso político que atraviesan Chile y Perú, además de los parecidos culturales reflejados en las redes sociales. Por ejemplo, los manifestantes peruanos entonaron la canción El baile de los que sobran del grupo chileno Los Prisioneros, que trata el tema de la desigualdad social y que se convirtió en el himno de las protestas chilenas. Las imágenes de las concentraciones también mostraron a uno de los manifestantes peruanos con un disfraz de Pikachu, igual que en Chile, o a hinchas de equipos de fútbol rivales pero unidos sujetando la bandera nacional peruana, igual que en Chile, pero con sus propios símbolos.
Todo esto no es nada casual, ni anecdótico. De hecho, reproduce los iconos, los símbolos de una juventud interconectada, unida y harta de una clase política que está encerrada en su burbuja, una clase política que no entiende lo que está pasando (o no quiere entenderlo); unos jóvenes irritados con una policía que no está entrenada para hacer frente con competencia a estas demostraciones populares, lo que se ha traducido en serias violaciones de los derechos humanos. Eso también es parecido en ambos casos.
Jóvenes y cansados
Los jóvenes desencantados, ese nuevo grupo poblacional llamado en Perú la «generación del Bicentenario» (de la independencia), están presionando al establishment para que sea escuchados pues no se sienten representados. De ahí que algunas pancartas exhibidas durante las protestas expresaran los siguientes mensajes: «¡Que se vayan todos! ¡Nueva Constitución ahora!» o «¡No es por ti Vizcarra, es por nosotros!». El rol de la juventud ha sido fundamental, como en Chile. Afortunadamente, la violencia y la represión no se han extendido por las tierras peruanas, como ocurrió en el vecino del sur.
«Creo que van a empezar a venir una serie de peticiones, incluso de reforma constitucional, porque el modelo chileno aquí juega con efecto espejo. Todas estas crisis en América Latina de una manera u otra se van contagiando», destacó el politólogo y jurista argentino, Daniel Zovatto, director regional de IDEA Internacional para América Latina y el Caribe, citado por la web Emol.
En opinión del académico de la Universidad de Lima, Martín González, «estamos siendo testigos del nacimiento de una nueva forma de participación política. Hace ya mucho tiempo que en la ciencia política se señala que la representación está en crisis. Los jóvenes, cuando no se sienten representados, buscan expresarse por canales diferentes. En este caso, el catalizador de la protesta fue la vacancia (de Vizcarra), pero, si no hubiera sido ese, podría haber sido cualquier otro tema», enfatizó. «Ellos son el espíritu de la protesta», agregó.
Las causas
Las causas que originaron las protestas son aparentemente distintas. En Chile fueron más económicas; en Perú, más políticas. Pero ambos estados tienen una profunda dependencia del cobre (ambos son los dos primeros productores mundiales de este mineral). Las primeras señales de alarma llegaron con la caída del precio internacional de este recurso minero por la falta de demanda a consecuencia de la crisis prepandémica. También ambos han desarrollado una profunda desigualdad social. Definitivamente, el modelo político no está funcionando adecuadamente en las dos naciones, todavía regidas por Constituciones de corte neoliberal.
«Tiene que ver con la corrupción, con los partidos políticos, con deficiencias institucionales en Perú que pueden ser corregidas, pero no necesariamente están pidiendo reivindicaciones sobre el modelo económico», afirmó el exministro peruano de Agricultura Juan Manuel Benites, citado por el diario limeño El Comercio. De hecho, la mitad de los 130 diputados del Congreso están siendo investigados o han sido condenados por corrupción, una plaga endémica por estas latitudes.
¿Serviría cambiar la Constitución? Es una opción que ya está sobre la mesa. El sistema peruano es presidencialista, pero ha ido ganando peso el parlamentarismo, lo que ha favorecido los choques muy frecuentes entre el poder ejecutivo y el legislativo, provocando una inestabilidad perenne desde hace tres años, lo que ha perjudicado las inversiones y el desarrollo económico. Una reforma podría solucionar esos desequilibrios y, además, mejorar el método de destitución presidencial para hacerlo menos fácil. La oportunidad de redactar una nueva Ley de Leyes, derogando la actual que data de 1993 y fue aprobada en tiempos de Alberto Fujimori, abriría la puerta a elaborar un texto mucho más democrático y social, donde el Estado juegue un mayor papel.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Francisco Herranz – Ha desarrollado su carrera profesional en el diario El Mundo, donde ha sido corresponsal en Moscú (1991-1996), redactor jefe de Internacional y de Edición y editorialista, especialista en Europa del Este y colaborador en varias publicaciones especializadas, desde 2010 es profesor en el Máster en Periodismo-El Mundo de la Universidad San Pablo-CEU.