Deberíamos haber estado preparados para esto, para ver partir al niño que nos hizo soñar con imposibles, pero lo que se siente no se puede disimular, cuando fuera nos iba a pillar mal parados. Nos acaba de dejar buena parte de nuestra infancia, y mientras lo vamos asimilando y queremos todavía que se trate de una pesadilla, surgen distintas reflexiones, que van más allá de su genialidad deportiva, que para nuestra suerte quedó ampliamente respaldada en imágenes.
El que no comparte ese cariño y admiración por Diego, repasa hoy a quienes lo hacemos, lo que es totalmente válido dado varios hechos gravísimos de su vida que se denuncian y que son de conocimiento público, como todo en su estadía en este mundo. A pesar que más de alguno de estos férreos críticos tengan seres queridos, lean, vean películas, aprecien deportistas y escuchen música de personajes cuestionables, cargados de luces y sombras al igual que el 10, sólo que convenientemente ese examen exhaustivo fue aleatorio y no pasó por ellos mismos.
Sin temor a ser juzgado de jugar al empate de este héroe con pies de barro con otros referentes de barro, porque justamente es eso lo que hago, es imposible dejar de lado que existen víctimas por sus actos. Así de contradictorio -y condenable por supuesto- es todo lo que Maradona genera. En esa línea, me parece excelente que se pongan de relieve los hechos más terribles y deleznables de su vida: sexo con menores de edad y agresiones a su ex pareja por ejemplo, inaceptables, y parte de las humanas contradicciones en las que hoy caemos quienes sufrimos su partida y lo embelesamos, aunque no sólo por lo hecho dentro de la cancha, sino también por muchas de sus cualidades fuera de ella.
Sólo me pasa que no puedo ser tan careta de renegar la pena que siento, porque no llego a tener referentes divinos todavía, como para ir por la vida enrostrándole al resto su sentir. No obstante eso, el debate es sano a la hora de hablar sobre nuestros gustos o admiraciones en todo orden de cosas, porque nivelar moralmente hacia arriba es lo lógico y es tarea de todos, pero cuando digo de todos deberíamos esmerarnos en partir por casa, para que justamente no haya dioses a la hora de juzgar comportamientos humanos.
Diego no es un dios, Diego no quiso ser ejemplo de nada, eso es obvio, Diego sólo fue un humano genial que nació y creció entre cartones, sin ropa ni comida, y en la pobreza extrema, que nunca olvidó su cuna, que siempre mantuvo intacta su conciencia de clase, que fue el mejor de todos, por si eso fuera poco, y que de paso le hizo la vida un poquito más feliz a muchos millones de otros humanos en todo el mundo. Me incluyo, sin dejar de condenar sus peores sombras, pero con el derecho genuino de sufrir y llorar su partida.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por René Arriagada – Periodista.