El tribunal de Evry, en la región capitalina francesa, inició el juicio contra dos decenas de empresas fabricantes del agente naranja, un potente herbicida usado por el Ejército estadounidense durante la guerra en Vietnam.
Tran To Nga, una mujer franco-vietnamita víctima del herbicida rociado por los estadounidenses hace 60 años, ha demandado a 20 empresas multinacionales, incluida Monsanto. La mujer espera sentar un precedente legal.
Tras seis años de demora y aplazamientos, el juicio es un momento decisivo en su larga batalla contra los gigantes agroquímicos que producen defoliantes que han causado la contaminación del suelo en Vietnam y han afectado la salud pública.
«Estoy tranquila porque me siento apoyada. Como en todos los juicios, es difícil defender mi caso: como defensa, ellos [los abogados de los grupos industriales] no dudan en atacarme. Se pueden tolerar las críticas justas. Pero lo que dicen no es cierto», comentó Tran To Nga a Sputnik. «Si luchamos por la justicia, la justicia prevalecerá. Creo en la justicia del mundo, la justicia con mayúsculas».
El agente naranja es un herbicida y defoliante que consiste en una mezcla de dos herbicidas hormonales: 2,4-D y 2,4,5-T. Fue fabricado por las empresas agrícolas Monsanto Corporation y Dow Chemical, entre otras. Se le dio ese nombre por las franjas de color naranja que cubren los barriles utilizados para su transporte.
Posteriormente se descubrió que el 2,4,5-T utilizado para producir el agente naranja estaba contaminado con TCDD, un compuesto de dioxina extremadamente tóxico. En 10 años, las tropas estadounidenses rociaron unos 80 millones de litros de este agente desde sus aviones, envenenando los campos de cultivo y los ríos. Aunque EEUU anunció que su objetivo era la lucha contra los guerrilleros, los más afectados fueron los campesinos y la población civil.
Los representantes de las ONG vietnamitas creen que «aunque se trate de un caso civil», el juicio ganado por las víctimas del agente naranja puede animar a las víctimas de otros países a presentar demandas similares.
Los vietnamitas «todavía no han conseguido justicia», aunque «mucha gente se solidariza» con ellos, señaló Kim Vo Dinh, el coordinador de las ONG Vietnam-Dioxina y Stop Monsanto Bayer y agroquímica.
«Me sorprende la poca gente que se anima a conocer este problema. Tres millones de personas han sido afectadas por el agente naranja en Vietnam, y los responsables no admiten su culpa: ni el gobierno estadounidense, ni las corporaciones industriales», afirma Kim Vo Dinh.
Kim Vo Dinh señala que «los fabricantes conocían los peligros de esta mezcla», especialmente la dioxina que contiene. Subraya que «el método de producción elegido por los industriales» hizo que el agente naranja fuera extremadamente tóxico.
La dioxina interviene en los procesos del metabolismo, causa enfermedades oncológicas, debilita el sistema inmunológico y afecta el código genético. Por ejemplo, los hijos de las víctimas de ataques químicos nacen con el cráneo deformado o sin ojos, nariz u otros miembros.
«Al igual que el Holocausto o el racismo, el problema del agente naranja debe ser conocido por todos», asegura.
Acudió al juicio para reiterar su firme postura de que «los responsables deben ser juzgados» por lo que han hecho.
Misma empresa, otra sustancia peligrosa
Kim Vo Dinh se siente indignado por la continua producción de las sustancias peligrosas en las fábricas de Monsanto.
«Monsanto produce glifosato, otro peligro para la salud. Es increíble que la misma empresa siga produciendo sustancias peligrosas sin ser castigada por lo que hizo«, enfatiza el activista.
El glifosato es uno de los agrotóxicos más vendidos del mundo. En 2015, la Organización Mundial de la Salud advirtió que era un «probable cancerígeno para los humanos», además persiste y se acumula en suelos y cuerpos de agua de los sitios en dónde se utiliza.
«Creo que la justicia francesa tiene suficiente independencia para investigar este caso. Es importante que pueda ver el daño causado a Tran Tho Nga y los efectos de estas sustancias peligrosas en su salud», concluye Kim Wo Dinh.