Hace algunos días atrás, Elige Educar dio a conocer los resultados de un estudio en el cual se consigna la necesidad de contar con profesores idóneos (aquellos que cuentan con un título y poseen formación en el nivel y asignatura que imparten) en nuestro país. Se habla que de aquí al año 2025, podrían faltar más de 26.000 docentes que puedan dar cobertura a los distintos niveles del sistema escolar chileno.
Lo que más preocupa es el caso de Educación Parvularia, donde se proyecta un déficit relevante de este tipo de profesionales al año 2030, de un – 63% en la región de Tarapacá; – 54% en Aysén y – 51% en las regiones de Antofagasta y Los Ríos. En la Educación Básica, se augura una necesidad de – 15% a nivel nacional. Por su parte, no deja de llamar la atención que, para el caso de la enseñanza media, la proyección disponible de docentes idóneos en Biología, Química y Física será de – 39%; Historia y Geografía – 46%; Artes y Música – 31%; Educación Tecnológica – 80% y Filosofía y Religión – 62% en el territorio nacional.
Pues bien, ¿dónde está el problema?, si a pesar de que el año 2016 se promulgó la ley de Desarrollo Profesional Docente (Ley 20.903) en la cual se indican aspectos como: nuevas exigencias para ingresar a estudiar una pedagogía; una carrera docente que permite el aumento gradual de las remuneraciones; educación continua gratuita para quienes trabajen en establecimientos que reciben fondos del Estado. ¿Por qué será que a los estudiantes que egresan de enseñanza media no les resulta atractivo estudiar una carrera de pedagogía en Chile? Persiste la estigmatización de una profesión mal remunerada y poco valorada. Estudiar una carrera de pedagogía es muy diferente a como lo era antes, más aún, frente al rol social que esta cumple ante miles de niños/as, jóvenes y adultos.
No podemos esperar a que llegue el año 2025 y nos veamos afectados por la carencia de docentes; un retraso en la educación es altamente costoso para una sociedad que clama por más oportunidades de desarrollo. Urgen campañas comunicacionales al interior de los colegios y en la misma sociedad civil, las cuales den a conocer el significado de la profesión docente y así lograr dar cobertura al déficit de profesionales idóneos en las respectivas especialidades y niveles a las cuales el sistema escolar atiende.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Carlos Guajardo Castillo – Académico Facultad de Educación y Ciencias Sociales , UCEN