La historia de Ferenc Vajta es digna del cine: apoyó al nazismo como periodista y diplomático en Hungría y Austria, intentó asegurar su huída a través de pactos frustrados con Francia, el Vaticano y EEUU y, en 1950, llegó por casualidad a Colombia. Se instaló en la capital y se consolidó como un intelectual renombrado y promotor del teatro local.
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El derrotero de agentes y simpatizantes nazis luego de la Segunda Guerra Mundial ha sido inspiración para infinidad de investigaciones históricas, obras artísticas y teorías que abarcan desde ignotos soldados hasta el mismísimo Adolf Hitler, señalado tanto en Argentina como en Colombia después de 1945.
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Algunas de esas historias aún están en proceso de conocerse y documentarse, más de 75 años después de la caída del nazismo. Es el caso de un influyente profesor universitario de la Colombia de los años 1950 y 1960, a quien documentos desclasificados de la CIA (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos) identifican como un partidario de Hitler que terminó exiliado en Sudamérica por casualidad y que intentó varias veces ganarse la protección estadounidense a cambio de acciones contra la Unión Soviética.
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Se trata de Ferenc Vajta, un hombre nacido en 1914 en Hungría y que a mediados del siglo XX llegó a convertirse en un reputado profesor de la Universidad de Andes, primera universidad privada de Colombia, fundada en 1948. A pesar de que en su época era conocido por su profundo anticomunismo y había rumores sobre su antigua simpatía por el nazismo, su verdadera historia recién es contada ahora en un informe especial elaborado por el periodista Jhon Torres para el diario colombiano El Tiempo.
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Torres logra reconstruir algunas características clave de Vajta: había estudiado en la Sorbona de París y para la década de 1940 era un reconocido periodista que defendía públicamente la incorporación de Budapest al Eje. Su influencia se acrecentó en 1944, cuando Hitler envió tropas alemanas a controlar Hungría ante los intentos por pactar con los Aliados. El nazismo colocó en el poder a Ferenc Szálasi, un hombre cercano a Vajta. Su amistad con el gobernante nazi le permitió ser nombrado cónsul húngaro en Viena.
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Documentos de la CIA consignados en el informe de El Tiempo dan cuenta de que, durante su estadía en Viena, Vajta sirvió a los intereses alemanes al encargarse de la deportación de 20.000 judíos húngaros hacia territorio austríaco para ser distribuidos en campos de concentración. De acuerdo a los reportes, 6.000 de esos judíos fallecieron en el camino, ya que eran obligados a marchar la distancia entre Budapest y Viena.
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Con el fin de la guerra, Vajta hizo todo tipo de esfuerzos para evitar ser capturado y enjuiciado. Inició así un periplo por Italia —donde según documentos de la CIA obtuvo colaboración de allegados al papa Pío XII—, Francia —donde intentó colaborar con Charles De Gaulle en contra de la Unión Soviética— y la España franquista. En todos lados, Vajta ofrecía dinero, información o apoyo contra la Unión Soviética o el gobierno comunista de Hungría a cambio de protección. Sin embargo, no consiguió su objetivo.
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Acabó viajando a Estados Unidos en 1947 con la intención de obtener, de los estadounidenses, el apoyo que buscaba para erigirse como un referente del anticomunismo húngaro en el exterior. Sin embargo, su pasado nazi le valió quedar detenido en Nueva York durante más de dos años mientras Estados Unidos decidía qué hacer con él. Con casi todas las puertas cerradas en Europa, Vajta pidió ser enviado a Bogotá, un destino que hasta el momento era desconocido para el periodista y excónsul.
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«Aire doctoral»: La vida de Vajta en Colombia
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A pesar de que existen multiplicidad de documentos de inteligencia estadounidenses que siguen la trayectoria de Vajta desde que escapó de Europa, la razón de que eligiera llegar a Colombia no pudo ser determinada.
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La investigación de Torres para El Tiempo aporta un posible dato clave: Bogotá fue el mismo destino que escogió para escapar el jesuita de origen húngaro Nyisztor Zoltan, jefe de prensa del Vaticano para finales de la Segunda Guerra Mundial. Zoltan había recibido a Vajta en el Vaticano en su proceso de huida y también era señalado como un simpatizante nazi.
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Otra incógnita del derrotero de Vajta es si existió un acuerdo entre el Gobierno estadounidense, encabezado por Harry Truman (1945-1950) y el colombiano de Mariano Ospina (1946-1950) para permitir el ingreso de Vajta, que llegó a Colombia en un vuelo de Avianca —aerolínea de origen colombo-alemán— el 5 de febrero de 1950.
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A pesar de que la estadía de Vajta en Bogotá inquietaba tanto a la diplomacia estadounidense en Colombia como a la propia inteligencia colombiana, el húngaro logró hacerse rápidamente un lugar en la sociedad bogotana. Vajta se convirtió en uno de los nombres de referencia de la incipiente Universidad de los Andes, que se nutrió de variedad de profesores europeos exiliados en sus primeras carreras de ciencias básicas.
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En esa experiencia universitaria Vajta conoció a Frans von Hildebrand, quien llegó a ser decano de la Universidad de los Andes y llegó a Colombia junto a su familia escapando del nazismo. Según recoge el informe de El Tiempo, Hildebrand protegió a Vajta a pesar de no compartir sus ideas con respecto al nazismo.
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De hecho, Torres logró entrevistar al hijo de Hildebrand, el antropólogo Martín von Hildebrand, quien recordó que Vajta solía visitar su casa a pesar de los rumores que lo señalaban como un simpatizante nazi. Según el hijo, Hildebrand solía ser cuestionado por su amistad con Vajta pero solía responder que «no podía juzgar a una persona por una decisión de estar en el lado equivocado que había tomado todo un pueblo».
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De todas maneras, el hijo de aquel encumbrado docente considera que es probable que su padre «no conociera a profundidad» la verdadera historia de Vajta en Europa.
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El húngaro también se hizo un nombre en el mundo del teatro colombiano. Además de apoyar económicamente emprendimientos teatrales a modo de mecenas, el nombre de Vajta está grabado entre los promotores del primer Festival Nacional de Teatro realizado en 1957 en el Teatro Colón de la capital colombiana.
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El informe de El Tiempo reconstruye a Vajta como un «hombre corpulento, de gran nariz y de pelo negro engominado». Quienes lo conocieron en su etapa colombiana lo describen con un intelectual respetado, «con aire doctoral, muy académico pero muy respetuoso», que además mostraba un profundo conocimiento sobre el arte y, en especial, el teatro europeo.
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El hijo de Hildebrand lo recordó como un caballero «de apariencia triste y que daba la impresión de que sufría mucho».
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Es que, a pesar de haberse adaptado al ambiente bogotano, Vajta seguía con intenciones de abandonar Colombia y regresar a Estados Unidos. Intentó varias veces enviando cartas y realizando gestiones diplomáticas ante Washington, en las que aseguraba que los rumores sobre su apoyo al nazismo eran construcciones del comunismo húngaro y soviético para perjudicarlo. Estados Unidos nunca accedió a concederle la visa que solicitó en infinidad de ocasiones.
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Mientras tanto, su convicción anticomunista no cesaba. Vajta llegó a protagonizar un escándalo nacional en Colombia al denunciar ante la embajada estadounidense en Bogotá al también profesor húngaro Jorge Kibedi, que dictaba clases en la Universidad Javeriana. Según Vajta, el docente era en realidad un espía de la Unión Soviética. La denuncia provocó que el Gobierno de Colombia, que en esa época penaba con cárcel ser comunista, expulsara a Kibedi del país.
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Quizás la contracara de eso fue la postura que la revista estadounidense Time, de la que Vajta comenzó a ser corresponsal en 1956, tomó al enterarse de su pasado pronazi. La publicación decidió interrumpir las colaboraciones del húngaro, que presentó la decisión como un problema de tiempo debido a las exigencias de su vida académica.
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La reconstrucción de Torres llega hasta los últimos días de la década de 1960, cuando el cuerpo de Vajta fue encontrado sin vida en su casa. Producto de la soledad en la que vivía tras separarse de su esposa y su hijo, su cadáver no fue encontrado hasta varios días después de su deceso.
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