Durante 20 años consecutivos, las poblaciones de delfines chilenos (Cephalorhynchus eutropia) han sido monitoreadas continuamente en las costas de Chiloé y sus alrededores, región central de su distribución, constituyendo el estudio sistemático y multidisciplinario de más larga duración para la especie. A través de investigaciones realizadas por el Centro de Estudios para la Conservación de Ecosistemas Marinos CECEM – YaquPacha Chile y WWF Chile, se ha estimado un número llamativamente reducido de delfines chilenos, incluso para las poblaciones más grandes que se localizan en la región. Al mismo tiempo, se han caracterizado las principales amenazas y examinado las bacterias de la piel de los delfines, para conocer su estado de salud.
En promedio, las poblaciones más grandes de delfín chileno están compuestas por 60 individuos aproximadamente, los que se distribuyen en pocas áreas y muy localizadas en la región. Estas cifras, así como su distribución, constituyen un indicador clave para impulsar medidas y acciones de conservación para este delfín, el único cetáceo endémico de Chile y uno de los más pequeños y desconocidos del planeta. Así, la información que está siendo generada por este estudio contribuirá a realizar una clasificación más precisa del estado de conservación de la especie, que para la región se encuentra como vulnerable, según el Ministerio del Medio Ambiente.
Como explica Cayetano Espinosa, coordinador científico de YaquPacha Chile, la situación del delfín chileno es preocupante si se le compara con otras especies similares, como el delfín de Héctor que habita en Nueva Zelanda o la tonina overa de Chile y Argentina. Los delfines han sido estudiados en varias localidades, incluyendo zonas de alta actividad humana como Calbuco, y también zonas muy poco intervenidas como Inío. “Son poblaciones extremadamente pequeñas y, además, están divididas en parches o núcleos. Este patrón es repetitivo en la región. Asimismo, a diferencia de otros delfines, los chilenos son residentes de zonas específicas, es decir, permanecen casi toda su vida en una misma bahía, por ejemplo. El cómo los delfines usan su hábitat y cuántos de ellos hay, son aspectos críticos que hemos estudiado por años gracias a la Dra. Sonja Heinrich, miembro del staff de esta investigación. Lo preocupante es que esta combinación entre poblaciones pequeñas, sus patrones de residencia y hábitat reducido, hacen que estos parches sean susceptibles a la extinción local, porque si hay una amenaza fuerte en ese lugar que lleve a la extinción de una población específica, será muy difícil que ese lugar vuelva a ser recolonizado. Eso es muy importante de considerar en el manejo de la especie y las estrategias de conservación”, destaca Espinosa.
“En Chile tenemos una tremenda responsabilidad con la conservación de esta especie”, indica Yacqueline Montecinos, encargada de Biodiversidad Marina de WWF Chile. “Los delfines chilenos, al ser altamente selectivos de sus hábitats y sensibles a los cambios ambientales de estos mismos, son unos excelentes bio-indicadores o centinelas que nos pueden dar avisos efectivos de cambios en las condiciones del área en que se encuentran. Esto, junto con el valor intrínseco que poseen por ser una especie endémica de nuestro país, conforman razones suficientes para trabajar en medidas que resguarden las condiciones necesarias para la permanencia de esta especie en nuestras costas, así como para propiciar el aumento de su tamaño poblacional y, como consecuencia, mejorar su estado de conservación y el conocimiento sobre ellos”, agrega la experta.
La amenaza de la salmonicultura
El estudio también evalúa las amenazas y la salud de estos mamíferos marinos, pues es un aspecto crítico para la supervivencia. Respecto a las primeras, las más frecuentes son la mitilicultura, salmonicultura y redes de enmalle costeras, existiendo evidencia de que las dos últimas representan un riesgo directo para los delfines, incluyendo mortalidades.
“Desde Chiloé hasta Magallanes hemos registrado sistemáticamente el enmalle y muerte de delfines chilenos en las redes loberas de las salmoneras. El diseño de estas redes probablemente ha contribuido a disminuir la interacción de la industria con lobos marinos, lo que es positivo, pero lamentablemente la evidencia no muestra los mismo para los delfines”, comenta Cayetano Espinosa. En cuanto a las redes de pesca, también existen múltiples reportes de enmalles de pequeños cetáceos.
En términos sanitarios, los investigadores han encontrado que, en zonas con alto impacto de actividades salmoacuícolas, como Calbuco y Dalcahue, la piel de los delfines es colonizada por bacterias muy diferentes a las de los delfines de otros lugares, incluyendo bacterias comúnmente encontradas en la piel de salmónidos cultivados, como algunos tipos de Halomonas. “Al igual que las personas, los delfines tienen comunidades de bacterias en su piel que son únicas y características, las que deben permanecer en un cierto equilibrio para mantener la salud de la piel, que es un órgano vital para el sistema inmune. En general, estas bacterias no son patógenas, es decir, no dañan al delfín, al contrario, incluso lo protegen. Lo que estamos comenzando a ver en nuestros primeros resultados, es cómo los delfines que habitan en costas urbanizadas, están perdiendo ese equilibrio”.
«Los datos que ha ido entregando esta investigación, aún en curso, refuerzan la necesidad de contar con más y mejor información sobre el delfín chileno y otras especies, así como la urgencia de generar acciones de conservación más decididas y profundas, sobre todo atendiendo a los datos del bajo tamaño poblacional del único cetáceo endémico de nuestro país”, puntualiza Yacqueline Montecinos.