El turismo crece a marchas forzadas en América Latina y los empresarios del sector esperan que crezca aún mucho más, pese a los numerosos retos.
“Cuando se considera la riqueza cultural de América Latina y ese don de la hospitalidad que tenemos, desde luego hay un gran potencial que no se aprovecha”, estima la consejera delegada de la organización empresarial Consejo Mundial del Viaje y el Turismo (WTTC, por sus siglas en inglés), Gloria Guevara, en declaraciones recogidas por el diario español El País.
En efecto, el conjunto de Iberoamérica está experimentando el mismo gran crecimiento del turismo que se observa a nivel mundial, con una multiplicación por dos entre 2000 y 2016 de la llegada de visitantes foráneos y del número de pasajeros transportados, pero su parte del mercado global no progresa, permaneciendo alrededor de un 8 por cien.
Ese estancamiento relativo, sin embargo, puede muy bien quedar atrás, si la gestión del auge que se espera —el presidente de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés), Alexandre de Juniac, prevé que se multiplique por 3 de aquí a 2036— evita que en el camino se produzcan crisis.
Del mismo modo, WTTC estima que la inversión, que este año se prevé de unos 67 000 millones de dólares para toda la región, alcance en 2028 los 100 000 millones de dólares, con un crecimiento de en torno a un 4,6 % cada año, muy por encima de los ritmos económicos generales del último lustro latinoamericano.
Entre los principales desafíos que señalan los expertos está el de la criminalidad, de la que el Banco Interamericano de Desarrollo considera que reduce en un 3,5 % el producto interior bruto (PIB) de la región, incrementado en el caso de los países más centrados en el turismo.
Otros problemas reseñados son la falta de infraestructuras de transporte adaptadas a un mercado transnacional —el turismo nacional sigue siendo la tónica general—, las inclemencias del clima —en particular, para el turismo de sol y playa del Caribe— y la falta de armonización de algunas administraciones públicas con el impulso al sector.
Los Gobiernos latinoamericanos, sin embargo, dicen estar muy interesados en el desarrollo turístico, en particular por la capacidad del sector para crear empleo y movilidad social, y también por el modo en que el turismo puede aportar un componente tecnológico al desarrollo económico, ya sea por las agencias de viaje por Internet, los visados electrónicos o los pasaportes biométricos.
UN SECTOR HOTELERO A LA CAZA DE INVERSORES
Durante décadas, y a excepción de las grandes capitales y algunos destinos turísticos de sol y playa, el sector hotelero latinoamericano ha pecado de falta de desarrollo. El ciclo económico expansivo de finales de la pasada década y principios de ésta cambiaron la situación, con tasas de crecimiento por encima del 4% al año. Con el frenazo de la economía en 2015 y la recesión de 2016, se ha producido un exceso de oferta nueva que el mercado está aún terminando de absorber. «La demanda está creciendo más rápido que la oferta por primera vez en seis años», apunta Patricia Boo, directora regional de STR para América del Sur y Central.
Parte de responsabilidad la tienen los Juegos Olímpicos de verano de 2016 en Río de Janeiro, que provocaron un exceso de oferta en la excapital brasileña y alteraron las cifras de ingreso por habitación disponible (RevPAR, en su acrónimo inglés), la principal estadística del rendimiento hotelero. «En 2017, el RevPAR promedio aumentó en algunas ciudades, como Cartagena de Indias, Santiago de Chile o Mendoza, pero por norma general, disminuyó con fuerza, sobre todo en Brasil», apunta Boo.
El capital interno sigue siendo el rey. «Es el principal jugador», sostiene Arturo García Rosa, presidente y fundador de las Conferencias Interamericanas de Inversión en Hotel y Turismo de América Latina (SAHIC), «pero hoy todos están detrás de una buena oportunidad, sobre todo con las monedas devaluadas». El mercado brasileño despierta más dudas ante la inestabilidad política y su dependencia del mercado interno, pero García Rosa es optimista. «Estamos viendo una recuperación del precio de las materias primas», señala. «Y el real va a seguir muy devaluado, por lo que mucha de la demanda que generalmente se iría fuera se va a quedar ahí».
Las grandes cadenas hoteleras han salido de compras. «El año pasado firmamos 43 contratos de gestión», relata Antonietta Varlese, directora de comunicación de la cadena francesa Accor para América Latina. «Para 2018, consolidaremos el desarrollo de los últimos tres años con nuevas aperturas. Nuestro objetivo es llegar a 400 hoteles abiertos al final del año 2018 y hasta 500 hoteles al final del 2020». No es la única. La española NH invirtió 65 millones de euros en 2015 para hacerse con la colombiana Royal, mientras que Hilton ha superado los 100 alojamientos y tiene otros 70 en desarrollo.
Pero, según Clay Dickinson, director gerente para América Latina de la consultora inmobiliaria JLL, hay dos grandes estrategias de inversión ahora mismo. «Desde Europa, están viniendo cadenas hoteleras interesadas en la gestión y con un punto de vista estratégico, buscando plataformas para crecer», relata. «Lo que viene de Estados Unidos son más family offices y fondos de capital riesgo, que buscan edificios simbólicos simples de conseguir». Dickinson pone como ejemplos de este último caso el Windsor Atlântica, en la playa de Copacabana en Río de Janeiro, adquirida por Blackstone y convertida en un Hilton, y el Sheraton de la plaza San Martín de Buenos Aires, comprada a principios de año por un fondo con sede en Delaware y con capital argentino.
Una de las características de esta expansión es que los inversores internacionales están aventurándose a ampliar su gama de productos —entrando en espacios, como los hoteles de gama media y baja, hasta ahora fuera del radar de las grandes cadenas— y en nuevos destinos hasta ahora ignorados, como San Luis Potosí (México) o Copiapó (Chile). «La dificultad era encontrar producto disponible que cumpliese con los estándares de calidad», considera Dickinson.
Sin embargo, al igual que en el resto del sector turístico, aún hay muchos desafíos por delante. El primero, la violencia, uno de los factores por los que el capital chino, tan activo en el resto del mundo, no está entrando con el mismo entusiasmo en el continente. «Río de Janeiro, que llegó a ser un mercado estrella global, fue barrido por la violencia», considera García Rosa. «Lo que la región realmente necesita es ser más transparente y menos complejo en la regulación», considera Dickinson. «Si hay algo que me dicen los inversores es que en Brasil y en México una ejecución hipotecaria puede tardar hasta cinco, diez años. Y el capital puede elegir, y si tiene inseguridad jurídica prefiere obtener un 5% de rendimiento en Estados Unidos que un 20% en América Latina».