Por primera vez se realizó una encuesta que expone el malestar secesionista de EEUU que propende a su balcanización. Una encuesta del 14 de julio de Bright Line Watch y YouGov expone que 44% del sur (66% de republicanos) anhelan separarse de EEUU, mientras que en la costa oeste (con Alaska y Hawái), 39% (47% de demócratas) favorecen la escisión.
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Los perturbadores datos de Bright Line Watch y YouGov se suman a los teoremas sobre una hipotética balcanización de EEUU en varios pedazos.
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En la época de Trump, 44% de «liberales de California» apoyaban su separación: el Calexit.
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Ahora en los seis meses de la fase Biden, los republicanos del sur buscan la secesión, sumados los de Wyoming, Misisipi y Michigan.
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Christopher Ingraham, del The Washington Post, se asombra de que «2/3 partes de los republicanos del sur anhelan la secesión» y que tal «número sigue creciendo» con el fin de «juntarse a una unión con otros estados del sur», lo cual ha venido desglosando mediante la creación de dos ejes, precisamente en la región sureña, en particular en la transfrontera con México: un eje republicano de Texas-Arizona-Florida y otro demócrata de California y Nuevo México.
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La división de EEUU es más profunda en el ámbito cultural, a grado tal que se detecta en forma prístina desde lo social hasta el rechazo a la inoculación de las vacunas contra el COVID-19, como alega el infectólogo Anthony Fauci, el zar a cargo de la política médica para yugular la grave pandemia que azota ahora a EEUU con la variante delta.
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Fauci, polémico director del CDC, explaya sin tapujos el peligro de una «guerra civil fría» o de un «divorcio pacifico» entre los «dos EEUU» de vacunados y no vacunados.
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El connotado comentarista de corte conservador Bill O’Reilly, con seis litigios a cuestas por acoso sexual, vaticina abiertamente la «inminencia de una guerra civil social» debido a la «desastrosa situación transfronteriza en Texas enmarcada por un enojo incoercible».
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Adam Barnes, del portal The Hill, muy cercano a los demócratas, califica la encuesta de «impactante», en la que «muchos estadounidenses desean ahora la secesión de EEUU», en particular, «entre cada grupo partidista en los meses siguientes a los disturbios del 6 de enero en el Capitolio«.
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Barnes juzga que el riesgo separatista es mayor en el sur «donde el apoyo era ya el más alto con el máximo precedente histórico».
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En realidad, la proclividad a la secesión es también perturbadoramente elevada en el resto del país, cuando la mitad de los «independientes» en el sur favorecen la separación.
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También el 34% del noreste y la tercera parte de los habitantes de los «estados montañosos (Mountain States)» anhelan la separación, aunque en menor grado que el sur y la costa oeste.
Los republicanos secesionistas se han apelotonado en el grupo RedStateSecession —el rojo es considerado el color republicano y el azul demócrata— y han creado un grupo autónomo en la plataforma gab.com.
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RedStateSecession aduce que «ya es tiempo de crear organizaciones secesionistas en Luisiana y Alabama, similares a las de Texas».
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Debido a sus cuantiosos ingresos del petróleo, Luisiana le otorga más dinero a la federación de lo que recibe, lo cual favorecería su secesión al no depender económicamente de Washington.
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Es más que evidente que el presidente Biden se encuentra sumamente preocupado y, ya antes de la eclosión de la perturbadora encuesta secesionista, había arremetido contra las Leyes Jim Crow: Apartheid contra los no blancos —en particular, contra los afroestadounidenses—, aplicado en muchos estados del sur entre 1876 y 1965.
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Un afligido presidente Biden sentenció que «el asalto tipo ‘Jim Crow del siglo 21′ es real» y juzgó que EEUU se encuentra «confrontado a la más importante prueba de su democracia desde la guerra de secesión, y no es una hipérbole». Sentenció que «los Confederados de la época jamás abrieron una brecha en el Capitolio, como lo hicieron los insurgentes el 6 de enero».
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Según el Consejo Editorial del influyente Wall Street Journal, cercano a los republicanos, «Biden aparentemente contempla la más reciente guerra civil en Texas», donde más de 50 legisladores demócratas texanos huyeron a Washington para impedir el quórum de una votación para un nuevo sistema por la mayoría republicana local que empuja el gobernador Greg Abbott, quien ha amenazado con arrestar a los tránsfugas legisladores a su regreso a Texas para llevarlos a la votación del Congreso estatal a mayoría republicana.
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La propuesta de Abbott versa sobre un mejor control de la votación —que ya fue votada en Georgia y es debatida en otros estados republicanos— para impedir el voto de los inmigrantes «ilegales» que usualmente favorece a los demócratas.
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A mi juicio, no está para nada equivocado el presidente Biden al señalar que la «nueva guerra civil» se juega en Texas ya que el nuevo control de la votación por su gobernador, en lugar de la federación, con sede en Washington, otorga una herramienta jurídica más en manos de los secesionistas republicanos del estado de la «sola estrella» con el segundo PIB doméstico de EEUU, detrás de California.
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La transición demográfica en EEUU ha causado también una profunda secesión entre sus intelectuales que, dependiendo de su proclividad ideológica y/o pertenencia étnica o aspiración socioeconómica, van desde el abrasivo portal A New Civil War, donde destaca Michael Vlahos —del Colegio de Guerra y profesor en la Universidad Johns Hopkins—, hasta Richard Alba, profesor de sociología de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, quien alega en The Atlantic —inclinado a los demócratas y que dirige el israelí-estadounidense Jeffrey Goldberg, muy cercano a Obama— quien alega que la «narrativa de que los no blancos pronto superarán a los blancos no es solamente divisiva, sino también falsa». Alba califica en forma antigravitatoria como «mito» el binomio de «mayoría-minoría en EEUU».
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Richard Alba considera que «el escenario del declive demográfico de los blancos en EEUU contribuye a la polarización nacional de una sociedad fracturada en dos» y que en su extremo ideológico «nutre las creencias conspiratorias» de una teoría racista de «sustitución», que sustenta que las élites operan reemplazar a los blancos con inmigrantes minoritarios en un «EEUU robado» de sus Padres Fundadores de la todavía mayoría WASP —Blancos Protestantes Anglosajones, en español—.
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¿Serán financieristas las «élites» a las que se refiere Richard Alba, muy inclinado a la ingeniería sociológica?
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El sociólogo Richard Alba aboga y prevé en forma idílica, en contraste con los demógrafos, a quienes vilipendia injustamente, la tendencia a «identidades multirraciales» cada vez «más fluidas» con «familias mixtas», que, a mi juicio, se gestan más en las dos costas de EEUU: en particular, en el estado sui generis de California en la costa oeste, pero con la notable salvedad de las costas en el Atlántico Sur de Florida, Georgia y Carolina del Sur.
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Otra escisión nada desdeñable también opera entre las dos Carolinas: el sur republicano y el norte demócrata.
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En mi abordaje en Sputnik de hace ocho meses sobre un escenario de guerra civil en EEUU, postulé que su destino se juega en California, Texas y Florida.
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Hoy tal tendencia se ha acentuado debido al mal manejo de la inmigración en la transfrontera con México por la Administración Biden.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Alfredo Jalife-Rahme – Analista de geopolítica y globalización. Columnista y comentarista en varios periódicos, radios y televisiones internacionales. Profesor de posgrado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Geopolítica y Globalización. Autor de varios libros. Nombrado por la Red Voltaire de Francia como ‘El principal geopolitólogo de Latinoamérica’.
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