Hay quienes buscan a sus hijos, hermanos o madres chilenas porque saben o sospechan que fueron apartados de sus familias con mentiras, y adoptados ilegalmente por extranjeros. La gran mayoría de ellos durante la dictadura de Augusto Pinochet.
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El derecho a la identidad, verdad, justicia y reparación es inalienable a las personas. En Chile, al menos 25.000 niños fueron secuestrados de sus familias por una red de profesionales médicos, asistentes sociales, operadores judiciales y agentes de las fuerzas represivas, para ser adoptados de forma ilegal en 19 países.
«Hay madres que tuvieron gemelos o mellizos, y le dejaban uno y el otro se lo quitaban, lo daban por muerto. A madres trabajadoras del campo les decían que iban a ayudar a progresar a la familia, y que se llevaban el hijo durante la semana, que lo podían venir a buscar en el fin de semana, y los hijos desaparecían», contó Rodríguez.
Generalmente, se trata de familias pobres, madres menores de edad, personas «que de alguna forma fueran fácil de vulnerar».
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Entre los países de recibo se encuentra Dinamarca, cuyas autoridades concluyeron que «no es posible descartar» la utilización de métodos ilegales para las adopciones. También está Suecia, país que acogió a cientos de exiliados latinoamericanos, pero donde llegaron 2.000 niños gracias a las conexiones entre la dictadura pinochetista (1973-1990) y políticos ultraderechistas nórdicos.
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Las zonas de donde procedían los niños variaba: a Suecia, por ejemplo, dijo Rodríguez, fueron llevados 1.200 niños, principalmente de la Araucanía y el BioBio, generalmente mapuches. A Italia llegaron muchos provenientes de O’Higgins, la sexta región. Los destinos dependían de la «demanda», el período de tiempo y de los profesionales que estaban trabajando en cada región.
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