- Informe del Instituto Mahatma Gandhi de Educación para la Paz y el Desarrollo Sostenible (MGIEP) de la UNESCO entrega 11 recomendaciones de política pública para los gobiernos.
- La directora del IE y del CIAE de la U. de Chile, Alejandra Mizala, fue autora principal y coordinadora de un capítulo del Informe en el que participaron más de 250 expertos en educación.
- El reporte analizó la experiencia de los sistemas educativos, basándose en la evidencia para informar la formulación de políticas educativas en todos los niveles y escalas.
SANTIAGO – Reorganizar el currículo hacia áreas como medioambiente, cultura, tecnología, relaciones interpersonales, incorporando recursos digitales de alta calidad; reemplazar el credencialismo y la meritocracia por un sistema que se mueva a potenciar las habilidades de cada persona; y reorganizar el financiamiento de la educación con foco en la equidad, inclusión y acceso a recursos digitales. Estas son algunas de las once recomendaciones de política pública que entregó el reporte «Evaluación Internacional de Educación Basada en la Ciencia y la Evidencia» (ISEE, por sus siglas en inglés), una iniciativa del Instituto Mahatma Gandhi de Educación para la Paz y el Desarrollo Sostenible (MGIEP) de la UNESCO, que contó con la participación de dos académicas del IE y del CIAE de la U. de Chile entre sus autoras principales.
«Se trata de una evaluación, científicamente fundada y basada en evidencia, que por primera vez permite el análisis a gran escala del estado de la educación y el aprendizaje en todos los niveles educativos a nivel mundial, con foco en los valores de equidad y sustentabilidad», explica la directora del Instituto de Estudios Avanzados en Educación y del CIAE, Alejandra Mizala, una de las autoras del reporte.
El informe, que tomó poco más de dos años en ser terminado, incluyó la participación de más de 250 expertos y expertas provenientes de 45 países y fue lanzado el martes 22 de marzo en París. Pedagogos, psicólogos, neurocientíficos, economistas, sociólogos, historiadores y filósofos reunieron las últimas investigaciones en educación tratando de responder algunas preguntas claves: ¿Ha evolucionado la educación en los últimos 50 años con miras a mejorar la sociedad? ¿Cómo ha influido el contexto en las políticas y prácticas educativas de los últimos 50 años? ¿Cómo ha influido el contexto, junto con las políticas y prácticas educativas, en «qué aprendemos», «cómo aprendemos», «cuándo aprendemos» y «dónde aprendemos»?
Los hallazgos dan cuenta de que, si bien la educación en los últimos 50 años ha avanzado enormemente en disminuir la pobreza y en mejorar la vida de muchos y muchas, también ha exacerbado la exclusión social y desigualdad. Según describe el texto, han aparecido nuevas formas de elitismo e individualismo, con un énfasis en la eficiencia económica de los sistemas educativos, así como un fuerte enfoque en lo cognitivo en lugar de un equilibrio con las competencias sociales y emocionales.
El informe analiza los efectos negativos que ha tenido la meritocracia en la educación, puesto que si bien la capacidad y esfuerzo de los estudiantes, en una sociedad orientada al mercado, prometió avanzar en mayor igualdad, ha generado el efecto contrario, creando una nueva forma de exclusión donde las condiciones sociales, económicas y ambientales de una persona terminan por influir significativamente en sus resultados educativos. Muchas veces se ha producido segregación escolar y credencialismo. «La relación entre la educación y el florecimiento humano está lejos de ser lineal. La inversión en educación no necesariamente mejora el florecimiento humano; en una serie de contextos, incluso sirve para socavarla», señala el reporte.
Señala que la contribución de la educación al florecimiento del ser humano depende tanto de los propósitos como de la organización política y la distribución social de la inversión. Por ejemplo, analiza la expansión de la educación superior en varios países, incluyendo Chile y señala que mientras los estudiantes de alto rendimiento van a universidades selectivas, los de bajo desempeño van a universidades masivas. «Experiencias recientes en Chile y Colombia muestran que un mayor acceso a educación superior de baja calidad en estudiantes menos preparados podría conducir a empleos de menor calidad y descontento social», advierte.
Sobre este tema, la directora del IE y del CIAE, Alejandra Mizala, explica que la evidencia señala que la expansión de la educación superior puede convertirse más en un reflejo de la lucha por estatus que en un proceso mediante el cual las personas y las sociedades pueden alcanzar su máximo potencial y promover un desarrollo sostenible, siendo creativos y aprendiendo a vivir en paz y armonía con otros y con la naturaleza. «Del mismo modo, el aumento de los niveles educativos puede convertirse más en un reflejo de la competencia social que en una forma en que las personas adquieran los conocimientos y las habilidades que necesitan los mercados laborales contemporáneos», agrega.
En la mayoría de los países, la expansión del acceso a la ES ha llevado al credencialismo. A medida que el logro educativo diferencial (justificado por la ideología de la meritocracia) se convierte en la base para la asignación a posiciones sociales diferenciales, se crean y consolidan nuevas formas de estratificación social. En esta línea, el reporte recomienda reemplazar el credencialismo y la meritocracia que hace competir a los individuos unos contra otros, por una inversión que permita hacer de la educación una fuerza para el progreso social y el florecimiento humano.
Dinámicas de mercado, Chile y el Voucher
El caso de la organización chilena del financiamiento a la educación -es decir, los subsidios portables- también es mencionado como un ejemplo de cómo los cuasi mercados en educación introducen una amplia gama de desafíos relacionados con la equidad educativa, la segregación socioeconómica, la segmentación escolar y la responsabilidad pública.
«El sistema chileno de elección de escuela se convirtió en uno de los más desregulados del mundo. Las escuelas privadas subsidiadas, a diferencia de las escuelas públicas, hasta el año 2015 podían seleccionar a sus estudiantes y ser explícitamente con fines de lucro», comenta el informe.
«Dadas las consecuencias observadas de los vouchers en educación, pero también de otras formas de cuasi-mercados, algunos países al igual que Chile, han reformado sus sistemas educacionales y regulado la provisión privada de manera más estricta», explica Mizala. Agrega que el objetivo de esas reformas es buscar limitar los efectos adversos relacionados con la estratificación y las desigualdades en las oportunidades educativas. «Al mismo tiempo, Chile ha buscado fortalecer su educación pública, la que permite alcanzar de mejor modo el bienestar colectivo», puntualiza.
Currículo integral
El texto advierte también que muchos currículos nacionales se centran en la lectoescritura y la aritmética, enfatizando la adquisición de conocimientos y no lo social ni el aprendizaje emocional. Además, se reporta la presencia de currículos y evaluaciones estandarizados y de «talla única», que según los expertos no son óptimos para aprender y prosperar. Esto ha desplazado a los currículos localizados y ha resultado en una educación menos relevante, sensible y reflexiva tanto para estudiantes como docentes. Agrega que, incluso, la educación puede ayudar a preservar las metas narrativas de los grupos poderosos y promover la impugnación de las relaciones intergrupales, la exclusión y la marginación.
Por esto, señala que no solo es necesario que los factores locales y culturales jueguen un rol clave en la educación, sino también que, a través de la enseñanza y el aprendizaje, se promueva la emancipación de las estructuras sociales opresivas a través de la transformación hacia la justicia social y la democracia.
«La educación para el florecimiento humano debe ser y adaptarse a las necesidades del individuo y reconocer las condiciones sociales y ecológicas», dice el reporte. Para promover dicho florecimiento, se recomienda que los planes de estudios abarquen el medio ambiente, la cultura, la sociedad, la tecnología, lo interpersonal y la autoeducación para fomentar los siete pilares del «aprendizaje»: aprender a conocer, aprender a pensar, aprender a ser, aprender a convertirse, aprender a hacer, aprender a convivir, aprender a convivir con la naturaleza.
- Vea más del informe en https://mgiep.unesco.org/iseeareport