El cohete Falcon-9 de SpaceX despegó a las 13:24 de este viernes 1 de abril, desde Cabo Cañaveral, Florida (EE.UU.). En alrededor de 21 días, SUCHAI-2, SUCHAI-3 y PLANTSAT estarán operativos, cuando sean ubicados en la órbita solicitada por el Programa Espacial de la U. de Chile, impulsado por la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.
A las 13:24 de la tarde, hora de Chile, despegó el cohete Falcon-9 de SpaceX, con los tres nuevos satélites de la U. de Chile a bordo. El exitoso despegue se realizó desde la Estación de la Fuerza Espacial de Cabo Cañaveral, en Florida (EE.UU.).
«Esto es un hito para nosotros. Son tres satélites construidos simultáneamente y que serán operados al mismo tiempo como una constelación pequeña. Son pocas las instituciones que han lanzado más de un satélite en un único lanzamiento y estamos en ese grupo, aprendiendo un conocimiento nuevo y adquiriendo habilidades nuevas», destacó el investigador responsable del Programa Espacial Universidad de Chile, Marcos Díaz, coordinador del Laboratorio de Exploración Espacial y Planetaria (SPEL) de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) de la Universidad de Chile.
«Chile tiene la preparación para desarrollarse», aseguró el decano de la FCFM, Francisco Martínez, luego del exitoso lanzamiento. «Éste es el resultado de la formación de nuevas generaciones que son capaces de desarrollar avances tecnológicos de gran envergadura. La tecnología que estamos desarrollando es muy sofisticada, requiere de muchos años y expertise. Es un gran mensaje para el país, para que desarrollemos nuestra tecnología. Es la única manera de llegar a ser un país desarrollado», agregó.
«La Universidad de Chile pone al país en la órbita mundial en materia satelital», destacó el rector Ennio Vivaldi. «Nuestra comunidad entera ha vibrado con este hecho que marca un hito», añadió la autoridad universitaria y remarcó el deber histórico que tiene la casa de estudios de orientar al país por las sendas del desarrollo y posicionarlo en el primer plano de la ciencia.
«No todo el mundo está convencido en este país que tiene sentido invertir y desarrollar ciencia. Hay quienes piensan que es mejor comprar la ciencia en otras partes. Que sean otros los que la desarrollen y nosotros vamos a comprarla con lo que ganemos vendiendo nuestras materias primas. Eso es un error garrafal y el hito de hoy lo demuestra», añadió.
El ministro de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Flavio Salazar, destacó el proyecto como un ejemplo importante y gratificante. «Nosotros hemos planteado desde las universidades y comunidades, desde hace mucho tiempo, la necesidad de tomar en cuenta las capacidades que tiene Chile, pero más allá de los discursos, la mejor forma de demostrarlo es en la práctica y aquí se está demostrando», señaló y anunció que el área satelital y aeroespacial será uno de los temas que el actual gobierno impulsará, no para ser parte de la carrera espacial internacional, «sino relacionada con los propias necesidades de contar con una observación y recolección de datos para poder planificar políticas y tener un mejor desarrollo».
Un proyecto con visión de Estado
Este salto responde a una política de la FCFM en desarrollo espacial, agregó Marcos Díaz. «Una política que ha trascendido a las autoridades y los recursos propios. El primer satélite, SUCHAI-1, fue financiado completamente por la FCFM y estos nuevos satélites son en un 85% financiados con fondos externos. Esta evolución responde a una política de nuestra Facultad y a su visión de Estado. Nos ha dejado grandes aprendizajes y capacidades y nos está poniendo en la punta del desarrollo y operación de satélites de forma ágil, si todo resulta como lo esperamos».
Los fondos entregados por la Oficina para la investigación científica de la Fuerza Aérea de Estados Unidos (AFOSR, por sus siglas en inglés), la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile (ANID), las empresas Gomspace, MCI y CRP, y la Asociación de Universidades para la investigación en Astronomía (AURA), han sido claves para el desarrollo de este proyecto.
El siguiente paso: despertar los satélites
Los tres satélites serán puestos en órbita a una altura cercana a los 550 km. Su lanzamiento se gestionó a través de la empresa italiana intermediaria D-Orbit, quienes en alrededor de un mes, posicionarán a los satélites en la órbita requerida para las misiones del Programa Espacial. Una vez en posición, la estación terrestre iniciará su trabajo de comunicación con los tres vehículos, confirmando que estén operativos, para comenzar a activar los diferentes proyectos de investigación en ciencia espacial, ciencias biológicas, y desarrollos tecnológicos y de comunicación que cargan los satélites.
«Es diferente al primer lanzamiento (SUCHAI-1, en 2017), porque el cohete deja en el espacio al dispositivo que lleva a nuestros satélites en su interior y recién va a posicionarse en el plano orbital que necesitamos después de unos 21 días, momento en el que serán liberados. En ese minuto recién vamos a salir a buscarlos y empezar a operarlos desde las instalaciones en el Departamento de Ingeniería Eléctrica de la FCFM», explicó el investigador principal.
Un nuevo hito ocurrirá aproximadamente a seis meses de comenzada la operación, cuando se produzca el despliegue de dos femtosatélites que aumentarán la constelación a cinco satélites intercomunicados, con una formación común y trabajando como un sistema (enjambre). Con estos cinco puntos de medición se pretende estudiar una tormenta solar.
Esta nueva fase del Programa Espacial de la Universidad de Chile considera operar los tres satélites desde la estación terrestre por al menos un año. «Esperamos alcanzar el tiempo de operación de casi dos años que tuvo SUCHAI-1 y quizás superarlo, pero también dependerá de los recursos de operaciones», precisó Marcos Díaz.
Un futuro con potencialidades para Chile
El equipo detrás de estas misiones es liderado por el Laboratorio de Exploración Espacial y Planetaria (SPEL) de la FCFM, junto a estudiantes, investigadores y académicos de otras instituciones nacionales, como las universidades de Santiago, de Valparaíso, de Antofagasta, PUC de Valparaíso, Biociencia, CINNDA y SIRIO. Además de colaboradores internacionales de la Embry-Riddle Aeronautical University, TU Delft, la Universidad de Tokyo y Rubin Observatory (AURA).
«Estoy muy orgulloso de haber sido partícipe de este proyecto y haber trabajado con un equipo humano increíble: estudiantes de postgrado, estudiantes de pregrado, además de comunidades de investigadores, científicos, profesionales y administrativos de la propia FCFM, como equipos de otras universidades que también colaboraron poniendo a disposición sus laboratorios y tiempos. Todo este trabajo se desarrolló en un escenario de pandemia, de encierro, y la comprensión de las autoridades permitieron que siguiéramos trabajando y desarrollando el programa con todas las precauciones sanitarias del caso», destacó Díaz.
«Este programa nos deja una luz de ilusión de lo que se viene a futuro. Hemos preparado a nueva gente, nuevos talentos. Tenemos nuevos conocimientos, nuevas experiencias y tenemos una visión de lo que podemos seguir aprendiendo y desarrollando en el país», subrayó.
INFORMACIÓN GENERAL
SUCHAI-2
El nanosatélite de 10x10x30 cm, tiene un peso aproximado de 3,5 kilos y su objetivo principal es el estudio de la física espacial.
Cuenta con sensores para el estudio del ambiente espacial, la ionósfera y la magnetósfera: dos magnetómetros -instrumentos para medir la intensidad del campo magnético-, además de una sonda Langmuir, cuyo objetivo principal es estudiar la ionósfera.
Está equipado con un GPS de dos frecuencias que permite medir el contenido de electrones y una cámara diseñada para evaluar la contaminación lumínica de noche, concentrándose en la luz blanca, que no ha sido evaluada desde el espacio.
SUCHAI-3
Casi un gemelo de SUCHAI-2, se distingue del primero porque lleva consigo otros dos femtosatélites, pequeños satélites -del tamaño de un celular- que serán desplegados una vez en el espacio y que también llevan magnetómetros, lo que aumentará a 5 puntos la medición del campo magnético de la Tierra. Cada femtosatélite lleva arreglos de antenas parche (patch, antenas planas), que permitirán localizarlos, utilizando su comunicación con los satélites más grandes, SUCHAI-2 y SUCHAI-3.
SUCHAI-3 lleva un sistema de IOT (internet de las cosas), cuyo desempeño será evaluado en el espacio. Sus antenas laterales ayudarán a evaluar con sistemas de radio la localización de los femtosatélites y desde dónde viene la radiación para poder ubicarlos en el espacio.
PLANTSAT
Es un nanosatélite cuyo objetivo es realizar experimentos biológicos en el espacio.
En su interior viajará una tillandsia o clavel del aire, planta que no necesita tierra para sobrevivir, pero que funciona como análoga a plantas que pueden ser relevantes en el espacio, tanto como alimento como para producir oxígeno. Su contenedor, especialmente fabricado para mantener a la planta viva y medir su condición, permitirá determinar si ésta tolera el ambiente espacial, la microgravedad y la radiación. Con el mismo objetivo, serán enviados cuatro contenedores más pequeños con microorganismos extremófilos que viven en zonas extremas de Chile y que pueden tener aplicaciones en el espacio, como purificadores de agua, por ejemplo, la degradación de residuos y la lixiviación, para una potencial minería espacial.
Además de los contenedores con muestras biológicas, el satélite lleva dos magnetómetros para medir el campo magnético de la Tierra y un transistor de grafeno, material que por primera vez se lleva al espacio para evaluar su desempeño en ese ambiente hostil, lo que permitirá descubrir potenciales usos en aplicaciones espaciales