No son la única especie que muere tras reproducirse, pero definitivamente es una de las especies que más lo lleva al extremo. Y es que al poner los huevos, la madre pulpo deja de comer. Como si esto no fuese suficiente, es capaz de autolesionarse. La causa detrás de este inusual comportamiento había sido un misterio para la ciencia. Hasta ahora.
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Un grupo de investigadores de EEUU ha descubierto las sustancias químicas responsables de estas torturas. Sin duda, el síndrome premenstrual es mucho más amable que el cóctel de hormonas al que se ven expuestas las madres de esta especie, quienes son capaces de golpearse contra una roca, desgarrarse la piel y hasta comerse pedazos de sus propios tentáculos.
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Esto se debe a que sufren cambios en la producción y el uso del colesterol en su cuerpo, lo que a su vez aumenta la producción de hormonas esteroides, un cambio bioquímico que las lleva a cometer autotorturas.
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«Ahora que conocemos este mecanismo, estamos realmente interesados en vincularlo con los comportamientos individuales, o incluso con las diferencias individuales en la forma en que los animales expresan estos comportamientos», señaló Yan Wang, profesora de psicología y biología en la Universidad de Washington al medio Live Science.
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Las dramáticas muertes de las madres pulpos han dado pie a teorías de diversa índole, que buscan explicar este comportamiento. Una de estas teorías afirma que este tipo de muerte aleja a los depredadores de los huevos, mientras otra asegura que el cuerpo de la madre libera nutrientes en el agua que nutren los huevos. Una tercera se centra más en el carácter caníbal de los pulpos: si los más viejos se quedan, podrían terminar comiéndose todas las crías del grupo.
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Más allá de las teorías
El psicólogo de la Universidad de Brandeis, Jerome Wodinsky, descubrió en 1977 que el mecanismo detrás de la autodestrucción se encuentra en las glándulas ópticas, un conjunto de glándulas cerca de los ojos del pulpo que es más o menos equivalente a la glándula pituitaria en los humanos.
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Lo que es más, Wodinsky descubrió que si se cortasen los nervios de estas glándulas, la madre pulpo abandonaría sus huevos, comenzaría a comer de nuevo y viviría otros cuatro a seis meses, lo que es una sobrevida bastante impresionante para unos animales que viven solo alrededor de un año.
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Pero exactamente el mecanismo que tenía la glándula óptica para desencadenar el comportamiento destructivo seguía siendo desconocido.
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Para poder entender el proceso, Wang y sus colegas analizaron las sustancias químicas producidas en las glándulas ópticas de los pulpos de dos puntos de California luego de poner huevos.
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Cóctel mortal
El estudio, publicado en Current Biology, mostró que ocurren tres cambios químicos separados alrededor del momento en que la madre pulpo pone sus huevos. El primero fue un aumento de la pregnenolona y la progesterona, dos hormonas asociadas con la reproducción. El segundo proceso es que las madres comenzaron a producir niveles más altos de un bloque de construcción de colesterol llamado 7-dehidrocolesterol o 7-DHC. Los seres humanos también producen esto, pero no lo mantienen en sus sistemas por mucho tiempo; el compuesto es tóxico.
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Este compuesto crea una discapacidad intelectual, problemas de comportamiento, incluidas las autolesiones, y anomalías físicas como dedos de manos y pies adicionales y paladar hendido.
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Finalmente, las glándulas ópticas también comenzaron a producir más componentes para los ácidos biliares, que son ácidos producidos en el hígado en humanos y otros animales. Los componentes de los ácidos biliares han causado curiosidad en los científicos, ya que son claves para controlar la longevidad entre las especies de invertebrados, señaló Wang.
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Sin embargo, no todos los pulpos son iguales, a diferencia de la mayoría de las otras especies de pulpos, los pulpos rayados del Pacífico pueden aparearse varias veces y criar múltiples nidadas de huevos. No se autodestruyen cuando sus huevos están listos para eclosionar, lo que los convierte en especímenes perfectos para estudiar el origen de este comportamiento.