A cinco meses del estallido de las tensiones entre Moscú y Kiev, el balance ha resultado más negativo de lo que se esperaba para Occidente. Y es que más allá de los logros militares de uno u otro bando, lo que queda claro con este conflicto es que vivimos en un mundo donde todos dependen de todos.
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Por Eduardo Bautista
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La época del unilateralismo estadounidense es cosa del pasado. Ya no son los tiempos de la Guerra Fría, cuando el mundo se regía en dicotomías de poder dictadas desde Oriente u Occidente. En una economía globalizada, las alianzas y la cooperación multilateral son fundamentales. Eso es lo que no han entendido los líderes de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) que, en su intento por aislar a Rusia, se han puesto una soga en el cuello.
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Expertos consultados coinciden en que el conflicto en Ucrania es un hito que demuestra las grandes transformaciones geopolíticas y económicas que han sucedido en el mundo desde la caída del Muro de Berlín en 1989. Y, por supuesto, también es la consecuencia directa de algo que lleva denunciando el Kremlin públicamente: el expansionismo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el brazo armado de Occidente surgido en 1949 con la intención de protegerse de la que, consideraban, era una amenaza: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
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«El conflicto en Ucrania ya modificó y seguirá modificando las relaciones y condiciones entre Occidente y Rusia. Y esto es un hecho lamentable porque las relaciones entre Rusia y Ucrania son históricas, no sólo en el pasado soviético, sino desde tiempos imperiales. La situación actual hace pensar que uno de los mayores peligros de este conflicto es la posibilidad de una escalada nuclear», observa en entrevista Michelle Balderas, internacionalista del Grupo de Estudios Sobre Eurasia (GESE).
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Además, las tensiones iniciadas entre Kiev y Moscú dejan ver que el mundo ya no es el mismo, que Estados Unidos ya no tiene el mismo poder hegemónico de antes y que existen alianzas regionales capaces de hacer frente o que incluso son superiores al poder económico y político de la Unión Europea (UE) y sus aliados.
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«El conflicto en Ucrania es el hito y el parteaguas histórico que hace que el ciudadano de a pie entienda que el mundo ya no es el mismo. Que Estados Unidos y sus aliados no hayan podido derrotar el esfuerzo militar ruso nos dice mucho. Y ha quedado al descubierto de que Putin y su Gobierno gozan del apoyo de la gran mayoría del pueblo ruso», dice en entrevista Alejandro Salgó Valencia, especialista en geopolítica del Oriente Medio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
«Ucrania es la manifestación de que el mundo unipolar ya estaba muerto. Actualmente ya no hay nadie medianamente pensante en el planeta que piense que Estados Unidos es la principal potencia, porque simplemente no lo es ni en términos económico ni militares ni políticos, y menos teniendo a Joe Biden, que es el peor presidente que ha tenido Estados Unidos en su historia», asegura el experto.
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¿La situación se pudo prevenir?
Los avisos sobre el estallido del conflicto ucraniano, sin embargo, siempre estuvieron allí, a todas luces, sólo que Occidente se negó a verlos o hizo caso omiso. Ya desde 1996, en Rusia se hablaba de una oposición definitiva al expansionismo de la OTAN y se acordaba el establecimiento de relaciones estratégicas con China como principal aliado frente a las potencias occidentales, considera Michelle Balderas.
«La llegada de Putin al poder implicó un reposicionamiento ruso en Eurasia para reponer lo que ellos [los rusos] han calificado de humillaciones de parte de estos países [occidentales]», agrega la académica, también experta en geopolítica de Europa del Este.
Aunque la OTAN ha dicho que las acciones militares rusas amenazan la seguridad internacional, la realidad es que la alianza atlántica occidental supera en número de bases militares a Rusia.
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Mientras que la OTAN tiene actualmente 38 bases militares en Europa, tres en Turquía y una en Estados Unidos, Moscú mantiene desplegadas sólo ocho en Siria, Abjasia, Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Moldavia, Tayikistán y Osetia del Sur.
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Bajo esa lógica, la organización liderada por los países occidentales es mucho más grande que las fuerzas armadas rusas, que constantemente denuncian el expansionismo de la OTAN desde el fin de la Guerra Fría, cuando se cayó el Muro de Berlín. Así lo demuestra un comparativo realizado por Sputnik con base en información oficial de la OTAN y de la Federación de Rusia.
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«Se habló mucho de que los conflictos territoriales eran un asunto del siglo XX, pero el conflicto en Ucrania demuestra lo contrario: es un paradigma de la vigencia de este tipo de problemas, y el ejemplo de la falsa creencia de que la geopolítica y la competencia territorial se habían quedado en el pasado», asegura Irwing Rico, internacionalista de la UNAM.
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En ese sentido, dice, los territorios y los espacios en disputa no son contenedores o espacios vacíos, sino productos y productores de una dinámica social que tiene que ver con historia, cultura, identidades y relaciones de poder muy complejas. Por ello, afirma, es muy complicado realizar divisiones tan tajantes entre Rusia o Ucrania, y es prácticamente imposible generar una narrativa de buenos contra malos. «Muchas personas en Ucrania se sienten parte culturalmente de Rusia», asegura.
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«A lo largo de los últimos años, la OTAN y Estados Unidos han buscado, a través de la desestabilización de las fronteras de Rusia, una ampliación de sus fronteras estratégicas mediante una infraestructura militar conformada por bases, asentamientos e intervenciones», concluye el experto.