- En la mayoría de sociedades occidentales este suceso, parte del ciclo de la vida, ha sido visto con temor y señalado como un tema tabú. Especialistas de la Universidad de Chile abordan las causas de este fenómeno social y por qué nuestro inevitable destino es algo que debemos afrontar desde diversas aristas a nivel individual, familiar y colectivo.
Esta es un área que ha abordado el tabú en torno a la muerte a través de múltiples estudios. Algunas de estas investigaciones han identificado que, en el último tiempo, se ha vuelto un término al que la sociedad le ha guardado distancia ante una mayor confianza en la medicina y la creciente longevidad de las personas. “De algún modo, hemos encubierto nuestro terror a la finitud en la expectativa de que la medicina podría, de algún modo, postergar el momento de la muerte. Diferir nuestra desaparición y, en cierto modo, asegurarnos una longevidad cada vez mayor”, explica el decano Villarroel.
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Sin embargo, su inevitabilidad nos obliga a enfrentar este tema tarde o temprano. Esto no solo nos involucra a nivel individual, sino también en nuestros círculos familiares y de amistades. Así lo afirma María Elena Montt, jefa de la Unidad de Psicología de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de la Universidad de Chile, quien reconoce que es un tema difícil de abordar tanto a nivel social como para las propias personas cercanas a alguien fallecido. “Hablamos muy poco de la muerte, como si la vida fuera infinita, porque es tan amenazante pensar que nuestra existencia va a terminar o las de las personas que queremos, que en esta cultura no la integramos como algo tan normal”.
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Algo así le tocó experimentar a Consuelo Ferrer, periodista de Rectoría, quien tras el fallecimiento de su padre vio cómo justamente costaba al resto apoyarla durante este momento. “A la gente le incomoda hablar del tema y yo lo entiendo, habiéndolo vivido. No es un tema fácil de conversar, pero no es un tema que a la persona que le pasó quiera pasar por alto. Entonces, es complicado porque te preguntan ¿cómo estás? Con el ánimo de que tú digas que ya estás bien y no realmente pensando en cómo ayudarte a procesar eso, porque tampoco a esa persona le enseñaron de qué manera te podía apoyar”, relata.
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Esto ha hecho que en la mayoría de los casos la muerte se afronte tomando distancia de la situación, ante la incapacidad colectiva de empatizar con el duelo de una persona. La psicóloga María Elena Montt reconoce y advierte esta situación, aconsejando generar instancias de apoyo y entendimiento, dado que el duelo es una instancia extensa y que en varios casos nunca se supera completamente. “Las personas a veces quieren que los otros se mejoren rápidamente del duelo y esto es un proceso que puede ser largo y lento, que puede durar años cuando las personas que fallecen son importantes”, sostiene la especialista.
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Al mismo tiempo, la académica explica que este dolor no necesariamente es incapacitante y que las personas que sufren de una perdida son capaces de llevar una vida normal. Esto, sin embargo, genera una falta de apoyo e invisibiliza el dolor que pueden llegar a sufrir. “Uno puede hacer muchas cosas con pena, uno puede estar triste o de duelo e igual funcionar en la vida (…) Lo mejor que uno puede hacer es validar la pena que el otro pueda tener o la rabia o el sentimiento doloroso de la pérdida y poder acompañar al otro”, aconseja Montt.
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El cristianismo y el miedo a la muerte
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A lo largo de nuestra historia, la muerte ha tenido distintas interpretaciones, siendo algunas contradictorias entre sí. Así lo señala el decano Villarroel, quien entre todas esas visiones destaca la visión griega de la muerte. “El hombre griego antiguo, que sabe que va a morir, responde a la muerte con creación de las estatuas, se levantan templos, hacen música. Entonces, esa manera de vivir sin temor a la muerte, sin la expectativa de una vida eterna, es característica de la antigüedad”.
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Esa visión llegaría a romperse una vez que irrumpe el cristianismo durante el periodo Helenístico. Este no fue un caso único, tal como describe María Antonieta Benavente, académica del Departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, quien atribuye al mismo fenómeno el cambio de connotación que sufrió la muerte en Latinoamérica.
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“Esta forma de concepción cuando llega a América produce un quiebre y un cambio brutal, si pensamos que las sociedades que vivían en América tenían una ritualidad y una forma de cosmovisión totalmente diferente a la cristiana. Había creencias en la naturaleza, en los animales, en los cerros, etcétera. Había otro tipo de creencias que son las que chocan con esta creencia cristiana y ahí se produce una brutalidad, que es el tema de la conquista y el tema de la inquisición que parte quebrando a esta sociedad y ahí la que era a través de la muerte”, señala Benavente.