- En un contexto marcado por la baja en la confianza de la ciudadanía en diversas instituciones del país debido a casos de corrupción, los académicos Eduardo Engel (U. de Chile – Espacio Público) y Susan Rose-Ackerman (U. Yale) plantearon algunas claves para hacer frente a esta crisis: saber cómo funciona el proceso de malversación de fondos públicos en la burocracia, dar menos discrecionalidad a los funcionarios públicos, y que la formación ética no basta para frenar la corrupción.
El impacto de escándalos de corrupción como los que han afectado a diferentes políticos o a las Fuerzas Armadas y de Seguridad en nuestro país ha sido innegable, y así lo atestigua la caída en la confianza por parte de la ciudadanía hacia diferentes instituciones. Lo mismo se ha reflejado en mediciones externas como el ránking de Percepción de Corrupción preparado por Transparencia Internacional, en el que Chile obtuvo su peor resultado en la historia descendiendo al puesto número 27.
En ese contexto, el debate sobre qué medidas adoptar para frenar la corrupción cobra una mayor relevancia, por lo que el Instituto de Asuntos Públicos de la U. de Chile y «Espacio Público» organizaron el seminario «Corrupción en América Latina: ¡Basta!», que contó con la participación de la académica Susan Rose-Ackerman, profesora emérita de la Universidad de Yale y especialista en economía política y derecho regulatorio, y el profesor Eduardo Engel, director de Espacio Público y académico de la Facultad de Economía y Negocios de nuestra Casa de Estudios.
En la actividad, que fue moderada por el periodista Daniel Matamala, presentaron además el Informe del Grupo Asesor de Expertos en anticorrupción, transparencia e integridad para América Latina y el Caribe realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), momento en que Engel explicó que debido a la diversidad de métodos que se utilizan para malversar fondos públicos en el mundo, no hay una fórmula que se pueda aplicar en todos los contextos. «Sin embargo, algo que suele servir es tener un registro de todos los beneficiarios finales de empresas y otras estructuras jurídicas similares, incluyendo fideicomisos, y adoptar sanciones efectivas por su falsa registración«, afirmó.
En esa línea, para realizar reformas anticorrupción sería necesario entender el mecanismo que se utiliza para llevarla a cabo, un ejercicio complejo debido a lo oculto de la práctica, por lo que valoró el aprendizaje obtenido a partir del caso Odebrecht, que «nos permitió conocer cómo funciona la corrupción» ya que implicó una innovación en la materia. «Antes de Odebrecht las coimas se pagaban en maletines. A partir de 2006, Odebrecht crea la división de operaciones estructuradas, para evitar las ineficiencias de la corrupción: una de ellas es que se pierde plata en el camino. Un segundo problema es que el que recibe la plata en billetes tiene que esconderla», describió.
Por su parte la académica estadounidense planteó que una forma de combatir la corrupción en tanto delito de oportunidad es entregarle menos discrecionalidad a los funcionarios públicos, ya que «si hay corrupción en la parte superior del gobierno es posible que esta se desplace hacia abajo», explicó.
En ese sentido, llamó la atención sobre la necesidad de controlar estas situaciones. «Si los directivos son vistos como corruptos, esto puede llevar a una cultura de impunidad que sirva para excusar la corrupción entre los funcionarios de niveles más bajos. Esto lleva a un círculo vicioso», dijo.
La académica de la Universidad de Yale también se detuvo en los casos de corrupción conocidos en las fuerzas armadas y policiales en nuestro país, afirmando que «la corrupción de la policía a veces funciona al revés. El dinero entra desde abajo y sube con la jerarquía, pero eso no parece ser un problema en Chile. Si en la policía el dinero entra arriba, quienes están arriba no querrán compartir, serán duros con la corrupción hacia abajo. Si los subalternos se enteran, tendrán incentivos para no ser probos», agregó.
Cambiar la forma en que actúa la burocracia
Consultados sobre la utilidad de enviar a empresarios a clases de ética o de enfatizar en la formación de líderes para hacer frente a la corrupción, Eduardo Engel explicó que en una perspectiva de mediano plazo es importante que se produzca un cambio cultural y ético para que así las reformas anticorrupción perduren, por lo que «sería bueno que en las universidades, en las clases, se aborden ejemplos éticos y situaciones concretas en las que no sea obvio como actuar y no actuar».
Sin embargo, fue enfático en indicar que mirando la experiencia comparada, no basta con un enfoque sustentado únicamente en la formación, ya que mirando la experiencia comparada no ha habido mejoras sustantivas en la materia cuando el cambio se ha buscado sólo desde la ética.
Ante una pregunta de Daniel Matamala sobre el efecto que puede tener la impunidad, o bien, la mano dura en el futuro de la corrupción en América Latina, Engel explicó que este tipo de medidas sólo tiene que ver con hacer justicia y no con la prevención de los delitos, por lo que al enfrentar casos de corrupción se producen dos desafíos: llevar a la justicia a los responsables, y «hacer reformas para que la estructura que favorece la corrupción cambie«.
En la misma línea Susan Rose-Ackerman puso mayor énfasis en entender y modificar la estructura que permite que ocurran estos delitos. «Algo de la corrupción puede enfrentarse reformando la forma en que la burocracia actúa, para que la corrupción se reduzca sin ser necesariamente duros«, afirmó.
El Informe del Grupo Asesor de Expertos en anticorrupción, transparencia e integridad para América Latina y el Caribe está disponible acá.